El concejo, parroquia a parroquia

Loriana, el pueblo que le pagó a Manolo Escobar vendiendo mucha sidra

El cantante fue contratado hace años para las fiestas de Loriana y no salió al escenario hasta cobrar por adelantado: "Tenía miedo de que le robasen el carro"

Todo estaba previsto para que el rey de la copla comenzase su actuación en Loriana, sobre las diez de la noche, pero el prau de la fiesta estaba hasta los topes y no había rastro de Manolo Escobar sobre el escenario. El cantante había pactado que le iban a pagar por adelantado y "tenía miedo de que le robasen el carro", así que no salió hasta que tuvo el dinero en el bolsillo. "Hubo que esperar a que hubiese suficientes perres en la caja de la barra de la fiesta para que empezase, pero había tanta gente y se bebió tanto que al final se le pagó. Salió con dos horas de retraso, pero salió", recuerda con gracia Carlos Fidel Fernández Areces, que era un chaval cuando las fiestas de San Bartolomé eran de las mejores del concejo. "Otro año vinieron Romina y Albano y tuvieron que bajar en ambulancia con las sirenas desde La Lloral para poder llegar a tiempo y superar el atasco de coches y de gente que había en la carretera", asegura.

Aquellos eran tiempos mejores en Loriana. Había más población y los vecinos "estaban más unidos" para trabajar juntos y montar fiestas que llegaron a ser legendarias. "Yo estuve organizándolas durante trece años, pero nosotros estábamos obligados a ser más modestos. San Bartolomé se celebraba en torno al 24 de agosto, pero a partir de 2012 se acabó todo. Ahora nos queda una fiestina muy guapa, la del Carmen de Llampaxuga, que se celebra el primer fin de semana septiembre. Este último año asamos 25 corderos y hubo 350 personas comiendo", señala Fidel Fernández, que es el presidente de la asociación de vecinos "Amigos del Charcón", de Lubrió, y que fue alcalde de barrio cuando Gabino de Lorenzo ocupaba el sillón de la Alcaldía.

Fidel ha pasado mala noche. Una de sus quince vacas se puso de parto a eso de las dos de la mañana y le tocó estar en vela para ayudar a salir a un ternero que llega al mundo para mantener viva la tradición de Loriana, una parroquia en la que la ganadería y la huerta siempre formaron parte de la economía de sus habitantes. "Cuando yo era un chaval en cada casa había por lo menos cinco o seis vacas, pero ahora cada vez quedan menos. Los paisanos trabajaban en la Fábrica de Armas, en la de loza de Trubia o en otras empresas de la zona, pero al llegar a casa tenían que cuidar del ganado y de la tierra", explica.

Este vecino de Loriana mantiene a sus animales porque es hijo de esa tradición y lo mamó desde pequeño. Nació en Lubrió en el año 1971 y es el pequeño de cinco hermanos. Su padre, Marcelino Fernández, "trabajó como un burro" en la casería familiar además de ejercer como cantero y albañil. Su madre, Sagrario Areces, se ocupaba de la casa y arrimaba el hombro como la que más cuando había que sacar las patatas o dar de comer a los animales. "Todavía vivo en esa casa, que en su día fue reconstruida por el Servicio Nacional de Regiones Devastadas, un organismo creado por Franco que se ocupaba de arreglar viviendas y edificios que resultaron dañados durante la Guerra Civil. Durante el conflicto, la casa había quedado totalmente destruida y sus restos se utilizaron para construir trincheras y parapetos en el Naranco", señala.

Cuando era pequeño, Fidel iba a la escuela de Loriana, que era mixta y estaba situada en un edificio ya desaparecido. "La profesora se llamaba Fredes y nos daba clase a unos 15 niños. Pero antes había muchos más, de hecho el colegio tenía dos plantas y mis hermanos me cuentan que estaban llenas de niños. Venían desde Gallegos y de Las Regueras", explica. "Actualmente hay muy pocos guajes y los que viven aquí van al colegio de Las Campas, una escuela que ya me tocó inaugurar a mí cuando era pequeño", añade. De sus años jóvenes recuerda los veranos en la "playa fluvial" del río Nora, un espacio natural que para ellos era "como Marbella" o algo similar. "Había hasta un chiringuito y dos trampolines. Estaba hasta los topes, venía gente de todas partes en la línea de Autos Llanera", dice.

De aquella iban a misa los domingos y jugaban al fútbol en el campo de la iglesia de Santa María de Loriana, un templo que data del siglo XII y que permanece cerrado al culto desde mayo de 2016, cuando la techumbre se vino abajo por falta de mantenimiento. "Fue la víspera de un entierro, así que no ocurrió una desgracia de milagro. El funeral tuvo que celebrarse en San Claudio y desde entonces seguimos luchando para que se arregle, pero no hay manera de que nos hagan caso", asegura Fidel, que está orgulloso de su iglesia. "Cuando la Guerra fue de las pocas que no se tocó. Ni la quemaron ni la saquearon porque había altos mandos militares republicanos que eran de la zona y ordenaron respetarla. Se cuenta que había un cáliz de oro enorme que tuvieron que esconder en una huerta cerca de Llubrió para conservarlo, pero luego desapareció también".

La iglesia de Loriana se encuentra a la vera del Camino de Santiago a su paso por la parroquia y tiene al lado la fuente Fontepeña, que tiene un lavadero y también lleva años sin ser restaurada. "El agua es natural y viene directamente del Naranco, pero aquí siempre la bebimos sin problema y a nadie le ha pasado nada. Además, dicen que les fabes cuecen mucho mejor con este agua", asegura Fidel Fernández.

Pintores y músicos

Desde hace unos años, los peregrinos también son muy habituales en Loriana. "A partir de la primavera hay un trasiego constante y por el verano pasan miles de ellos. Siempre preguntan por qué no se restauran la iglesia y la fuente", asegura el pintor Ricardo Mojardín, que lleva 33 años viviendo en Loriana y se une a la conversación. "La verdad es que aquí estoy encantado en todos los aspectos. La zona también me inspira a la hora de trabajar, sobre todo se nota en la obra de los últimos años, que está llena de bichos", asegura entre risas haciendo referencia a los animales y a la naturaleza que se reflejan en su producción artística. La parroquia también es inspiradora para los músicos como Gustavo Fernández, que es violinista de la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias y vive en Loriana con su mujer, Jantien Kassies, que también toca el mismo instrumento en la OSPA. "Es verdad que a veces estamos un poco desatendidos, por poner un ejemplo todavía no hay saneamiento en toda la parroquia, pero aquí se vive muy bien", dice Fernández.

Tanto Ricardo Mojardín como Gustavo Fernández cuentan con el honor de haber sido galardonados con el "Ponteín del Año", un galardón que otorga la Peña Deportiva y Cultural Ponteo a aquellas persona o entidades "que reúnan los méritos suficientes" y estén ligadas a las parroquias de San Claudio y Loriana. Carlos Fidel Fernández Areces, que está implicado en todo lo que tiene que ver con el lugar en el que vive, también es directivo de la peña que entrega esos premios. "Aquí está mi vida y estoy orgulloso de seguir viviendo aquí", subraya.

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En los 5,98 kilómetros cuadrados de extensión de la parroquia de Loriana están censadas 218 personas si se tienen en cuenta los datos del último registro de la Sociedad Asturiana de Estudios Económicos e Industriales (Sadei), que se corresponde con los datos del año 2022. El lugar más poblado de la parroquia es Llampaxuga, seguido de los núcleos de Loriana, Ponteo y Fabarín. Loriana se encuentra a unos seis kilómetros centro de Oviedo y es paso obligado de la ruta primitiva del Camino de Santiago.

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