El Campoamor vuelve a Arrigorri para despedir la temporada de teatro lírico de la capital
Oviedo cierra, el jueves y el sábado, otro ciclo con la producción de "El Caserío" de Guridi que estrenó hace once años

Miren Urbieta y Antonio Gandía. | MIKI LÓPEZ / Chus NeiraCh. N.,
Amanece en Arrigorri y el teatro Campoamor de Oviedo retrocede un siglo pero también una década. El último título de la temporada de teatro lírico de la capital asturiana, con funciones el jueves y el sábado, transporta al espectador al pueblo ficticio del "Caserío" vasco del título de Jesús Guridi en los años (1926) en los que fue estrenada la obra, pero también a aquel 2012 en que esta coproducción del teatro Arriaga de Bilbao y del coliseo ovetense se estrenaba por primera vez.

La banda «Ciudad de Oviedo». / Chus NeiraCh. N.,
En todo caso, en los últimos ensayos en el Campoamor, en el "ante piano" de hace pocos días, el director de escena Pablo Viar se conducía, atento, nervioso, alerta, como si las tablas nunca se hubieran transportado a ese gran cuadro de costumbres con sabor euskaldún que es esta zarzuela. "La txapela más ladeada", "el peinado de ese niño, demasiado repipi", "el coro tiene que volver a salir, más alegría"...

Pablo Viar dando indicaciones. / Chus NeiraCh. N.,
A la pareja principal, Mirem Urbieta y Antonio Gandía, se les ve contentos, disfrutones en estos amores rurales. Itxaro Mentxaka, que repite en el papel de Eustasia, llena por sí sola la escena, con gracia de su tierra.

Serena Pérez en el papel de Inosensia. / Chus NeiraCh. N.,
"El Caserío" respira a pueblo vasco por los cuatro costados. Las melodías de Guridi se alimentan de su folclore, notas musicales esenciales, sinceras y llevadas a una partitura de las más apreciadas en la producción del compositor de Vitoria, incluso escuchándolas solo con el piano como sucede esta tarde en el Campoamor.
Hay fiesta y pueblo entero. Hay frontón y pelota. Y están también los números de baile de la mano de la donostiarra Aukeran Dantza Konpainia. El cuadro de costumbres es total y se despliega con una paleta grande, en todas sus intensidades y en todos sus tonos musicales en las tablas del Campoamor. Un viaje en el tiempo que promete ser memorable.
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