Simonic y la OSPA, entente musical ideal

El notable nivel de la orquesta y la magnífica interpretación del violinista convencen al auditorio ovetense

El violinista Simonic, entre los miembros de la OSPA, con Coelho a la batuta, ayer. | Irma Collín

El violinista Simonic, entre los miembros de la OSPA, con Coelho a la batuta, ayer. | Irma Collín / J. Mallada

Jonathan Mallada Álvarez

Jonathan Mallada Álvarez

No era la primera vez que Roman Simovic unía fuerzas con la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA), pues hace ya un par de temporadas que el violinista ucraniano forjó un idilio con la formación, dirigida en la actualidad por Nuno Coelho. Desde entonces, Simovic ha colaborado asiduamente como intérprete o director con la OSPA, cosechando siempre unos resultados sobresalientes. No es de extrañar, por tanto, la expectación que esta cuarta cita de abono de la temporada de la orquesta, patrocinada por LA NUEVA ESPAÑA, había despertado entre el público que ayer, si bien lejos de llenar el Auditorio Príncipe Felipe, se congregó en buen número (incluso con un buen puñado de caras jóvenes) para deleitarse con la excelencia de un valor seguro como Simovic.

El programa, titulado "Jubiloso Strauss", varió incluso la disposición habitual de obertura, concierto y sinfonía, en este caso, presentando únicamente en la primera mitad el "Concierto para violín" de Miklós Rózsa y reservando la segunda parte al compositor que da título a la velada por medio de dos de sus poemas sinfónicos más conocidos: "Don Juan" y "Las divertidas travesuras de Till Eulenspiegel". Sin embargo, tal y como el propio director portugués explicó a los asistentes, el programa bien podría haberse titulado "Virtuosismo y Strauss". Y es que Roman Simovic aceptó de buen grado el guante lanzado desde la Sinfónica asturiana y desplegó todo su repertorio técnico para encandilar incluso a los más escépticos.

El movimiento inicial fue un buen aperitivo. Brioso y con tintes cinematográficos, el solista ucraniano culminó su buen hacer con una cadencia final magistralmente interpretada. Pero sería en el segundo, Largo, donde evidenció un lirismo refinado y elegante que se tornó en pura acción en el allegro vivace final, desarbolando con precisión el complejo entramado rítmico compuesto por el húngaro Rózsa, siempre muy bien arropado por la OSPA.

La locura se desataría con las propinas. Aunque se hicieron de rogar, sus ejecuciones de la "sonata para violín solo, op. 27 números 2 y 6" de Eugène Ysaye conmovieron al auditorio e incluso le dejaron con ganas de más ante una OSPA que también reconocía el talento del violinista por medio de una sonora ovación.

Antes de comenzar la segunda mitad, Nuno Coelho tomó el micrófono para agradecer al público su presencia y explicar breve y espontáneamente algunos detalles de las obras de Strauss que completaban el programa.

La Sinfónica, nutrida y reforzada, rayó a buen nivel en ambas obras, exhibiendo todo su poderío con un volumen pleno y unas secciones muy corales, donde destacó la cuerda, comandada en esta ocasión por Aitor Hevia. Coelho, siempre muy activo sobre el podio, manejó con habilidad e inteligencia a la OSPA, sellando hora y media de velada musical más que notable.

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