Luto en la medicina por Enrique Portilla, histórico jefe de Traumatología en Mieres que tenía "una gran vocación de servicio"
Los compañeros del médico, que fue edil mierense tras las primeras elecciones democráticas, destacan su entrega al oficio y su profesionalidad

Enrique Portilla / LNE
El médico mierense Enrique Portilla Fernández-Villaverde, con una larga trayectoria como jefe del servicio de Traumatología del Hospital Álvarez-Buylla de su concejo natal, falleció el sábado en Oviedo a los 94 años de edad. A su dilatada carrera profesional como cirujano traumatólogo se une que formó parte de la primera corporación de la democracia en el Ayuntamiento de Mieres como concejal, tras ser candidato por Coalición Democrática, embrión de Alianza Popular, en las elecciones municipales de 1979.
Portilla ejerció además una destacada labor en el Colegio de Médicos de Asturias durante las presidencias de Carmen Rodríguez y Alejandro Braña. Durante dieciséis años fue vocal de Médicos Jubilados en la entidad.
El traumatólogo mierense, que estuvo siempre muy implicado en la vida social de su municipio pero también de la cuenca del Caudal, deja esposa, Carmen Hierro Echevarría, dos hijos, Eduardo y Pelayo, cinco nietos y un bisnieto. El funeral por su eterno descanso se oficiará hoy, a las doce del mediodía, en la iglesia parroquial del Corazón de María de Oviedo. Acto seguido, sus restos recibirán sepultura en el cementerio de Mieres.
Enrique Portilla nació en Mieres y desde los años noventa residía en Oviedo. Su padre, Luis Portilla Fernández-Miranda, había sido médico también y trabajó en la Fábrica de Mieres. Era primo de Torcuato Fernández-Miranda, político y jurista gijonés que tuvo un papel clave en la Transición, ante el que tanto Enrique como su padre hicieron gestiones, por ejemplo, para la instalación del alumbrado en el campo de fútbol Hermanos Antuña. Por ello el traumatólogo mierense recibió la insignia de oro y brillantes del Caudal Deportivo, de manos de su presidente, Gustavo Losa.
El presidente del club mierense y exalcalde de Mieres, Luis María García, destacó que Enrique Portilla "significa mucho para Mieres, ya que además de su actividad profesional trabajó mucho por el pueblo". El traumatólogo y expresidente del Colegio de Médicos de Asturias Alejandro Braña recuerda a Portilla como "un gran amigo y un gran profesional con un alto sentido de la ética". "Estuvo siempre muy implicado en la vida del Colegio", indica. Recuerda que acudía "con frecuencia" a la entidad y que siempre estaba dispuesto a ayudar. Allí participaba en la tertulia de médicos jubilados. Portilla ocupó, durante cuatro años, una de las vocalías de la directiva que comandaba Alejandro Braña.
Coincide Luis Antuña, actual presidente del Colegio de Médicos de Asturias, en "la implicación" que mostraba tanto con la entidad como con el valle del Caudal. Ambos resaltan que cada año organizaba una celebración de hermandad que reunía a médicos y farmacéuticos de la comarca en la ermita de Cenera coincidiendo con la festividad de San Cosme y San Damián. Un evento que siguió organizando durante su jubilación y a la que acudió el año pasado.
"Muy querido"
Enrique Portilla era, señaló Antuña, "muy querido y estaba muy implicado en todas las responsabilidades que asumía". "Tenía una gran vocación de servicio a los demás", añadió. Su trayectoria profesional la desarrolló íntegramente en el complejo hospitalario de Mieres, salvo una temporada en la que estuvo en obras y el servicio de Traumatología se trasladó al antiguo hospital de Hunosa y las cirugías se realizaban en el Hospital Monte Naranco de Oviedo.
Enrique Portilla, a quien recuerdan sus allegados como "una persona tremendamente afable y un enamorado de la Medicina", tuvo un papel destacado en la biografía del que fue secretario de Estado de Economía, el ovetense José Manuel Campa. Le salvó la vida de niño, cuando el médico lo atendió en el hospital de Mieres tras resultar herido de gravedad en un accidente de tráfico en Pajares, una colisión con un camión en la que fallecieron sus abuelos paternos. Cuarenta años después, en 2010, Campa y el doctor se reencontraron.
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