Ciudad secreta
Nacho Felipe solo quiere tener una guitarra eléctrica
Tras cuatro décadas en la música y más de treinta bandas, el ovetense debuta en solitario el 28 de diciembre en la sala Small Dream

Nacho Felipe, en una imagen promocional de su nuevo proyecto.
El 20 de julio de 1986 Aniano Felipe dejó a los chiquillos en Puebla de Lillo, metió en el coche a su mujer, María Ángeles Cabeza –"médicos los dos", subrayaba siempre, orgullosa, su suegra Lola– y la convenció de que al llegar a León buscarían una tienda de música y regresarían con una guitarra eléctrica y un amplificador para su hijo mayor, Nacho, por más que no se la mereciera. En realidad, tuvo que argumentar sin mucha lógica ante la madre que el chaval había puesto tanto empeño en quedarse sin aquel regalo de cumpleaños como en demostrar que su vida estaría ligada de por vida a ese instrumento. Nachín, Ángeles lo sabía bien, no había hecho otra cosa desde los 6 años que pasearse con la guitarra española en aquella funda de cuadros, de casa a la parroquia del Corazón de María y al cole, a la Gesta. Sus primeros acordes, La, Re, Mi, le bastaban para sacarle una sonrisa a los padres evocando las coplas de la tuna de sus años universitarios, acompañar en misa y vacilar en clase. Pero desde aquel verano en que fueron a ver a los primos a Luzaga, en Guadalajara, y vio por primera vez una guitarra eléctrica, no quiso otra cosa. Mudados ya a Soto de Llanera, entre los 12 y los 15 años Nacho Felipe pidió todos los días una guitarra eléctrica como quien pone una vela a San Judas Tadeo. Y todas las mañanas, al coger la lista para ir a hacer la compra, la madre descubría un apunte hecho a mano por su hijo entre las manzanas y las galletas de chocolate: "Una guitarra eléctrica". Las plegarias fueron atendidas y aquel curso, meses atrás, último trimestre, el padre se lo anunció: "Si apruebas todas, te compramos la guitarra". Y Nacho, con la lógica aplastante del rock’n’roll, lejos de ponerse a estudiar, ante la inminente llegada del instrumento dedicó todas las horas del día en tocar más y mejor para estar preparado ante el momento en que pudiera enchufarse a un amplificador. Consiguió siete "muy deficientes" y un test de esfuerzo para la moral de sus padres, que, pese a todo, aquel día regresaron a Puebla de Lillo con una stratocaster roja y un amplificador Talmus Halley 25.

con otra de sus bandas, "Los Playtex". / LNE
El instrumento está hoy en casa de Nacho Felipe después de un viaje de ida y vuelta parecido al de su dueño. El próximo 28 de diciembre a las 22.30 horas presentará en la sala Small Dream, en Oviedo, su primer proyecto en solitario. Ha pasado por más de una treintena de grupos, lleva cuatro décadas dedicado a la música y confiesa que esta puesta de largo es una forma de conjurar la buena mala suerte de seguir en esto sin saber todavía cómo funciona, cuál es el camino del éxito.

Dando clases de guitarra en Los Robles. / LNE
Lo cuenta con la velocidad y la comedia habituales, marca de la casa, un tipo que parece una fuente de energía inagotable y que resume en dos trazos la decepción que sufrió en 1993 al enterarse de que el camino de baldosas amarillas que llevaba al salón de la fama del rock’n’roll no llevaba, en realidad, a ningún sitio. Ese año Nacho Felipe ganó el concurso de maquetas de Los 40 con su grupo, "Mala Suerte". Allí estaban su hermano Luis, al que años atrás le había montado una batería casera con tiestos vacíos en un cuarto de atrás de casa –"mucho tocasteis la música", le saluda todavía con más alivio que rencor algún vecino–, Dani León, guitarrista veloz al que había conocido en los conciertos de Johnny Radiator, y su vecino Toño Ruisánchez. Antes había llegado a firmar un éxito local de pop-rock, "La Bahía", con el proyecto "Dirección prohibida", pero cuando a su hermano Carlos le fue bien con "Tira como puedas" él decidió alejarse del pop y tirar por el lado malote del rock urbano y la chupa cuero. De ahí salió "Mala Suerte" y el primer fracaso. "Ganamos el premio, grabamos el vinilo, nos hicimos las fotos y el videoclip y nos quedamos esperando, porque pensábamos que ya estaba, que íbamos lanzados al estrellato y nos iríamos de gira. Pero no. No existe la gira. Lo desconocía entonces y lo desconozco ahora, no sé cómo se da el siguiente paso".

Como McIvory en un musical en Madrid. / LNE
Hay un poco de falsa modestia y automentira en las palabras de Nacho Felipe, porque el millón de amigos con el que va a tocar en la presentación de su proyecto en solitario con perfil en Spotify contiene una vida dedicada al rock en todas sus variantes. El año que no se fue de gira conoció el mundo de la orquesta y tocó por primera vez con Javi Méndez, el queridísimo Alejandro Blanco Espina o Paco Patallo. Produjo grupos, montó el estudio Groove Audio Sistemas con Fernando Menéndez, le ficharon para hacer teatro musical en Madrid, por tres veces, entre 2001, y 2010, montó una empresa de animación y 3D con su hermano, puso en marcha la banda "Los Ministros" para la TPA y entre 2012 y 2016 vivió en Lanzarote, a pie de playa, tocando todas las noches a "Los Beatles" en los hoteles de la isla con "Club4". Un día tuvo la certeza de que no podía seguir en aquella rueda y regresó a casa. Ahora reparte su tiempo entre las clases de guitarra, sus mil grupos de versiones ("Los Bíceps", "Los Tríceps", "Los Cuádriceps"), la capitanía del programa de jam sessions en la sala Small Dream (antes en el Gong) y, desde ya, su proyecto en solitario. Nacho Felipe sigue en pie y tiene una guitarra en la mano. El éxito también era eso y su padre lo intuyó, de alguna forma, aquel 20 de julio camino de León.

"Mala Suerte", con Nacho Felipe a la derecha. / LNE
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