El concejo, parroquia a parroquia
La autovía partió Santa Marina de Piedramuelle
La apertura de la A-63 limitó un "punto negro" de accidentes de tráfico pero dividió la zona en dos, de manera que los vecinos tienen que coger el coche o dar un gran rodeo para ir a misa o al centro social

Oviedo, parroquia a parroquia | Santa Marina de Piedramuelle / Luisma Murias
Cuando José Antonio Díaz Marrón era un chaval y el Real Oviedo jugaba en el Tartiere veía pasar por delante de su casa los autobuses de los equipos gallegos –como el Deportivo de La Coruña o el Celta de Vigo– y siempre miraba con atención para intentar reconocer a alguna de sus figuras a través de las ventanillas. La carretera N-634, a su paso por la parroquia de Santa Marina de Piedramuelle, era entonces un hervidero de coches y camiones. La "Ruta 66 española" estaba todavía en plena efervescencia y el trajín diario del tráfico, entrando y saliendo de Oviedo por este punto del concejo, le daba mucha vida a un pueblo que años después fue seccionado de un tajazo por la Autovía de Grado (A-63). "Antes había muchísimo tráfico por zonas habitadas e infinidad de accidentes. En la curva del Ribón, por ejemplo, había camiones volcados cada poco, pero también es verdad que el pueblo estaba más animado en todos los sentidos y que estaba unido. Ahora está partido en dos, por un lado está Santa Marina con sus barrios y por el otro Piedramuelle con los suyos. Además, la N-634 sigue siendo peligrosa", explica José Antonio Díaz, al que todo el mundo conoce por Toño.
A Toño no le falta razón. La llegada de la autovía sirvió para reducir muchísimo el tráfico, pero a pesar de eso sigue habiendo accidentes en la N-634. Aunque no son tan habituales como antes, algunos siguen siendo muy graves. En los últimos años al menos dos motoristas perdieron la vida en Santa Marina de Piedramuelle y varios conductores resultaron heridos en choques o salidas de vía en una zona considerada aún un "punto negro" para la Dirección General de Tráfico. La apertura de la carretera que une Oviedo con La Espina no trajo consigo medidas de seguridad para la N-634, unas medidas que llevan años exigiendo los vecinos sin que nadie les escuche. Tampoco se construyeron pasos peatonales sobre el asfalto para conectar las dos partes del pueblo que separó la autovía. De hecho, los habitantes de la parroquia llevan casi dos décadas reclamando una pasarela que conecte Piedramuelle con La Xiralda para no tener que coger el coche o dar un rodeo infinito cada vez que quieren ir a la iglesia o al centro social, pero sus peticiones siempre caen en saco roto.
Toño es consciente de todas esas reclamaciones y conoce de sobra lo que les preocupa a los vecinos de la parroquia porque lleva toda su vida en Santa Marina de Piedramuelle. "Me bauticé, hice la comunión y me casé en esta iglesia. También están bautizados aquí mis hijos Laura y Hugo", presume. No es que tenga "ocho apellidos de Piedramuelle" porque sus padres, José Antonio y María Josefa, eran naturales de la zona de Somiedo, pero Toño está muy orgulloso de la parroquia en la que vive con toda su familia. "Mis padres llegaron aquí para montar una fábrica de baldosas. Le compraron la finca a la familia Topete, que explotaba arena, pero aquello no duró mucho. Después mi padre compró una carroceta y montó la empresa que todavía seguimos gestionando dos de mis hermanos y yo", explica en referencia a "Carrocetas Santa Marina", una firma con sede en el barrio de Sendín que también lleva el nombre de la parroquia.
Hasta los diez u once años, el quinto curso de EGB, Toño iba a la escuela pública de Santa Marina de Piedramuelle. De aquella eran unos 25 niños y niñas de distintas edades, todos juntos en la misma clase, y el profesor se llamaba don Aníbal. "Le gustaba mucho pintar. Nos mandaba coger hojas de unos árboles que había frente a la escuela para que las pintásemos. Todos los viernes por la tarde teníamos que lavarle el coche", recuerda. Pero a pesar de que le hacía trabajar, Toño no le guarda rencor a don Aníbal, al contrario. "Era recto, pero era muy buen profesor, yo aprendí mucho con él. Además me regaló una caja de acuarelas para mi primera comunión", añade. Toño también recuerda cuando jugaban al fútbol en la zona de La Mortera, cuando se refrescaban en la fuente de Fuenfría, que ya no existe porque se la comió la autopista, o las que preparaba para ir a "cortejar" con Susana Trigueros, que hoy es su mujer y por entonces vivía en Ayones. "Muchas veces iba andando, pero otras le cogía la moto sin permiso a mi hermano. Tenía una Vespa que arrancaba fatal y más de una vez me dejó tirado", asegura.
Toño también se acuerda perfectamente de lo importante que fue para la parroquia la apertura del complejo deportivo de La Pixarra en una zona en la que antes había un vertedero y que sólo daba problemas a los vecinos "por sus malos olores y la insalubridad". Aunque su empresa trabaja en ocasiones para la cantera que hay en Santa Marina de Piedramuelle, Toño no es ajeno a que la explotación también ha sido objeto de muchas polémicas en la zona. "Hay quien se queja de que se genera polvo y suciedad. Oye, cada uno es libre de protestar y de pensar como quiera, estaría bueno", dice con sinceridad. Tampoco olvida cuando él y todos sus amigos cogían el autobús urbano para ir de "movida" a Oviedo y volvían en el último, que era el de las diez de la noche. Antes ese autobús pasaba cada hora, ahora lo hace cada media. "La verdad es que en ese sentido estamos bien comunicados", señala el hombre.
Quienes son "de toda la vida" de Santa Marina de Piedramuelle también echan mucho de menos las fiestas, que siempre se celebraban el último fin de semana de julio. "Evidentemente no serían las mejores del concejo por el nivel de las orquestas y por otras muchas cosas, pero para nosotros eran lo máximo. Cuando era niño, y también cuando era un chaval, las estábamos esperando como agua de mayo", señala Toño. "Me acuerdo que jugábamos partidos de fútbol contra los de San Claudio, Sograndio o Las Caldas. Había mucha rivalidad", afirma. "De aquella no perdíamos feria, también íbamos a todas las fiestas de los pueblos de al lado", añade.
Cuando Toño era niño había más vacas en Santa Marina de Piedramuelle, "ahora quedan algunas, pero pocas". Los vecinos del pueblo trabajaban en las industrias de la zona, en Trubia, en San Claudio o en Oviedo. Había bares abiertos "con paisanos de los de antes", como Casa Chato o la Pampa Gaucha. Ahora la parroquia se ha convertido en una zona de Oviedo en la que "se ha construido bastante en los últimos veinte años", en la que los casoplones individuales se entremezclan con las viviendas "de toda la vida" y donde los vecinos "sólo paran para dormir" sin hacer mucha vida en comunidad. "Estamos a seis kilómetros y medio de Oviedo. La gente hace la vida en la ciudad", dice Toño, que sigue manteniendo su oficina en el barrio de Sendín.
El nombre de la parroquia de Santa Marina de Piedramuelle viene del término latino "petram mollem", que significa piedra blanda y hace referencia al tipo de mineral que abunda en la zona y que, según los historiadores, se utilizó en la construcción de monumentos tan singulares como la Catedral de Oviedo, Santa María del Naranco o San Miguel de Lillo. En el Archivo Capitular de Oviedo se conservan manuscritos de los años 1452 y 1528 con las cuentas de la fábrica de la catedral, que recogen los jornales pagados a los canteros de Piedramuelle, entre otros. La parroquia de Santa Marina de Piedramuelle cuenta con un total de 474 personas según los últimos registros del nomenclátor de la Sociedad Asturiana de Estudios Económicos e Industriales (Sadei), que se corresponden con el año 2022. Los barrios más poblados son Sendín (130 habitantes censados), Los Escalones (116) y Piedramuelle (104). Este último barrio se encuentra a 6,5 kilómetros del núcleo urbano de Oviedo y a una altitud de 270 metros.
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