Pinín encontró su sitio en el mundo: "Allí paso las horas con mis plantas, mis libros y mi dibujo"

El artista vive en el Paraguas y muy cerca, en el Postigo, dispone de un local

José Enrique Pinín, en su estudio del Postigo.  | JER OSPINA

José Enrique Pinín, en su estudio del Postigo. | JER OSPINA

Oviedo

José Enrique Pinín, allerano de nacimiento, llegó al Oviedo Antiguo hace más de veinte años, tras un retiro en León que le sirvió de reseteo vital. De ser, en la práctica, cuñado de Ernesto Zedillo, presidente de México, con todo lo que ello conllevaba tras una etapa de casi catorce años en el país azteca, a hacer el escudo de la fachada del Palacio de Revillagigedo por encargo de Cajastur. Y más o menos por ese tiempo, con el nuevo milenio y después de su retorno a España, Pinín acabó en el casco antiguo de Oviedo.

Primero vivió cerca del Oviedo redondo, en la calle San Melchor García Sampedro. Luego se alejó un poco, a un piso donde estableció su primer taller personal, en Bermúdez de Castro, pero tantas idas y vueltas ya estaban cerca de concluir. "Ya vine para acá, me ubiqué aquí, vivo en el Paraguas", comenta Pinín en el local del Postigo Bajo que hace las veces de estudio, biblioteca, punto de encuentro con sus alumnos y para sus tertulias. "Aquí paso horas con mis plantas, mis libros, mi dibujo. Después de más de cincuenta años, que dan para mucho, encontré mi sitio en el mundo, tras pasar por muchos lados", relata Pinín, que de crío estuvo en un colegio de frailes en Valladolid. "Desde entonces siempre estuve fuera de casa: en Madrid; en Valencia donde estudié Bellas Artes; recorrí todo México, estuve en Chiapas, luego llegó mi retiro a León y entonces hay un momento en el que sí encuentras tu sitio". Ahora tiene casi 70 años. "Más que encontrar tu sitio, te llega de improviso, no es algo que se haya buscado, sino que a través de un caminar encuentras esa especie de amor a primera vista y pum", abunda.

Un barrio de libertad

¿Dónde reside el encanto del Antiguo para ese flechazo? Pinín, –"es mi apellido, no un seudónimo copiado al sobrino de Pinón, el personaje de Alfonso Iglesias"– aclara el artista, que resume las razones de su enamoramiento por el casco antiguo ovetense: "No necesito ni más ni menos. No tengo propiedades, no tengo coche, no tengo casa, vivo de renta. Tengo libertad. Este es un sitio de barrio, donde todos nos conocemos. Cuando pasa un tiempo conoces a la gente de las tiendas, conoces al vecino… Vas creando una especie de familia, nos vamos conociendo, creas amistades y relaciones con gente que te hace favores y a los que tú también se los haces".

Algo tendrá el Antiguo cuando ha atrapado a un artista acostumbrado a contrastes, que igual congenió con zapatistas que vivió rodeado de guardaespaldas y expuesto a un secuestro, "viví al lado del poder", por su relación con la hermana de Ernesto Zedillo, el presidente de México. "Conocí todo el estrato social y político del país. Allí aprendí a conocer mis limitaciones, una auténtica medicina para mí contra la depresión y la ansiedad".

Tras esa etapa agitada, "todo un batiburrillo", reconoce, Pinín se autoimpuso un retiro de cuatro años en La Venta de la Tuerta, entre León y La Robla, "en una casa que me dejó un matrimonio y donde casi fui autosuficiente, tenía mi huerta, mis gallinas y venía una vez al mes a Asturias para dar unas clases a amigos y poder ir tirando",recuerda.

¿Qué encontró Pinín en el Oviedo redondo? "Aquí haces barrio, haces pueblo de alguna manera. Para mí, el Antiguo es una especie de pueblo dentro de la ciudad, con el encanto de rincones como la Muralla, el Paraguas, el Campillín. Desde mi casa veo la torre de la Catedral y también puedo ver cosas que ya no se dan en otros sitios de la ciudad, como ir al Campa y estar con los paisanos que echan la partida. El espíritu que respiro aquí me da tranquilidad".

Equilibrio y convivencia

Todos esos espacios y alguno más forman el ecosistema del veterano artista y se complementan con otra realidad, que también celebra. "El Antiguo tiene el atractivo de poder conectar con la gente de aquí, de toda la vida, con el contrapunto que es la movida, que abarrota de gente estas calles durante el fin de semana", apunta José Enrique Pinín.

"Existe un equilibrio entre estos dos ambientes: el tranquilo de los vecinos y el, entre comillas, escandaloso de la movida. Pero si hay respeto, puede haber convivencia entre ambos", plantea el artista. "No quiero dramatizar, el ambiente de los fines de semana a veces propicia ciertos desmadres, pero ahora me siento más tranquilo; me parece que no hay tantas broncas como antes", comenta Pinín, que más de una vez ha pintado en sus dibujos y cuadros temas y escenas propios del casco antiguo. "Es un buen sitio para trabajar y vivir. Los rincones y el ambiente del Oviedo antiguo proyectan una energía que sirve de inspiración".

La integración de Pinín en el Antiguo marcha viento en popa hasta el punto de colaborar con la asociación vecinal Oviedo Redondo en cuanto puede. "Hago el personaje de Xuanón de Cabañaquinta en la recreción del Manifiesto del Hambre". Otro de los encantos que destaca José Enrique Pinín de la vida en el casco antiguo tiene que ver con "lo cuidado que está el barrio. Aquí he notado mucha limpieza. Toda la ciudad está limpia y cuidada, en general, pero en un barrio como este, de movida, donde se mueven muchísimos tipos de gente, de chavalería, los fines de semana especialmente, impresiona ver con qué rapidez hay limpieza. Sales al día siguiente y está todo limpio. Muy distinto de otras ciudades en las que he vivido, nada que ver".

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