El sumiller que venció al vino: el excatador de El Bulli superó su adicción al alcohol y a las drogas

David Seijas volvió ejercer y reúne en un libro sus vivencias

David Seijas, posando con su libro y unas botellas de vino Famos

David Seijas, posando con su libro y unas botellas de vino Famos / David Cabo

David Seijas estaba un día en un concierto de "Red Hot Chilli Peppers" que representó para él un antes y un después. Su vista recayó en el afamado guitarrista del grupo, John Frusciante, que superó su adicción a la heroína, pero sin alejarse del alocado mundo de la música que, en cierto modo, contribuyó a ello. Seijas, sumiller de profesión y, paradójicamente, alcohólico en aquel momento y consumidor de cocaína, tomó al músico como inspiración. Hoy, tras siete años limpio, pero ejerciendo de nuevo su oficio, el excatador de El Bulli lanza el libro "Confesiones de un sommelier", donde desgrana su trayectoria vital en la restauración y habla con valentía y sin pelos en la lengua de su adicción, sus recaídas y su proceso de recuperación. El sumiller que venció al vino estuvo ayer en Oviedo para presentar la obra y celebrar un encuentro con hosteleros y llegó de la mano de las bodegas Famos.

"‘Voy a coger el toro por los cuernos’ dije aquel día", recuerda el catador con talante relajado y recostado en la butaca. Con una naturalidad pasmosa para alguien que está a punto de hablar de una parte tan íntima de su vida. "Todo el mundo me decía deja tu trabajo", dice. Lo hizo durante año y pico, pero se preguntaba "¿Por qué?". "Me sentía un perdedor; si lo dejaba todo el alcohol me habría ganado", reflexionó.

Volver a catar "es jodido", pero se lanzó a ello con seguimiento médico, la ayuda de un psiquiatra y la de la grafología. "El psiquiatra no lo veía muy claro", ríe. El subtítulo del libro es "cuando tu pasión se convierte en tu peor enemigo". "Estar toda la vida vinculado a las bebidas alcohólicas, dedicarte a esto y que sea lo que te está matando también es jodido", reitera con la palabra que empieza por j.

"Estar vinculado profesionalmente al vino y que sea lo que te está matando es muy jodido"

Había, eso sí, un factor, un hábito adquirido tras años de ejercicio profesional: catar y escupir. "Mi trabajo se hace así, ya es un acto reflejo, aunque luego salía y me lo bebía todo", vuelve a bromear, aunque cambia el talante para advertir, serio, de que nadie en su camino de recuperación se exponga como él.

La palabra exposición vuelve a incorporarse a su discurso. Porque Seijas se reexpusó a la bebida procedente de la uva paulatinamente. Primero, catando y escupiendo sin reparar en la calidad del producto; pura mecánica para acostumbrar a las papilas gustativas. Después, en entornos seguros donde sabía que no iba a correr peligro de recaída. Aunque también habla de una exposición negativa y que viven de cerca los trabajadores del sector hostelero: el mundo de la noche.

"Cuando tienes un trabajo de noche, no solo restauración, tienes ocio nocturno", opina. No puedes ir al gimnasio o al teatro a las tres de la madrugada, cuando bajas la persiana del local. "No es que todos tengan que consumir, pero hay una exposición muchísimo mayor", reitera, aunque no le gusta generalizar y bien es cierto que tuvo, y tiene, muchos compañeros que no toman nada. De nada. Y quiere dejarlo bien claro, aunque muchos compañeros le dicen que se ven reflejados en lo que cuenta. Su madre, porque es hijo de hosteleros y se crio jugando en un bar, nunca tomó una gota tras la barra.

Seijas sigue con su experiencia. "¿A quién te encuentras?", pregunta, retórico, "A los que han ido cerrando los negocios de noche que están bebiendo igual que tú". ¿Resultado? Normalización del consumo. Sobre luces y sombras, recuerda que cuando llegó a El Bulli "ya iba bien entrenado" con la bebida. "Se empieza muy joven a beber con un consumo vinculado al divertimento a perder las vergüenzas. Luego factores de la vida te llevan a un consumo superior hasta que pasas a ser un mero copiloto de tu vida", opina.

En su recuperación se rodeó de la gente que le convenía, pero el periodista le pregunta sobre las que tenía en aquellos años de oscuridad y etanol corriéndole por las venas. "¿Las compañías? yo era el peor, era el que te decía ‘no te vayas, que ya pago yo’", admite. Para él te rodeas inconscientemente de "gente como tú" y uno va a esos espacios de encuentro con una copa en la mano donde se siente "cómodo". No vas a las nueve de la mañana a ver la salida de una carrera de running.

"La gente me decía ‘deja tu trabajo’, pero, si lo hacía, sentía que el alcohol me habría ganado"

Alcohol y cocaína iban de la mano en el caso de Seijas. "Es muy fuerte porque, si bebes y tomas cocaína, puedes beber más", habla, en primera persona. Los dos compuestos se retroalimentan en un "cerebro adicto". Luego hay que compensar los efectos. "Dices ‘hostia, me he pasado de coca, voy a beber más’, es un círculo que no recomiendo ni a mi peor enemigo", declara, aunque sabe que hay "mucha más gente" de la que se piensa que está en una situación similar.

El libro comenzó, como él dice, "fruto de un error", porque en principio quería explayarse sobre maridajes regionales, pero el cuerpo y el alma le viró el timón y acabó narrando sus vivencias. Define su obra como una que trata "la vida y las adicciones" y que aborda como "convivir" con el alcohol en una sociedad, la española, donde hay que "saber hacerlo".

Su propósito es ayudar y hacerlo desde un punto de madurez que le ha llegado después de años limpio, pero sin olvidar cuando era dependiente del alcohol. Primero, sin tener plena consciencia del problema. Después, teniéndola pero autoengañándose y sin tratar de ponerle solución. Después, la fase en la que tomó cartas en el asunto, pero que duró seis años de lucha y recaídas.

Esa época en la que carecía de esa madurez de la que habla fueron más hacia dentro, "en silencio" porque es un tema tabú, porque cuando pasas una adicción "te hacen sentir mal". "Así se veía antes a un adicto, se le dejaba de lado", estima el catador, tanto de la medicina como de la sociedad. Por eso, desde el foco mediático que le da su éxito profesional, quiere tender puentes y manos amigas para que otros, como él, venzan la adicción. Cómo él, que con "tiempo, terapia y esfuerzo", consiguió convertirse en el sumiller que venció al vino.

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