Nadie conoce a Tatiana Coinac: la búsqueda del violento asesino del crimen de Teatinos

La Policía busca a una persona peligrosa y muy agresiva, posiblemente con antecedentes por violencia machista, por el sádico asesinato en Teatinos de la moldava, de 44 años

Coches de policía, este martes, frente al edificio en el que apareció muerta Tatiana Coinac. | FERNANDO RODRÍGUEZ

Coches de policía, este martes, frente al edificio en el que apareció muerta Tatiana Coinac. | FERNANDO RODRÍGUEZ

Chus Neira

Chus Neira

Cinco chavales juegan a la tragaperras en el bar. Parecen menores. Pelo "taper fade", pendientes, ropa amplia, risas y codazos. Detrás de ellos, acodado en la barra, hay un tío que en mal castellano quiere invitar al resto de clientes, pero los convites se los paga un muchacho que ronda a su alrededor, no más de 11 años, y que paga con el móvil. "¡El tesorero!", celebra la parroquia. En otras esquinas del local, parejas y grupos de amigos hablan de ir hacer la compra al Mercadona o de si pasar antes de cenar por el gimnasio, en Los Prados. Es lunes y en la televisión el magazine de la tarde podría estar emitiendo una conexión en directo con el barrio para informar de que la víspera hallaron muerta allí, a la vuelta de la esquina, en la bañera de su casa, a una mujer. Y que los indicios apuntan a una muerte violenta. Pero no. El hilo musical tapa las informaciones sobre toreros y futbolistas y los vecinos entran y salen, animados, sin que nadie hable de un crimen que parece pasar tan desapercibido como la víctima, una mujer que llevaba 15 años en el barrio y a la que casi nadie conocía. Hasta ahora. Se llamaba Tatiana Coinac y el viernes de la semana pasada un sádico la ató, la estranguló y la golpeó en su domicilio hasta acabar con su vida.

Ahora han pasado más días y se saben algunas (pocas) cosas más sobre la víctima y casi nada del asesino, aunque sí de lo que hizo y de las cosas que podría haber hecho antes, sin que ninguno de los giros que ha dado la investigación logre alterar la inercia y el ajetreo que se respira en esta zona de Teatinos. Tatiana Coinac vivía en la calle Ámsterdam, en un piso de 64 metros cuadrados de uno de esos nuevos bloques que florecieron cerca del nuevo HUCA, con centros comerciales y supermercados a un lado y grupos de viviendas de los años cuarenta –tendales y corrala– al otro. Allí debió de llegar a vivir cuando los construyeron, hace unos 15 años. Tal vez su condición limítrofe, de fuertes contrastes, vivienda nueva y vivienda vieja, tasas altas de población extranjera dentro de la media de la ciudad pero también parejas jóvenes, sea lo que explica parte de los resultados electorales que se registraron aquí en las municipales de 2019. La mesa 15 del distrito 5, correspondiente a estas manzanas fue la única en todo Oviedo en la que ganó Vox, con 318 votos, solo 13 más que el PSOE.

Para Tatiana Coinac esta zona de Teatinos tuvo que ser un entorno práctico para su carácter, más bien esquivo y desconfiado según las personas que la trataron. En el ir y venir de los clientes de la gran superficie, del trasiego que cae del HUCA, era una más. Y tampoco. Una de las pocas personas que la conocía, que había mantenido algunas conversaciones con ella y que creía saber algo de su vida era una peluquera de un salón de estética vecino, pero solo la trataba desde noviembre. Sus vecinos de portal no se cruzaban demasiado con ella y la describen como educada, agradable, normal. Al resto, si hay suerte, solo les puede sonar de haberla visto alguna madrugada, con el pelo recogido en un pañuelo, paseando por la manzana a su gran gato persa. Ella delante, el animal detrás, siguiéndola. Esas pequeñas caminatas nocturnas parece que tienen que ver con una personalidad huidiza, una mujer que evitaba en lo posible el trato con los demás y que dentro de su edificio dejaba de coger el ascensor si tenía que compartirlo con algún vecino.

La vida de Tatiana Coinac no debió de ser fácil. Mujer, extranjera, prostituta, se había imaginado otra existencia muy diferente en la que había estudiado algún módulo de auxiliar de clínica geriátrica con el que conseguía trabajo en una residencia del Naranco. Y los fines de semana, si se terciaba, salía con las amigas por Gijón. Eso contaba a su peluquera. Y ella, que se precia de conocer bien a la gente y que tiene otras clientas con circunstancias vitales parecidas a las que Tatiana Coinac tenía en realidad, nunca sospechó nada. "No daba el perfil", insistía el lunes. Era una chica normal, amable y algo retraída y si algo le preocupó de ella fue, únicamente, que pensó que tenía una fijación con un tipo de pelucas, una pulsión de comprar cualquier modelo de pelo rubio un poco oscuro que llegara a la tienda. Al menos así lo cuentan en el salón.

Pero Tatiana Coinac era morena, con el pelo corto, no muy alta, ni llamativa. Tenía 44 años. En su servicio de línea erótica, en sus anuncios de masajes o de contactos era Erika o Lara. En su piso había una veintena de pelucas y diversos juguetes sexuales, pero nada de todo esto explica lo que pasó el viernes de la semana pasada ni qué tipo de depredador sexual, psicópata o asesino se cruzó en su camino.

Sabemos, sí, que en los días siguientes su madre no conseguía localizarla y que por eso llamó desde Benicarló, donde reside, y expuso su caso a la Policía, que por dos veces acudió al piso. Que el domingo por la mañana la Policía Nacional consiguió acceder a la vivienda y se encontró con el cadáver en la bañera. Que el cuerpo estaba limpio. Que en el coche había una nota, pero resultó ser una falsa pista de suicidio. Que en realidad se trataba de una carta manuscrita de esas con las que los testigos de Jehová tratan de evangelizar a los vecinos. Que ella la había dejado en el coche. Que el caso siguió complicándose y que mandaron venir de Madrid a la UDEV Central, la élite de la Unidad de Delincuencia Especializada y Violenta.

Ahora ya no están aparcados a diario los coches de Policía en la calle Ámsterdam, pero los agentes siguen volcados en el caso. Creen que hay margen para confiar en que puedan localizar al asesino. Las pistas apuntan hacia una persona muy violenta, sádica, que podría haber estado ya condenada por delitos graves de violencia sobre las mujeres. Se ha logrado rescatar ADN de la escena del crimen.

Queda saber lo que pasó aquel día, aunque la autopsia ha ido recomponiendo algunas de las atrocidades. Muy probablemente, primero hubo relaciones sexuales sin signos de violencia. Después todo cambió. La ató a la cama, le anudó un trozo de tela o un pañuelo con tanta fuerza que le rompió el cuello. Le rompió varios huesos más, pero no las costillas como se había dicho inicialmente. Introdujo un objeto por el ano al cadáver, le arrancó la ropa, dejó los jirones por el suelo de la habitación y la llevó a la bañera, donde la lavó minuciosamente. Y desapareció. Por qué fue allí y qué relación le vinculaba con Tatiana Coinac siguen siendo hoy preguntas sin respuesta. Pero el cerco se estrecha y la respuesta a tanta impunidad, dolor, maldad y rabia también se acerca.

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