La misa crismal reúne a 130 sacerdotes en torno al altar de la Catedral
El arzobispo, Jesús Sanz Montes, realizó la tradicional bendición de los santos óleos

Sacerdotes y seminaristas, ayer, en torno al altar mayor de la Catedral durante la misa crismal. | LUISMA MURIAS
Una interminable comitiva de sotanas blancas desfiló minutos antes de las once de la mañana de este Martes Santo por la Catedral. El motivo fue la celebración de la misa crismal, en la que unos 130 curas diocesanos se dieron cita para renovar sus promesas sacerdotales y asistir a la bendición de los santos óleos por parte del Arzobispo, Jesús Sanz Montes. "En cuatro sacramentos el óleo es signo de la bondad de Dios: el bautismo, la confirmación, orden sacerdotal y unción de los enfermos", explicó el prelado durante su homilía.
Los religiosos procesionaron hasta el altar, mientras el exrector del Seminario, Sergio Martínez, entonaba "Jesús nos amó hasta el extremo" en una Catedral con una notable asistencia de fieles para participar en la mayor concentración de sacerdotes del año. La misa congregó también a varios seminaristas y diáconos. También se pudo ver a algún asistente sin sotana, pero con alzacuellos sentado junto a los fieles en los bancos de la Sancta Ovetensis.
Sanz dio explícitamente la bienvenida a Braulio Sáez, obispo Auxiliar emérito de la Arquidiócesis de Santa Cruz de la Sierra (Bolivia), que tras una larga trayectoria pastoral en el país sudamericano retornó a Asturias para disfrutar de su jubilación en Gijón. También recordó sus inicios como sacerdote y tuvo un recuerdo para los religiosos fallecidos en el último año.

Seminaristas portan los santos óleos, ayer, durante la misa. / LUISMA MURIAS
En los casi veinte minutos de homilía, el Arzobispo se dirigió a los sacerdotes comenzando con una referencia al inicio de la Semana Santa con los actos del Domingo de Ramos. "Acompañando a nuestro pueblo, hemos entrado en Jerusalén junto a Jesús, que se adentra con el paso lento del borriquillo y no con el trote de un alazán para ponerse al ritmo de nuestras andanzas lentas y parsimoniosas", explicó.
A continuación, admitió que la misa crismal es una de las celebraciones que más aguarda a lo largo del año por el significado que tiene para la vida sacerdotal. Sanz Montes repasó su larga trayectoria. "La providencia me hizo pasar por distintas diócesis como franciscano: Toledo, Ávila, Roma, Burgos, Madrid Salzburgo, Huesca, Jaca y Oviedo", enumeró.
Sanz Montes se refirió a la misa crismal como una liturgia imprescindible, tanto por lo que significa la renovación de las promesas sacerdotales, como por la importancia de bendición de los santos óleos de los enfermos, el óleo de los catecúmenos y el Santo Crisma, que realizó en la misa.
Sobre la reafirmación de las promesas que los religiosos protagonizaron minutos después a pulmón, con los brazos extendidos y al unísono, el prelado aseguró que "renovar significa hacer nuevas las cosas", y que "es mucho más que reformar", sino que es "volver a pronunciar nuestro sí a la incesante llamada que se nos hace cada día".
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