Pando, donde San Cipriano guía a vecinos y visitantes

Pedirle al GPS que muestre el camino a Pando puede suponer un problema si no se le coloca el nombre del santo delante: "Muchos conductores acaban en Fitoria o San Esteban porque hay pueblos que se llaman igual"

José Allonca Robledo, en el exterior de la iglesia de San Cipriano y con la ciudad de Oviedo a sus espaldas. |

José Allonca Robledo, en el exterior de la iglesia de San Cipriano y con la ciudad de Oviedo a sus espaldas. | / Luisma Murias

Félix Vallina

Félix Vallina

Aunque el nombre oficial de la parroquia es Pando, los vecinos se refieren a este espacio de la zona rural ovetense como San Cipriano. Es cierto que los carteles indicadores de la carretera que llega hasta el pueblo utilizan ese topónimo, que lo de Pando es como un apellido y que si no se pone al santo delante puede generarse algún que otro problema. "Hay un sitio que se llama Pando en la zona de Fitoria y otro en San Esteban, así que muchos conductores que quieren llegar aquí meten ese nombre en el GPS y acaban perdidos en un lugar al que no querían ir", explica José Allonca Robledo, que a pesar de ser natural de Grandas de Salime lleva 42 años ligado a una parroquia de la que se enamoró desde un primero momento. "Yo aquí soy feliz y siempre lo he sido. Las vistas son preciosas, estamos rodeados de naturaleza y se respira mucha tranquilidad", asegura.

Allonca es un apellido del occidente asturiano. Dice José que el origen se encuentra en la zona de Pesoz, los Oscos y Granda, aunque cada vez hay más repartidos por la región a consecuencia de la epidemia de despoblamiento que sufren las alas del Principado. "Por allí quedan cuatro. La mayoría nos marchamos a buscar trabajo a otros sitios. Yo soy el tercero de once hermanos y en mi casa siempre se vivió del ganado y de la tierra, pero eso también se acabó", lamenta. Él llegó a Oviedo con 18 años para trabajar en la construcción y vivía de pensión en el Postigo. "Después me trasladé un tiempo a Gijón porque entré a trabajar en Duro Felguera, en el ‘Tallerón’, donde estuve durante 42 años", explica José.

Al poco de empezar en Duro Felguera, tuvo que hacer la mili en Tenerife, donde le tocó vivir una experiencia que todavía le persigue. "Me habían destinado al Sahara, pero fue cuando lo evacuaron y al final fui a Tenerife. Estando allí se produjo el accidente de Los Rodeos y me tocó estar recogiendo cadáveres durante dos noches. Aquello fue horrible", dice José Allonca haciendo referencia a la brutal colisión entre dos aviones que tuvo lugar el 27 de marzo de 1977 en el aeropuerto isleño, una catástrofe en la que perdieron la vida 583 personas y que sigue siendo la mayor tragedia de la historia de la aviación. "Hicieron una película sobre el accidente y cuando la vi no pude contener las lágrimas. Aparecían los hangares tal y como yo los recuerdo, llenos de cajas por todos los lados", explica aún consternado. "Aquello me marcó para toda la vida", asegura.

Pero el destino le trajo mucha mejor suerte cuando vino de cumplir con el servicio militar. Estando "en un baile" en El Berrón se acercó a un grupo de chicas e invitó a una de ellas "a bailar una pieza", algo que en la época era el pan de cada día en las salas de fiestas, lo más normal entre los chavales. Aquella chica resultó ser la prima de la que hoy es su mujer, la actual madrina de su hijo y la persona que hizo de hilo conector para que José iniciase su estrecha relación con San Cipriano de Pando. "A los tres años de aquel primer contacto me casé con mi mujer y nos vinimos a vivir a San Cipriano, en 1981. Ella era de aquí de toda la vida y el amor es lo que tiene, me trajo con ella", señala entre risas.

Cuando José Allonca Robledo llegó a la parroquia las cosas no eran como ahora. "Estaban haciendo las obras para poner agua corriente en las casas. A mí todavía me tocó ir a por agua al ‘Fonticu’, un sitio en el que también había un lavadero y la gente iba a lavar", explica. "Hoy en día solo quedan los restos. Hubo un argayu y lo partió en dos y lo tapó", añade. De aquella también funcionaba a tope el bar de Gelli, que era "como el centro social del pueblo" porque era el punto de reunión de todos los vecinos. "Se hacían campeonatos de tute, comidas, reuniones… Le daba muchísima vida al pueblo", señala. Actualmente en Pando no tienen ni siquiera un centro social. "Eso sí, si necesitamos hacer algo solicitamos el que hay en Faro y nos lo dejan sin ningún problema", matiza.

A principios de los ochenta del siglo pasado Pando era diferente. "Había más gente. Para empezar, en cada casa había más personas porque los matrimonios tenían más hijos. En los últimos años se han construido casas nuevas y ahora mismo todavía se está haciendo alguna, pero no hay tanta relación entre los vecinos como había antes", dice el hombre. "Muchos de los que viven aquí ahora trabajan fuera y sólo vienen a dormir a casa. El mejor indicador son los niños. Antes se veían muchos por aquí jugando y ahora hay muy pocos", explica. "Cuando yo viene a vivir aquí la gente también trabajaba fuera. Había muchas personas en la construcción, en la Coca-Cola o en la Fábrica de Armas, pero después todos tenían ganado y algo de tierra. Eso unía a la gente del pueblo", añade.

José Allonca no tardó en involucrarse de lleno. Estuvo hasta hace solo unos meses en la asociación de vecinos del pueblo, de la que fue socio fundador, y también colaboró muchos años con la de festejos. Gracias a esa unión, los vecinos consiguieron avances muy importantes para Pando, como el alumbrado público, el asfaltado de los caminos, el colector para todas las viviendas o el ensanche de la carretera que atraviesa el pueblo en un punto en el que antes, cuando pasaba un camión, "tenía que hacer mil maniobras". José también está muy orgulloso de las fiestas que se organizaban en el pueblo. Hubo años en los que se hicieron el primer fin de semana de octubre y otros el primero de julio. "Nunca se hicieron las dos el mismo año. Eran o unas u otras. Estuvieron unos años paradas y las retomamos. Al principio empezamos a montarlas trayendo de casa las mesas y las sillas de la playa, pero al final hubo años en las que se organizaron aquí unas fiestas que fueron la envidia de la zona", asegura.

Recuerda, por ejemplo, el año aquel que habían contratado al dúo "Almas Unidas", que eran un matrimonio. "El mismo día de la actuación llegó el marido y nos dijo que su mujer se había puesto de parto. Fue un chasco", dice. Pero no les salió mal la jugada. "Llamamos al promotor para que nos buscase una solución y nos trajo a Vicente Díaz. La gente quedó encantada", asegura José. De aquella había "perres". No en vano, la sociedad de festejos del pueblo contaba con 400 socios. "Montábamos una carpa de 800 metros cuadrados en el prau de La Ería y poníamos mesas para que pudiesen estar sentadas hasta 600 personas. Las fiestas eran un día de reencuentro en el que venían muchas personas que llevaban tiempo fuera del pueblo y los vecinos se juntaban para pasárselo pipa. Eran fenomenales", recuerda. También recuerda con mucho cariño, los concursos de lanzamiento de fesoria, que se hicieron famosos en toda Asturias. "De aquella tenía mucho auge. Había años en los que participaban hasta 40 personas entre hombres y mujeres. Nos lo quisieron incluso copiar", subraya José Allonca. Desde la pandemia ya no hay ninguna fiesta en Pando. "Se necesitaría que alguien tomase las riendas. Un pueblo sin fiestas pierde muchísimo".

Una de las parroquias más pequeñas de Oviedo en extensión

La parroquia de Pando tiene una superficie de 1,62 kilómetros cuadrados y es una de las más pequeñas de Oviedo en cuanto a extensión. Hoy en día solo comprende el núcleo de población de Pando aunque anteriormente también se incluía Pingón. Pando también es una de las parroquias menos pobladas, con 137 vecinos según los últimos registros de la Sociedad Asturiana de Estudios Económicos e Industriales (Sadei), que se corresponden con el año 2022. La parroquia de Pando se encuentra a solo cuatro kilómetros del núcleo urbano de Oviedo. Sus límites geográficos son los siguientes: al norte limita con Oviedo, al este con Limanes, al sur con Bendones y al oeste con San Esteban de las Cruces.

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