Entrevista | Javier Almuzara Poeta, presenta el poemario «Esperanza de vida» en la Biblioteca de Asturias
"Escribo poesía para vengarme de la muerte"
"Estoy en un periodo muy fecundo, de plenitud vital y creativa: acabo de publicar el libro y prácticamente tengo otro acabado"

Javier Almuzara. / Juan Plaza

Javier Almuzara (Oviedo, 1969) presenta su poemario «Esperanza de vida» a las siete de esta tarde, en la Biblioteca de Asturias «Ramón Pérez de Ayala», en Oviedo. El acto, organizado por la Asociación de Amigos de la Biblioteca, es de acceso libre y estará presentado por el músico Pablo Moras.
–¿En qué punto de su trayectoria poética sitúa «Esperanza de vida»?
–En un momento de plenitud vital y creativa. Es un libro muy extenso, escrito en un periodo relativamente corto de tiempo, en tres años, y recoge cien poemas. Es el libro, de largo, más extenso que he publicado. Son poemas muy variados en tono, en forma, en extensión. Estoy en un periodo muy fecundo y me sorprendo a mí mismo de esa exuberancia creativa. Uno tiene que atender a la llamada de la musa y ahora me llama de continuo. Acabo de publicar el libro y prácticamente tengo otro acabado. Hay una cierta euforia, no sé dónde me conducirá. Además, en este libro estoy yo de cuerpo entero.
–¿Qué quiere decir?
–Aquí se junta a lo que ya había explorado, que era pensar el sentimiento y sentir el pensamiento, a la manera de Unamuno, una veta humorística que da cuenta de cómo soy yo, una persona risueña. Mis poemas solo se parecían a medias a mí; ahora cada vez se parecen más a mí.
–¿La poesía es un camino hacia el autoconocimiento?
–Exacto, y de clarificación. Uno va descartando, en la fronda del estilo, los excesos y va buscando una senda iluminadora, un camino diáfano. Una claridad que es difícil tanto para mí como para el lector. Los poemas aspiran a una nitidez compleja, y por lo tanto no pueden ser fáciles.
–¿La poesía que más cala es la que tiene ligereza?
–A mí la ligereza me gusta mucho, lo mismo que detesto la frivolidad. La frivolidad no se toma nada en serio, la ligereza le quita peso a lo que importa, lo hace llevadero. Yo he buscado esa ligereza, esa soltura.
–Por el título se diría que el libro contiene una poesía optimista.
–Sí, en el fondo sí. Mi poesía siempre ha tenido una finalidad fundamental, que es vengarme de la muerte. Yo escribo porque voy a morir y sé que no puedo negarme a ese hecho, pero también sé que puedo ponérselo difícil, puedo preservar lo mejor de mí para que no se pierda del todo lo que amo, y para ello uso mi destreza, que es escribir, poniendo música, música verbal, que eso es la poesía, a los recuerdos y confiando en que la memoria de los demás prolongue su vida.
–El arte es intrínsecamente optimista: el creador confía en que su creación le sobrevivirá y su voz se escuchará en el futuro.
–Esa es la clave, llegar a los demás con algo que no me distingue de ellos, porque mi experiencia es común. Lo que a mí me importa, respecto a mí, es también lo que les importa a los demás de su vida. El poeta no habla de lo que le hace diferente a los demás, habla de lo que les une. Lo que le hace distinto es cómo lo dice. Si lo hace bien, nos lee el pensamiento, el corazón también.
–¿Se ha sentido arrastrado por los versos?
–Completamente, arrebatado. La experiencia poética es como la musical. Me caigo constantemente del caballo, como Pablo de Tarso: cada poco veo un rayo de luz que me cambia la vida.
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