Izik-Durko, pianismo de altura
El canadiense inaugura las Jornadas "Luis G. Iberni" con una OFIL madura y compacta que se despidió con "La Quinta" de Chaikovski

La orquesta "Oviedo Filarmonía", ayer, al inicio del recital que inauguró las Jornadas de Piano «Luis G. Iberni». | David Cabo
Último día de octubre y a la memoria de las víctimas de la dana tras un minuto de silencio arrancaban las Jornadas de piano "Luis G. Iberni". Lo hacían con el ganador del Concurso Internacional de Santander en 2022, el canadiense Jaeden Izik-Durko con la Oviedo Filarmonía, tras su recital en solitario en febrero de este año para la Sociedad Filarmónica de Gijón, y con el regreso al podio del italiano Vincenzo Milletarì (1990), quien ya estuvo dirigiendo la clausura de los Conciertos del Auditorio 2022 con una excelente gala lírica.
La inauguración del ciclo, que organiza la Fundación Municipal de Cultura y cuenta con la colaboración de LA NUEVA ESPAÑA, ofreció un atractivo programa que comenzaba con el estreno absoluto "… humanidad que viene de las tinieblas, y se esfuerza, incansable, por llegar a la luz...", obra de Manuel Martínez Burgos encargo de la Asociación Española de Orquesta Sinfónicas en colaboración con la SGAE inspirada en "La Regenta" de Clarín. Obra vistosa y agradecida de escuchar, se inicia con 25 metafóricas campanadas y consiste en tres movimientos sin interrupción, en los que se juega con todas las combinaciones posibles de la tímbrica orquestal.
El Concierto para piano y orquesta en fa sostenido menor, op. 20, de Alexander Scriabin en sus tres movimientos nos permitió corroborar las buenas sensaciones de Izik-Durko junto a una buena concertación del italiano en la primera composición orquestal del ruso, transición entre siglos y armónicamente muy particular.
Obra refinada, introspectiva y repleta de impulsos, como así la entendieron los intérpretes: contundente el Allegro, delicado el Andante central y enérgico el Allegro moderato final, pianismo de altura bien respaldado por una OFIL clara en todas sus secciones bien llevada por Miletarì y el necesario entendimiento con el solista.
En la segunda parte, para enlazar con la mejor Rusia musical, la "Sinfonía n.º 5 en mi menor, op. 64" de Piotr Ilich Chaikovski, repitiendo que "no hay quinta mala" y siendo una de las grandiosas páginas orquestales que no pueden faltar cada temporada para poner a prueba músicos y público. Último romanticismo, melodismo en estado puro de esta página atormentada expresando el fatal destino. Emociones a flor de piel con unos tempi muy contrastados y extremos, como las dinámicas de Milletarì con una OFIL madura y compacta donde brillaron sus solistas pero sobre todo la buena y personal lectura de esta joya sinfónica.
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