Murray McClellan, el Indiana Jones que se enamoró de Oviedo
El estadounidense es un arqueólogo de las culturas mediterráneas antiguas que ha excavado en la mayoría de países que rodean el "Mare nostrum"
El norteamericano, que vive y disfruta de los encantos de la ciudad desde hace siete años, inicia ahora un ciclo de visitas guiadas al Museo Arqueológico y al de Bellas Artes

Murray McClellan, frente a la Casona de Regla, en Oviedo. / David Cabo
El arqueólogo estadounidense Murray McClellan no daba crédito a lo que le ofrecían. Estaba en los Andes argentinos, en un pueblo, en un viaje con alumnos del "high school", el instituto, donde impartía clase. La tendera le mostraba un cráneo humano, perfectamente limpio y descarnado, en una bandeja. "’¡Compre!’, me decía", recuerda el norteamericano de una entre sus muchas anécdotas. Además de en Sudamérica, McClellan ha recorrido todo el Mediterráneo y otras muchas partes del mundo con sus expediciones arqueológicas. Pero ningún lugar es comparable a Oviedo, una ciudad que le hizo rendirse a sus encantos y en la que reside desde hace siete años. El especialista, actualmente jubilado, se lanza ahora con un ciclo de visitas guiadas al Museo Arqueológico, que se extiende durante los próximos meses, y al Museo de Bellas Artes de Asturias, estas últimas de la mano de la Asociación de Amigos de la pinacoteca.
Su idilio con Oviedo empezó en el año 2000 con una visita turística y un detalle tan sencillo como el clima. En aquel momento, era el jefe de una excavación arqueológica en la base naval estadounidense de Rota, en Cádiz, donde destapaban una villa romana en plena pista de aterrizaje. "Nos avisaban por radio cuando venían los aviones; al principio nos apartábamos, luego nos acostumbramos y nos daba igual", ríe, con un español con ligero acento mexicano. Lo estudió en su juventud e hizo un intercambio en el país azteca para perfeccionarlo. "En Cádiz hacía mucho calor, ¡vinimos a Oviedo y nos encantó!", dice, hablando por él y su esposa, la también arqueóloga Pamela Jaye Russell, que le acompaña en este retiro dorado.
La pasión por el mundo antiguo de este "Indiana Jones" nacido en Illinois a principios de los 50, especialmente por la cultura grecolatina y el vidrio de esa época, comenzó con los idiomas al estudiar la carrera de Latín y Griego. Fue entonces cuando un máster en Arqueología se cruzó en su camino y tuvo su bautismo profesional en 1973, en una excavación en Israel. "Supe de inmediato que era mi camino", manifiesta. Le seguirían decenas de viajes, entre los que figuran trabajos en Chipre, Jordania, Libia o Grecia, donde vivió cuatro años. También España donde, además de en Rota, trabajó las ruinas grecorromanas de Ampurias, en Gerona, y en Villamartí, un pueblo al norte de Jerez. Todo ello mientras compaginaba la vida universitaria, con su cátedra en la Universidad de Boston, aunque la jubilación le llegó como profesor de instituto.
Pasión por la capital
En Oviedo, vive en el Antiguo, una zona que le tiene enamorado y por la que al matrimonio le encanta pasear. Para la ciudad, todo son halagos. "Los colores, las viviendas, la arquitectura, ¡todo es maravilloso!", exclama. Se declara a renglón seguido "fan" del arquitecto Miguel de la Guardia, quien proyectó la plaza de la Escandalera y edificios como la Casa Conde, a principios del siglo XX. Esa curiosidad por las construcciones y las esculturas ovetenses dio como fruto un libro, que aún tiene por editar, titulado "Oviedo te mira", por las estatuas y las figuras de las fachadas, por las que se siente observado en sus caminatas urbanas.
Además de este arte más contemporáneo, elogia construcciones como la Fuente de la Rúa, y, sobre todo, el prerrománico asturiano. "Santullano es la iglesia más importante del mundo de ese estilo", se atreve a decir, y lo argumenta: "Conserva las pinturas, tan especiales, que no tienen figuras humanas". Se lamenta, eso sí, que "se conoce poco" fuera de nuestras fronteras. Y en cuanto a templos, cabe decir que en un terreno que el matrimonio McClellan tiene en Tellego, en Ribera de Arriba, se levanta la capilla de San Pedro, que data del siglo XVIII.
Si alguna vez ve a un caballero risueño, canoso y de gafas que pasea absorto por las maravillas de Oviedo, no lo dude, es McClellan. El arqueólogo que cayó rendido a los encantos de la ciudad y que sigue disfrutándola con la mirada ilusionada del que descubre, investigando, un tesoro centenario.
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