Escuela de apicultores en Cuyences: "Vienen entre 1.500 y 1.800 guajes al año a verlas"
El apiario de la falda del Naranco cumple 25 años como templo de las abejas en la capital

A la derecha, José Manuel Estrada con un panal; a la izquierda y sobre estas líneas, detalles de cómo los responsables del apiario cuidan los panales y extraen la miel generada por los insectos. / Irma Collín
Diego Sánchez
La Asociación de Apicultores de Asturias entiende la necesidad de cuidar y hacerse cargo de las abejas. En sus más de cuarenta años de historia han tenido muchas iniciativas, pero si hay una que destaca esa ha sido la creación del apiario de Cuyences. El centro ubicado en la falda del Naranco, gestionado por la entidad, se encarga de realizar actividades de divulgación de la apicultura: "El apiario saca miel, pero la idea es más de divulgación, de formación", explica José Manuel Estrada, directivo de la asociación.
Estrada, transportista jubilado, se encarga del mantenimiento del centro: "Mis labores son de cuidar del apiario, lo hago desde que me jubilé hace cinco años", aclara. A pesar de no haberse dedicado de forma profesional a la apicultura, las abejas han formado parte de su vida desde hace muchos años: "Siempre fui apicultor, no profesional, pero apicultor de todos modos… Lo tenía como hobby", confiesa Estrada.
Las instalaciones cuentan con una cabaña con pupitres, pizarra y proyector. En ese espacio los más jóvenes pueden aprender el oficio de apicultor: "Al año acuden unos 30 colegios, más o menos son unos 1.500 o 1.800 guajes a los que les enseñamos las abejas y el trabajo de apicultor, salen encantados", presume el vocal de la asociación. Mediante una serie de representaciones o por muestras directas de colmenas, los responsables del centro intentan hacer comprender e inculcar los principios del trabajo del apicultor, además de compartir con ellos los frutos de su labor: "La miel que sacamos aquí viene para las visitas de los niños de los centros, les damos un ‘tarrín’ a cada uno y se lo pueden llevar a casa", explica Estrada.

José Manuel Estrada, en plena faena. / Irma Collín
Trabajar con abejas no es una labor sencilla, por lo que se deben seguir unas reglas para que todo funcione bien en el centro: "La primera es ir bien protegidos, y por eso usamos unos trajes especiales", comienza Estrada. Los trajes de apicultor protegen a su usuario de los picotazos de los insectos, quienes defienden su colmena. "El segundo paso es emplear el humo para atontarlas y que haya menos riesgo", continúa el apicultor. Así y todo, la máxima de la asociación está clara: "Respeto a las abejas". De todos modos, no siempre es sencillo encargarse de estos animales: "Por aquí se ve a la velutina, son un lastre, buscan a las abejas para comérselas", lamenta el apicultor, aunque añade que a lo largo de todo el recinto hay "trampas preparadas para cazarlas". La velutina, o avispa asiática, es uno de los retos que afronta el apiario de Cuyences: "La velutina tiene parte de culpa (de la merma del apiaro), pero no toda", confiesa Estrada. "Si se desatiende un poco la colmena se debilita, y por eso parte de la culpa es nuestra, y es por lo que hay que tener a las colmenas bajo vigilancia", sostiene el apicultor. Estrada considera que está habiendo un nuevo pico de la apicultura, aunque considera que su desarrollo "no es nada fácil", ni siquiera como hobby: "Yo tengo abejas desde hace casi treinta años, siempre me gustaron, e incluso saqué un dinero, pero es algo que requiere cuidados y atención constante". El colectivo de apicultores pretende continuar con la labor que desarrollan desde hace más de cuarenta años. Aunque su centro en Cuyences, edificado hace 25 años, cuenta con más de una treintena de cajas con abejas, quieren ir a más: "Como cualquier ganadero, nosotros también aspiramos a que el número crezca", concluyen.
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