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El olor a hollín entristece a los carbayones

Consuelo Arranz posa con su paraguas junto a una zona calcinada. | MIKI LÓPEZ

"A los que somos de Oviedo, ver el Naranco así nos duele". David López lleva más de 30 años subiendo de manera frecuente a la cima. El fuego le pilló lejos, pues ahora vive en Olloniego, pero este sábado decidió pedalear hasta lo alto del totémico monte para observar de cerca una estampa que le trajo recuerdos. "Cuando hubo un incendio similar hace 30 años vivía en Valentín Masip y me encontré algo parecido junto a San Miguel de Lillo", explica rodeado de un fuerte olor a hollín entre un intenso movimiento de paseantes y ciclistas que ayer retornaron a la cima para hacer balance.

El entorno del Sagrado Corazón de Jesús, totalmente quemado. | Miki López

Consuelo Arranz vivió la madrugada del viernes con angustia desde su casa de Vallobín. "Era tremendo, parecía que iba a quemar todo". En la mañana sabatina cogió su paraguas arcoíris y se echó a pie hacia el Naranco para comprobar en primera persona las consecuencias de una noche dominada por el humo y grandes trazos naranjas sobre la silueta del monte. "Hoy soy más optimista, pensé que sería peor, aunque no deja de dar pena", comenta la ovetense desde uno de los márgenes de la carretera, confiada en que muchos de los árboles dañados puedan, "recuperar su esplendor".

Juan Vigón, dueño de la parrilla Buenos Aires, junto a los operarios encargados de recuperar el suministro de agua del establecimiento hostelero. | Miki López

Unos metros más arriba, Juan Vigón, propietario de la parrilla Buenos Aires, supervisa los trabajos para recuperar el suministro de agua a su negocio hostelero, reabierto después de un viernes para olvidar. "Sufrimos un susto del carajo", admite al echar la vista atrás y revivir la llamada recibida poco antes de las dos de la madrugada del viernes sobre el avance de las llamas hacia su establecimiento. "Si llega a coger la caldera se lleva todo el edificio", relata, apuntando como clave del "pequeño milagro" el hecho de que los bomberos impidiesen al fuego alcanzar dicha caldera del restaurante. "Puede decirse que tuvimos suerte después de todo", suspira al mismo tiempo que se le ilumina la cara al ver cómo de la nueva traída comienza a manar agua apenas día y medio después de que las llamas destrozasen la vieja red.

David López pasa en bicicleta por la carretera del Naranco, junto a las cenizas de los incendios. | Miki López Lucas Blanco

El cicloturista Luis Lavín tampoco perdió la oportunidad de inmortalizar un incendio casi inédito por su proximidad a las casas. "Hacía muchos años que no había un incendio de tanta magnitud y decidí acercarme a verlo", cuenta, convencido de que la gestión forestal del monte deja mucho que desear. "Hay demasiada maleza y era de esperar que en caso de incendio la cosa se fuera de las manos, deberían de limpiarlo mejor", acentúa este vecino de la zona de Pumarín.

Como ellos, fueron muchos los reconocidos amantes del monte que aprovecharon la mañana para acercarse a echarle un vistazo y se encontraron por el camino al Alcalde y el presidente del Principado. Algunos incluso ansiaban lanzarles un mensaje. "Les diría que aprovechen la quema para quitar eucaliptos y recuperar los árboles autóctonos", deseó en voz alta un David López al que el Naranco le dolió ayer más que nunca.

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