Opinión

Juan Carlos García Palacio

¿Quién provocó el incendio de la Universidad de Oviedo en la revolución de Octubre del 34? Capítulo 2: El fuego

Una reconstrucción de los hechos realizada por Juan Carlos García, funcionario de la Universidad de Oviedo, tras su propio trabajo de documentación e investigación ofrece conclusiones sobre lo sucedido

La fotografía del incendio en la Universidad de Oviedo publicada en el libro de Aurelio del Llano.

La fotografía del incendio en la Universidad de Oviedo publicada en el libro de Aurelio del Llano. / Servicio de Reproducción de Documentos de los Archivos Estatales

Juan Carlos García Palacio, funcionario de la Universidad de Oviedo, cuenta en tres capítulos la historia que, según sus propias investigaciones, explica el incendio que destruyó el histórico edificio de la Universidad de Oviedo durante la revolución de Octubre del 34. Este es el segundo de los capítulos.

El incendio se produjo el día 13 de octubre, pero ¿a qué hora? De lo recopilado en la prensa de la época podemos obtener datos convergentes:

El día 10, unas doscientas personas se encontraban refugiadas en el número 4 de la calle San Francisco, sede de los Almacenes Simeón. El 12 por la noche los revolucionarios ordenaron el desalojo en dirección a la Universidad, pero fue aplazado hasta la mañana del 13. "El sábado, a media mañana, volvieron a dar órdenes de salir de la casa y de pasarse a la Universidad. Uno a uno comenzó el desfile, arrastrándose por detrás de los colchones de la trinchera y así ganaron el colegio de Recoletas. Después por los patios de la Universidad pasaron a una casa de la calle de Fruela, en la que penetraron rompiendo un ventanal". Es fácil deducir que, a media mañana, nada había quemado en la casa de Valdés Salas.

Por otra parte, según Onieva: "A las diez de la mañana del sábado día 13 llegó a la puerta de la Universidad un camión conducido por rebeldes (el diario "La Voz de Asturias" añade que fue por la puerta de la calle Ramón y Cajal). "Estos extrajeron tres ametralladoras y un buen número de cajas de dinamita de veinticinco kilogramos cada una. Todo ello pasó al interior. Transcurrió una hora larga. Luego se vio que sacaban las ametralladoras, que las devolvían al camión, y que éste salía disparado por la calle de Los Pozos".

Onieva en su relato apunta que: "Por último, a las dos de la tarde, un grupo de cincuenta o sesenta revolucionarios, que eran los que estaban guarecidos en los claustros y torreta, salieron a la plaza de Riego y huyeron precipitadamente hacia el Ayuntamiento".

El periodista Alberto Espinosa hace un repaso cronológico en base a las palabras de dos oficiales de Correos santanderinos, Piñeira y Moreira. Al llegar al día 13, apunta que: "A la una de la tarde la Telefónica y las ruinas del Hotel Covadonga han caído en poder del Tercio y guardias de Asalto y de Seguridad".

"Empieza a arder la Universidad y se ven saliendo del edificio quince o veinte revolucionarios que van cayendo por el fuego de la tropa". "Se empiezan a oír fuertes explosiones de dinamita del lado de la Universidad. Es que explotan grandes cantidades de explosivos que hay allí almacenados".

El diario "El Carbayón" también publicó con claridad: "El sábado, en las primeras horas de la tarde, cuando los revolucionarios se dieron cuenta de que las tropas del ejército iban a entrar de un momento a otro por la calle de San Francisco, decidieron abandonar la Universidad, pero llevados de su furor destructivo, antes de salir del edificio colocaron en distintas dependencias cajas de dinamita y después prendieron fuego al inmueble por la parte que da a la calle de Ramón y Cajal. Pocos minutos después las llamas iban apoderándose poco a poco de la Universidad y al llegar el fuego a las dependencias donde habían sido colocadas las cajas de dinamita, las explosiones iban culminando la obra destructiva".

Y aquí llega la descripción "técnica" más completa del suceso realizada por Onieva, que incluso apunta como hora del incendio las dos y media de la tarde. "Asomados a un balcón observamos que entre las tejas de la Universidad asomaban unas volutas de humo negruzco correspondientes a los locales de Secretaría". "El humo se intensificaba por momentos, y, de pronto, un estampido brutal que arrojó un centenar de tejas al espacio nos dijo que acaba de explotar una caja de dinamita. Abriose un boquete en el tejado, se estableció inmediatamente una corriente de tiro y pronto una gran llamarada coronó el edificio. Al mismo tiempo, apareció otra lengua de fuego en la pared Este (el diario tuvo aquí una errata y confundió punto cardinal con el demostrativo) y más tarde en la esquina de la calle Tartiere. La Universidad ardía por tres sitios a la vez. Luego otra explosión y otra, hasta diez, probaron que las cajas de dinamita habían sido distribuidas estratégicamente por todo el inmueble para que no se salvara un libro, un papel, ni siquiera una teja".

Los impactos de diversos calibres apreciables en columnas y paredes se explican por el tiroteo sostenido entre los revolucionarios y los guardias de asalto parapetados en el tejado del edifico del hotel Covadonga. La superior altura de este daba a los guardias una posición de ventaja visual sobre el patio y claustro.

La dinamita pudo ver reforzado su poder destructivo con alguno de los sistemas utilizados para aumentarlo, no se puede afirmar que fuera el caso, pero entre otros muchos, por ejemplo, empleaban tubos de conducción de aguas y canalones en los que introducían los cartuchos quedando así hecha una bomba.

El 13 de octubre, las llamas convirtieron en cenizas y escombros todo el patrimonio universitario: la Biblioteca Provincial Universitaria, la Biblioteca especial de la Facultad de Derecho, el Archivo, la colección pictórica, el retablo manierista de la capilla, el material científico de Física, Química e Historia Natural, y todo el material pedagógico y mobiliario de las aulas, laboratorios, así como la documentación de las dependencias administrativas. Solo se salvó el Pabellón de Ciencias y la torre que servía como observatorio meteorológico y la estatua sedente del fundador Valdés Salas. Y de los miles de libros debieron quedar solamente los que se utilizaron como aspilleras en la ventanas para disparar desde ellas.

Hasta el momento, todas las fuentes apuntan como hora del incendio más allá del mediodía, sin embargo, Aurelio de Llano escribió que a eso de las once y media los vecinos de la Plazuela de Riego oyeron una pequeña explosión en la Universidad y poco después comenzó a arder por varios puntos a la vez. Y como quiera que esa discrepancia puede ser suficiente para que algunos se aferren a lo que mejor acomoda para sostener una versión distinta, es momento de poner las cosas en su sitio.

Las fuentes de Aurelio de Llano son erróneas; en esa información y en otras de su cronología, porque (digámoslo claramente), a las once y media no pudo comenzar el incendio. Las explosiones y el incendio o el incendio y las explosiones comenzaron a primeras horas de la tarde, que son perfectamente compatibles con las dos y media, hora local; pero este dato, así expuesto, no convencerá a quienes estén dispuestos a valorar unas fuentes y despreciar otras a partir de relatos y entrevistas, así que se impone una aproximación, hasta la fecha no analizada: la interpretación de la excepcional e impagable fotografía tomada por el capitán de Infantería retirado Rafael Salazar (publicada en 1935 por Aurelio de Llano en su libro) que muestra el inicio del incendio, la posición del Sol y la proyección solar sobre el suelo; es decir, la sombra.

Y es que gracias a dicha imagen y las sombras proyectadas en la calle Ramón y Cajal se puede deducir razonablemente que el Sol estaba al sur con algo de componente oeste (pasado un poco el mediodía solar) sumando a ello el hecho de que en 1931, con la proclamación de la II República, se había "acordado dejar sin ningún valor ni efecto la Real Orden Circular de 9 de marzo que estableció el adelanto en el presente año de la hora legal en sesenta minutos", lo que se mantuvo hasta el inicio de la Guerra Civil equiparando el horario solar local con la hora oficial; todo esto sustenta con mayor fuerza que el incendio no pudo comenzar antes de la una, hora oficial. Por tanto, se enfatiza un horario perfectamente compatible con el expresado por quienes vieron huir a los revolucionarios a las dos de la tarde y las primeras llamas, una media hora después, aquel sábado 13 de octubre de 1934.

Agradezco a don Ángel Gómez, delegado en Asturias de la Agencia Estatal de Meteorología, por orientarme sobre cómo utilizar los vértices y aristas de las fachadas de los edificios y sus sombras como reloj de sol, e indicarme un ejemplo de aplicación informática web que permite determinar la posición del astro solar y sus ángulos vertical (altura) y horizontal (acimut) de incidencia en función de la hora y del día de cada año.

Este artículo continuará con su tercer y último capítulo: "Los autores".

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents