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El "Tekilazo" revienta Uría

Treinta mil personas llenan el centro para escuchar a la orquesta asturiana en una fiesta transversal e interminable

Los cantantes de «Grupo Tekila», frente a la calle Uría, ayer, al inicio de su concierto. | David Cabo

Puede que a las once de la noche el "Quédate" de Quevedo, título popular de la sesión con Bizarrap que lanzó a la fama mundial al cantante canario, sonara dos veces en Oviedo. Una, en La Ería, en la voz de su intérprete habitual. Otra, en Uría, en la versión de vientos cumberos del "Grupo Tekila" con el desafío del Dani Parrondo, una de las voces de la popular orquesta asturiana: "¡Que escuche Quevedo!". Y casi podría hacerlo, dada la cantidad de gente, treinta mil según la organización, que se acumuló en el centro de la ciudad para despedir San Mateo, en un "Tekilazo"  (como dice su público) interminable y transversal, donde los abuelos con nieto y móvil y los adolescentes al corro del botellón se dieron la mano para cantar cosas como "No dudaría" o "La Macarena" o "Caminando por la vida".

Vista general de la Escandalera desde el paseo de los Álamos. | David Cabo

El último día grande de las fiestas de San Mateo logró, así, llenar la ciudad y congregar en el centro una marea humana diversa con ganas de diversión que había ido apurando la tarde con todas las atracciones disponibles en las inmediaciones, fuera el globo aerostático que por fin pudo volar cautivo en la plaza del Fresno, con cola interminable de niños, las distintas atracciones del Campo San Francisco o las terrazas del Bombé. A las diez de la noche, la hora a la que estaba prevista que arrancara la orquesta, el paseo centro de la parte alta del Campo ya era un hervidero y el personal se dirigía al eje Uría-Escandalera a buen paso, los más jovenes cargados de bolsas, los mayores, con cierta expectación incrédula. Allí abajo, ante un escenario parecido (misma ubicación) al que sirvió para la "exMecano" Ana Torroja para inaugurar San Mateo una semana atrás, el público había ido agotando todos los rincones disponibles, desparramándose por toda la plaza de la Escandalera, el paseo de los Álamos y extendiéndose por Uría y hacia el Campoamor. Mucha gente que esperaba con paciencia el inicio de la sesión ante un telón con el logotipo de la orquesta y una banda sonora de éxitos latinos, acordeón y cumbia.

Así transcurrió la siguiente media hora, sin que entre el gentío se pudiera distinguir mucho más, contemplados de lejos, que las diademas de luces led de algún niño pequeño, con orejas de gato y espumillón, los cinco sombreros de colores apilados sobre la cabeza de algún vendedor ambulante senegalés o las nubes de las caladas de "váper" lanzadas aquí y allá.

Esa marea multicultural e intergeneracional esperaba el "Tekilazo", en especial los chavales de las primeras filas, pero el telón y la descarga de fiesta superenergética no llegó hasta las diez y media de la noche. Se acababa la música ambiente, sonaba algún petardo, alguien con un puntero láser se entretenía en marcar el logotipo del grupo o el reloj de la "Caja" y la banda salía con todo su carga de adrenalina infinita.

Agradecidos y entregados, Dani Parrondo, Marga González y el resto de la orquesta salieron en mallas y con las pilas muy cargadas: «¡Comienza el tekilazo y no puedes parar!». Para arrancar después con la canción de «Oliver y Benji» y todo tipo de formas de corear y de agitar los brazos.

En un paseo entre el público, avanzando a duras penas, había que tratar de no pisar las bolsas con las botellas y el servicio de bebidas servidas con cuidado, bolsas de hielo y linterna del móvil y esquivar también a los matrimonios metidos en años que en cuanto la orquesta bajaba un poco las revoluciones y se aproximaba al baile convencional se lanzaban al «agarrao».

«Grupo Tekila», encima del escenario, no se creían el momento insólito que estaban viviendo. «¡La madre que me parió, 30.000 personas con las manos así, como si fuérais Cristo, vamooooos!», animaba Dani Parrondo antes de lanzarse a «Loco» de Justin Quiles y compañía. Pero también, como si fuera un recuerdo del San Mateo concentrado en una sesión de pachanga, se tiraron por la rumba de Melendi y lanzaron un «Caminando por la vida».

Todo cabe en su cóctel, hasta «La Macarena» con instrucciones: «¿Os acordáis cómo se bailaba esta?». Y, claro, se acordaban.

La banda quiso aprovechar la noche de «guinness» (nunca tanta gente viéndolos) y puso a prueba al público en todo tipo de braceos, fraseos y gritos. Y hasta pudo poner en peligro el parking de Uría cuando pidió a las 30.000 personas que fueran capaces de dar un salto, todos a una, en el momento en que gritaba el «Eeeeeeeh» del éxito de «Los del Río».

Antes de seguir con su sucesión imparable de coreables de ayer y hoy, el cantante se sinceró. «Grupo Tekila» cumplía 19 años y aquella era, posiblemente, «la fiesta con más público» de toda su trayectoria. Agradeció al Ayuntamiento por haberles dado esa oportunidad, al público por responder y recalcó el momento histórico –«es la primera vez que una orquesta toca en la calle Uría»– pidiendo el aplauso para los que estuvieron y están en la orquesta, para todo el equipo, para los que vienen los primeros y se van los últimos, aunque ayer, la llave la habrá echado el público, tratando de alargar los últimos compases de un San Mateo que cerró más alto y más fuerte que nunca.

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