El secreto operístico mejor guardado para el público juvenil

El teatro Filarmónica fue escenario ayer de la representación de la adaptación operística para jóvenes de "El secreto del otro", realizada por Íñigo Santacana

El espectáculo tuvo una gran acogida entre el público menudo, que se mostró sorprendido por las características de este género musical

La representación de «El secreto del otro», ayer, en el Filarmónica.  | LUISMA MURIAS

La representación de «El secreto del otro», ayer, en el Filarmónica. | LUISMA MURIAS

Jonathan Mallada Álvarez

Jonathan Mallada Álvarez

La denominada "Trilogía de Beaumarchais", cuyas obras más célebres son "El barbero de Sevilla" y "Las bodas de Fígaro", se cierra con "La madre culpable", una obra musicada siglos después por Darius Milhaud que, en la tarde de ayer (a las 17.30 y a las 19.30 horas) se pudo disfrutar en el teatro Filarmónica, dentro de una adaptación para jóvenes a cargo de Íñigo Santacana.

La coproducción de la Ópera de Oviedo y el Palacio de Festivales de Santander resulta interesante y atractiva para el exigente público infantil que, durante una hora, disfrutó de los enredos entre los condes de Almaviva mediante una propuesta dinámica y sugerente.

La escena de Santacana –una estancia con mobiliario íntegramente creado a partir de cartón– nos transporta al ámbito privado del matrimonio, bien caracterizado por Francisco Sierra y Vilma Ramírez, cuya relación encubre diferentes engaños y traiciones. Beggears, el villano de la trama, estuvo interpretado por un convincente Ángel Simón, mientras que los personajes secundarios (Fígara, Querubino y Florestine), encarnados por Arantxa Fernández, Oskar Fresneda y Silvia Bango, respectivamente, mantuvieron la hilaridad de los asistentes a través de constantes interacciones con la sala.

Notable el papel vocal de los tres protagonistas, así como del pianista Marcos Suárez, en una partitura compleja y exigente que se fundió con momentos de electrónica mediante grabaciones de la obertura de "El barbero" y "Las bodas de Fígaro" para mantener la atención del público que, en última instancia, se vio obligado a decidir entre un final triste o feliz para esta adaptación operística.

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