Los vecinos celebran el fin del baile de nombres en las calles: "Era una locura"
Residentes en algunas de las 21 vías que han cambiado tres veces de nombre en los últimos siete años denuncian problemas con los repartos y los documentos legales

Vecinos de Oviedo / Fernando Rodríguez
José Luis Salinas / Ch. Neira
"En los siete años que llevo aquí van ya tres nombres diferentes. Los repartidores alucinan, los hay que se pierden o que no paran de dar vueltas buscando la calle. Se pierden hasta los de Correos". El que habla es Emilio Castiñeira García, que trabaja en un portal de la que ahora es la calle Carlos López Otín, antes Concepción Arenal, antes Comandante Caballero. No tiene pérdida. O sí. Porque tanto cambio genera constantes equívocos. El Tribunal Superior de Justicia (TSJA) acaba de poner fin al culebrón judicial sobre los cambios en el callejero franquista en Oviedo, rechazando los últimos recursos que había presentado la Hermandad de Defensores de Oviedo para tratar de frenar la aplicación de la ley autonómica de Memoria Democrática en la ciudad. La fijeza de la sentencia llega para alivio de los propios vecinos, que estaban ya cansados de tanto cambio de placas. "Es una locura", resume uno de ellos. Y celebran que ya no vaya a haber más cambios.
El propio alcalde de Oviedo, Alfredo Canteli, celebró ayer que se hayan acabado los vaivenes con el callejero y mostró su solidaridad con los vecinos afectados. "Por fin vamos a poner el nombre definitivo, ya están con las placas, ya va a adjudicarse y espero que en el mes de marzo estén colocadas todas". Serán 20, porque una, la correspondiente a Plácido Arango, ya se había colocado. Con el cambio en el resto de calles, celebró Canteli, "por fin dejamos de volver locos a los vecinos con estos cambios". Y más que entonar un mea culpa quiso dejar claro que la Administración local ha sido también una víctima de todo este proceso. "No fue culpa de nosotros, la sufrimos igual que ellos", aclaró.
En las calles afectadas el sufrimiento y la paciencia han durado lo suyo. "Muchos vecinos han tenido que ir varias veces a la oficina del DNI para actualizar la dirección, porque luego, si no coincide, las cartas oficiales no les llegan. Lo mismo pasa con el carné de conducir", asegura Castiñeira, que le da un vistazo al nuevo listado de calles y, sorprendido, pregunta: "¿Coronel Aranda ha vuelto a cambiar?". Lo ha hecho. Ahora es Antonio Suárez, pero un poco antes había sido Trece Rosas.

Emilio Castiñeira / Fernando Rodríguez
"En los siete años que llevo aquí ya van tres cambios de nombre, hasta los de Correos se pierden"
En la misma calle en la que trabaja Castiñeira tiene estacionado su taxi Adolfo Fernández. "El nuevo nombre no me lo voy a aprender, igual viene otro iluminado y las cambia otra vez. Hay cosas más importantes que hacer", asegura.
Montse Palancar y Esther Álvarez trabajan en un negocio de ortopedia y de ayuda a domicilio en la plaza del Fresno, que antes fue la de la Gesta. Y ya. Esta solo cambió dos veces de nombre, para alivió de los vecinos y negocios de la zona. "Llevamos aquí desde mayo y ya se llamaba así", apunta Álvarez. "Menos mal que ahora no cambia porque si no tendríamos que modificar todas las tarjetas de visita". Un respiro. Su compañera apunta que, en realidad, la mayoría de los clientes "siguen llamándola plaza de la Gesta". Lo del Fresno, una denominación tradicional de la zona tal y como consta en mapas de principios del siglo XX, no ha calado. "Antes teníamos el negocio en el Centro Cívico, esas calles ya no sabemos cómo se llaman", agrega Palancar. "Llevamos temas de ayuda a domicilio y tenemos que darles direcciones a las trabajadoras, muchas veces lo meten en el GPS y no la encuentran porque el nombre ha cambiado".

Empleados de una inmobiliaria en Pepa Ojanguren / Fernando Rodríguez
"Hay calles que tienen un nombre en el catastro y otro en la escritura"
En el centro de la ciudad, Fernando Lamas es el director de una inmobiliaria en una calle que primero fue Diecinueve de Julio, después la calle Progreso, y, ahora, Pepa Ojanguren, aunque los portales de las viviendas del barrio se resisten estoicamente al cambio y mantienen en la serigrafía el primero de los nombres. "Es una locura. Porque hay calles que en el catastro tienen un nombre, en las escrituras tienen otro y en Google Maps otro diferente, con lo que al final te acabas volviendo loco. Y muchas veces nos dificulta la identificación de las calles porque se ven hasta tres nombres", asegura Lamas.
Un galimatías que las nuevas placas de bronce que están volviéndose a fundir ahora tratarán de resolver de una vez por todas.

Esther Álvarez y Montse Palancar, en la plaza del Fresno. / Fernando Rodríguez
"Teníamos el negocio en el Centro Cívico, no sabemos cómo se llaman esas calles"
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