Un concierto para recobrar la fe

Lección de grandiosidad musical de "El León de Oro" y la Orchestra of the Eighteenth Century en el Auditorio

Jonathan Mallada Álvarez

Jonathan Mallada Álvarez

A los últimos acordes del "Agnus Dei" de la misa de la Creación de F. J. Haydn siguió un silencio sepulcral hasta que unos tímidos aplausos rompieron la quietud y profunda introspección que la brillante ejecución de la obra sinfónico-coral produjo en los asistentes. Inmediatamente, el torrente de aplausos y ovaciones de reconocimiento alcanzó el nivel de decibelios propio de una velada musical vibrante y extraordinaria como la presenciada anoche en el Príncipe Felipe, con el patrocinio de LA NUEVA ESPAÑA.

En efecto, esta nueva entrega del ciclo "Conciertos del Auditorio", organizado por la Fundación Municipal de Cultura del Ayuntamiento de Oviedo, aglutinaba una serie de ingredientes que los exquisitos paladares del melómano público ovetense raramente pasan por alto. Al contrario, saborean estas ocasiones con una mezcla de admiración y deleite propia de quien lleva décadas gozando de una programación de nivel sobresaliente. Por eso, en buen número, se congregaron en "su templo" para disfrutar de un programa monográfico de Haydn que estuvo formado, en su primera mitad, por la Obertura de "L’isola disabitata" y la "Sinfonía n.º 26 en re menor". Estas dos obras sirvieron para que la Orchestra of the Eighteenth Century evidenciara sus óptimas cualidades. Hasta el punto de prescindir, durante esta primera mitad, de director, un hecho que no mermó los excelentes resultados de la agrupación, siempre muy cuidadosa en la afinación y el manejo del sonido, con una majestuosa y coral articulación.

Y, precisamente, el coro sería el protagonista indiscutible de la segunda mitad. "El León de Oro" se unió a la formación neerlandesa y, ahora sí, a Daniel Reuss (director) para interpretar la "Misa n.º 13 en si bemol mayor" del denominado "padre de la sinfonía". Y el público vio y creyó. O mejor dicho, escuchó.

Los luanquinos, con una plantilla muy equilibrada dieron muestra de su poderío vocal. Los pupilos de Marco Antonio García de Paz se mostraron timbrados y rotundos en la proyección, evidenciando un meticuloso trabajo especialmente destacado en las fugas. Para que la dicha fuese completa, los cuatro solistas, Berit Norbakken (soprano), Esther Kuiper (mezzosoprano), Stuart Jackson (tenor) y Henk Neven (barítono), acompañaron con acierto a los luanquinos bien mecidos bajo la batuta de Reuss y arropados con mimo por la orquesta holandesa. Sin duda, un concierto para convertir a los poco ateos de la grandiosidad de la música clásica. Amén.

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