"Romería" en el Campoamor

Rodrigo Cuevas en casa, una fantasía

El cantante ovetense convirtió ayer el teatro Campoamor en el primero de sus dos conciertos en la ciudad (hoy repite) en una verdadera "Romería"

Humor, amor y emoción en la piel acompañaron las dos horas largas de concierto con público y artistas entregados desde el primer minuto y una ovación interminable de despedida

Cuevas con el cuerpo de baile.

Cuevas con el cuerpo de baile.

Chus Neira

Chus Neira

Cuando Rodrigo Cuevas lanza la mirada sobre el patio de butacas del teatro Campoamor, la levanta al gallinero –ovación en cada localidad– y dice eso de "qué gusto tocar en casa, cachis la mar, cómo presta", después de haber regalado ya tonada y twerking en "BYPA" y "Más animal", y cuando al acabar una preciosa "Rambalín" rematada en lujo vocal y mimbre mínimo, nota que hay espectadores emocionados hasta la lágrima y que van a seguir aplaudiendo durante todos los minutos que hagan falta y él se deja y se derrite por dentro, cuando pasa eso, como sucedió ayer, la romería va por dentro y por fuera y el concierto es único.

Cuevas se pasea por el patio de butacas al inicio del concierto.

Público asistente. / Fernando Rodríguez

Rodrigo Cuevas llegó ayer con su gira al teatro de su ciudad después de haber salido a hombros en plazas de todo el país y parte del extranjero y ofreció el gran espectáculo de su "Romería" a un público entregado desde el primer momento en que las luces empezaron a bajar. Lo ejecutó como el cabaretero nato que es –labia, descaro y arte–, como el músico delicado que lleva en la voz y que arropan con gozo y magia Rubén Bada, Tino Cuesta, Mapi Quintana y Juanjo Díaz, pero también como el artista sincero capaz de hablar a todas las generaciones y de cumplir una deuda con el regreso al lugar que pisó por primera vez, confesó, en 1995 con el programa "Veo veo".

Arriba, Cuevas con el cuerpo de baile; debajo, público asistente. | FERNANDO RODRÍGUEZ

Cuevas se pasea por el patio de butacas al inicio del concierto. / Fernando Rodríguez.

El primero de los dos conciertos de Cuevas (hoy vuelve a tocar en el Campoamor) fue una gran fiesta para todos los públicos en la que no hizo casi ni falta que agitase a la gente diciendo que "pa bailar bien hay que ponese de pie". Ya lo estaban haciendo, atentos y divertidos a toda la provocación que saliera del cantante. "¡Qué fantasía, muches gracies".

"En les romeríes", explicó, "ún se da cuenta de que tien amigues maravilloses, o un follamigo, o les primes de tu madre, son un paisaxe donde ún se da cuenta de la libertá de la que goza, pero la libertad ye como la yogurtera, hay que usala, y hoy vamos facelo". El diálogo fue más largo y prestoso, pero vale como muestra. Después presentó a la banda y con la música de "Nueve semanas y media de fondo" ("You Can Leave Your Hat On") se quitó el chaleco y se paseó gozoso entre las butacas pidiendo al personal que se desprendiera de ropa y se la lanzaran: "Tiráimelo fuerte".

Lo hicieron, divertidos y entregados, y Cuevas siguió con "Arboleda bien plantada", de su anterior disco. En el escenario, además del cuarteto encargado de ejecutar con precisión los arreglos del folk electrónico de sus producciones, le acompañaron los bailarines Paula Naves, Máximo Ramírez y Blanca de Cossío, dirigidos por el coreógrafo Pablo Dávila.

Cuevas no hizo leña de los polémicos tuits que se colaron en una cuenta oficial de Cultura del Ayuntamiento de Oviedo pidiendo su cancelación. Una pequeña referencia a los hackers turcos y una gran humorada final, cuando toda la banda bailó, ya con el público abandonando el teatro: "La muchacha turca", de Simarik. Sí soltó alguna broma sobre las luces de Navidad y la faba, y protagonizó un "rescate" de dos personas que habían llegado tarde y no les habían dejado entrar. Ante las normas severas que suelen regir en el Campoamor pidió Rodrigo que llegara "el tiempo de palmeras, no ser robles, ser flexibles".

Quedaba todavía mucha noche y mucha fiesta por delante. Hubo un "Valse" para bodas y un brindis con el público, "Cómo ye", "Xiringüelu", "Matinada (resaca)" , más twerking masivo y el anuncio constante de que allí, en aquel teatro, iba a "cagase la perra". Perreo hubo, y devoción, y risa. Después de la citada larguísima ovación a Rambal, todavía siguió con la "Muiñeira para a filla da bruxa", "Romería" y los saludos finales que fueron otra fiesta dentro de la fiesta, un nunca acabar. Salvación y fantasía.

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