El empresario Andrés Llano abre la puerta de su "paraíso particular" ataviado con una guayabera y con un Cohiba Behike 54 encendido en su mano izquierda, un puro formato cañonazo que mide casi una cuarta y tiene un grosor imponente. Apura una larga bocanada y el intenso olor amaderado del habano se apodera del recibidor que abre paso al bajo que tiene en San Claudio, un refugio que define como un "txoko a la asturiana" y que ha preparado a capricho para el disfrute de sus pasiones. Además de una cocina industrial que ya querrían muchos restaurantes, y de una gran mesa de madera con tantas sillas como para celebrar una comunión, el fundador de Electricidad Llano tiene en San Claudio una de las mejores cavas de puros de toda Europa. "Ahora mismo habrá unos 4.000 ejemplares, pero aquí hay puros que no puedes encontrar en ningún otro sitio. Tengo algunos que son del año 1940, auténticas joyas", explica orgulloso.
Regalos del propio Fidel Castro y el tabaco que fumaba Winston Churchill, entre las joyas de la colección
En un espacio de unos tres metros cuadrados, a una temperatura de entre 18 y 20 grados y con una humedad del setenta por ciento, Andrés Llano guarda tesoros cubanos minuciosamente clasificados por vitolas, anillas, fecha de elaboración o finca de la que procede cada tabaco, entre otros detalles. "Sólo fumo habanos y el día que no pueda conseguirlos dejaré de fumar. Es cierto que se hacen puros en muchos otros sitios, pero para mí los cubanos son los mejores con mucha diferencia. Los ejemplares que tengo aquí no los hay en ningún estanco. La mayoría están hechos especialmente para mí, con la ligada que me gusta y por torcedores que conozco desde hace muchos años", señala Andrés Llano, al que le gusta el tabaco de fortaleza media-alta. "Fumo tres puros al día, eso le dije al médico la última vez", afirma Llano, al que ni se le ocurre probar un cigarrillo. "Es evidente que es mejor no fumar nada, pero el puro está formado por hojas de tabaco naturales y no lleva otros añadidos. Por supuesto, nunca se debe tragar el humo para saborearlos, algo que si se hace con los cigarrillos", dice.
Andrés Llano guarda en San Claudio centenares de Cohibas en distintos formatos (vitolas), infinidad de ejemplares de la marca Trinidad, los Romeo y Julieta que fumaba Winston Churchill, puros de Ramón Allones, Quai D’Orsay, Montecristos, Partagás, cañonazos hechos a capricho… Y así hasta completar una auténtica mina de oro para los amantes del tabaco cubano. "Estos me los regaló directamente Fidel Castro. Son los lanceros que hacían especialmente para él en la fábrica de El Laguito. Ya no los hay. Aunque son maravillosos, Fidel sabía mucho de todo, pero de puros menos que de otras cosas", asegura Llano mientras muestra una unidad del largo y delgado habano de Cohiba que fascinó a Castro y que en su día se usaba como obsequio oficial del Estado cubano a diplomáticos y gobernantes de todo el mundo. Si hubiese que calcular el valor del contenido de la cava de Andrés Llano, el precio de los puros que contiene no bajaría de medio millón de euros. "Nunca he vendido un puro. Aquí cada amigo que viene se fuma los que quiere y se lleva otros tantos. Creo que he regalado más de los que me he fumado", asegura Llano, que es natural de Grandas de Salime y montó su empresa en Oviedo en el año 1987 "después de trabajar mucho en otras muchas cosas".
La pasión por los puros habanos de Andrés Llano es de tal calibre que el asturiano llegó a comprar una finca en la provincia cubana de Pinar del Río para producir su propio tabaco. "La compré en el año 1995 y la vendí hace poco. La sembraba el Gobierno y me daban el veinte por ciento de la cosecha, una cantidad con la que a mí me hacían unos 4.000 puros al año. Y todos eran para mí", asegura Llano, que no tenía problemas para gastarlos. "Insisto en que regalo muchísimos. Cada vez que voy a una boda llevo yo los puros y este año tuve tres", añade el empresario, que siempre que sale de casa se lleva consigo un maletín especial en el que lleva alrededor de cien puros de todo tipo. "Hace tiempo que no voy a ningún restaurante en el que no haya una terraza o un espacio en el que se puedan fumar puros. Para mí una buena comida tiene que ir acompañada de una sobremesa y un buen puro, que marida con todo, desde con licores hasta con agua", explica. "Eso de mojar el puro en el coñac es una tontería, se pierde su sabor. Hay mucho ‘quemapuros’ por ahí", añade entre risas.
Las paredes del bajo de San Claudio están repletas de fotografías que atestiguan que a Andrés Llano le encanta cocinar para sus amigos y disfrutar luego con ellos de un buen habano. En las instantáneas hay otros empresarios, actores, deportista y personas de todas las capas de la sociedad asturiana y española. "Como mejor se disfrutan los puros es durante una larga sobremesa con amigos, después de haber comido como Dios manda", dice. En las paredes del bajo de San Claudio también hay una gran bandera de Cuba –"sin ningún significado político porque no me gusta la política",afirma– y un cuadro con un lema que define a Llano: "Si en el Paraíso no se puede fumar habanos, no iré al Paraíso".
Otra de las pasiones de Andrés Llano es la restauración de coches clásicos. En San Claudio, pegado a su "txoko a la asturiana" tiene un enorme garaje con toda la maquinaria necesaria para disfrutar de su hobby. "A mi lo que me gusta es restaurar. Hay coches con los que he estado trabajando hasta 15 años seguidos", asegura el empresario. Entre la colección de joyas que tiene ahora mismo se encuentran, por ejemplo, un Willys-Knight de 1919, un Mercedes 125 S de 1956 o un Ford Fairline Thunderbird, también de 1956, que aún conserva los asientos y la pintura original.