El Guadalquivir desemboca en el Campoamor al ritmo de la zarzuela

Cuenta atrás para el regreso de la zarzuela "Entre Sevilla y Triana", con una vivaz y sorprendente puesta en escena y un reparto muy asturiano

Charo Reina y Ángel Ruiz, cantando en escena. | L. Murias

Charo Reina y Ángel Ruiz, cantando en escena. | L. Murias / Elena Fernández-Pello

Elena Fernández-Pello

Elena Fernández-Pello

Antes del primer ensayo sobre el escenario, con el decorado y las luces montados, los artistas vestidos y maquillados, aún sin orquesta y solo con el acompañamiento del piano, reina en el interior del teatro Campoamor, de las salas, los camerinos y los pasillos por los que no transita el público, cierto aturullamiento. La compañía se contempla por primera vez tal y como se presentará ante los espectadores, todo el reparto perfectamente maquillado. Queda alguna pieza de vestuario que arreglar y algún texto que repasar. El equipo técnico corre a socorrer a los artistas que lo solicitan. Del interior de los camerinos salen los gorgoritos de los cantantes, calentando voces, y los más adelantados, perfectamente caracterizados, aprovechan para hacerse algún selfie antes de salir a escena.

Teatro Campoamor. Primer ensayo ante piano de la zarzuela "Entre Sevilla y Triana"

Miembros de la Capilla Polifónica. / LUISMA MURIAS

Eso, más o menos, ocurría el pasado jueves en el Campoamor, en el primer ensayo ante piano de "Entre Sevilla y Triana", la nueva entrega del XXX Festival de Teatro Lírico Español que se estrenará el 25 de mayo y tendrá una segunda representación el día 27. Ahí estaba Jesús Ruiz, el responsable de vestuario, ajustando una prenda por aquí, otra por allá, todas como recién sacadas del ropero de una sevillana que hubiera vivido en los años 50. "Está todo lleno de color, de estampados, de volantitos, de puntillas, con esa cosa muy informal, pero al mismo tiempo muy esplendorosa que tiene el folclore andaluz", contaba Ruiz mientras a su alrededor las cantantes del coro agitaban los volantes de las batas. "No hay tópico, porque tú vas a la feria de Sevilla, de Jerez de la Frontera o de Córdoba y lo que ves son unas chicas arregladísimas, con el pelo recogido, con moño, ‘bouquets’ de flores a cada cual más impresionantes…", seguía explicando, haciendo reparar en lo favorecedor que resulta el vestido típico andaluz. "Es algo absolutamente vivo y con una gran industria detrás", insistía y, con galantería, aseguraba que las asturianas lo lucen "fantásticamente". "Desde la primera vez que vine a Asturias, cuando gané el concurso ‘Ciudad de Oviedo’ de escenografía con ‘La flauta mágica’ del 91, me dije: ‘Pero si esto es como la Andalucía del norte, la gente es simpatiquísima, se come y se bebe fenomenal, hay unas ganas tremendas de comunicar la alegría…’. Me sentí absolutamente hijo de esta ciudad y esta región", contó.

Algunos niños de la Escuela Musical Divertimento, entre la ropa colgada

Algunos niños de la Escuela Musical Divertimento, entre la ropa colgada / LUISMA MURIAS

Que las asturianas y los asturianos luzcan de andaluces es importante en esta función, con un reparto mayoritariamente regional del que forma parte, entre otros muchos, el tenor sierense Juan Noval-Moro, en uno de los papeles principales, el de José María. "Soy un pretendiente de la protagonista, de Reyes, siempre detrás de ella", se presentaba antes de salir al ensayo. "Estoy intentando abrirle los ojos a Reyes, para que vea con qué clase de persona está, pero no soy una persona que tenga un especial atractivo, enseguida me cabreo", se resignaba muy metido en su papel y defendiendo a su personaje: "La quiero tanto que soy capaz de aceptar en los años 50, en la España franquista, a una mujer que ha tenido un hijo con otro". En la versión que Curro Carreres, el director de escena, hace de la obra de Sorozábal, su personaje, más bien antipático, aparece "dulcificado". Noval-Moro opina que quizás su Jose Mari sea "demasiado perro faldero". Él está encantado con él y para perfeccionar el acento andaluz cuenta con la complicidad de compañeros como la actriz Charo Reina, sevillana del barrio de la Macarena nada menos. Entre los cantantes asturianos de esta producción cita a Carlos Mesa (el señor Mariano) y Roca Suárez (mister Olden) con los que hace seis años estrenó el "Maharajá" de Maxi Rodríguez.

Haciéndose un selfi, Begoña Álvarez, Juan Noval-Moro, Mayca Teba, Carmen Solís y Germán Olvera

Haciéndose un selfi, Begoña Álvarez, Juan Noval-Moro, Mayca Teba, Carmen Solís y Germán Olvera / LUISMA MURIAS

En "Entre Sevilla y Triana" Noval-Moro ronda a Carmen Solís, que encarna a Reyes, la protagonista. La soprano extremeña, de Badajoz, derrama salero y tiene muy bien pensado su personaje. "En esta obra, al final, todos son víctimas, ella es víctima, pero ellos también", reflexionaba el jueves en el camerino. Reyes es muy diferente a ella, aunque reconoce que es "muy moderna, muy feminista y muy adelantada a su época". En otro orden de cosas, Carmen Solís dejaba caer que venir a Oviedo a trabajar le parece "un gustazo por la ciudad, el teatro, la gente, los técnicos, la comida…".

Al barítono mexicano Germán Olvera, que se estrenó en el Campoamor en 2019 con "Carmen", le ha tocado hacer las veces del galán de lo que él mismo define como "un enredo amoroso un poquito dramático". Olvera intenta entender a su personaje, Fernando, que ignora la situación de Reyes y que cuando se entera, a pesar de no estar enamorado de ella, quiere asumir su responsabilidad como padre de su hijo a la manera que se hacía antes, con "una paternidad forzosa que le obliga a casarse". En esta coproducción en la que participan el Campoamor, el Arriaga de Bilbao, La Maestranza de Sevilla y los Teatros del Canal de Madrid, el final no está tan claro y deja a la imaginación del espectador la resolución del asunto.

Apenas faltan unos minutos para que den las ocho de la tarde, suena un timbre, luego otro, y una voz va llamando a escena al reparto, uno a uno, cada uno por su nombre. Se desvela el decorado, con su azulejado, sus platos decorados y sus macetas rebosantes de flores de colores, recreando la imagen más típica de Sevilla, una Sevilla de postal. Avanza la acción, se suceden los acontecimientos y el mismísimo Guadalquivir acaba saliendo a escena. Por él llega Fernando, en barco, y a partir de ahí la historia comienza a complicarse.