Ciudad secreta

El niño que de pequeño no comía bien ahora cocina cada día 300 comidas y cenas en Oviedo

Florentino Menéndez gestiona todo el proceso alimenticio de la Cocina Económica

Florentino Menéndez, entre los foones de la Cocina Económica de Oviedo.

Florentino Menéndez, entre los foones de la Cocina Económica de Oviedo. / Miki López

Son las diez de la mañana y la Cocina Económica está a pleno rendimiento. En la zona exterior, dos trabajadores colocan en el almacén cajas de lechuga. En la cocina, se elabora el menú y al lado se clasifica la comida. Mientras tanto, por el portón entra una furgoneta que viene de recoger más viandas. "Compramos el 3% de los alimentos que servimos; entre comidas y cenas damos unas trescientas al día". Al frente de todo este dispositivo se encuentra el jefe de Cocina, Florentino Menéndez, al que la cardiopatía de su hijo mediano y una operación de hernia le cambió la vida.

Nacido en Oviedo, es el segundo de cuatro hermanos. "Era el más rebelde", recuerda. No comía muy bien y había alimentos que no le gustaban. "Mi madre hacía lentejas para todos y a mí no me gustaban nada. Ahora, me encantan" La familia vivía en La Argañosa y los cuatro retoños iban al colegio de Las Campas. "Cada día nos cogía un autobús, pero había jornadas que lo perdía. Jugábamos en la parada y era muy despistado". El camino, lo tenía que hacer a pata.

Florentino Menéndez, entre los fogones de la Cocina Económica de Oviedo. | MIKI LÓPEZ

Florentino Menéndez con sus padres y sus tres hermanos, en una foto del álbum familiar. / LNE

Su primer trabajo fue con diecisiete años. "En junio acabé los estudios y a los pocos días empecé en La Gruta". Fue su escuela de cocina. Empezó haciendo ensaladas, se ganó la confianza de la gerencia y pasó a ser ayudante de cocina controlando los pescados. Acabó siendo cocinero en la parrilla. "Allí estuve siete años". Las jornadas de trabajo eran largas. Mucho, de hecho. "Los viernes y sábados no salíamos de ahí". Bodas, todo tipo de celebraciones y las comidas del día a día llenaban la agenda. Sin embargo, La Gruta era como una familia. Menéndez tira de memoria para recordar el cariño que le tenían Servando, Félix y Paulino. "Eran unos cocineros buenísimos; nos tratraban como a hijos".

Salir de la zona de confort y hacer una cocina más vanguardista fueron los motivos que le llevaron a cambiar de trabajo. La siguiente línea de su currículum laboral la ocupa Del Arco. A pesar de que su trabajo continuaba siendo agotador, Menéndez lo compatibilizaba con sus estudios. También hizo estancias fuera y ganó importantes premios como el campeonato de jóvenes cocineros. Fue en 1991 y el año siguiente se alzó con la victoria Pedro Martino. En este momento, le llegó el turno de hacer la mili. Le tocó un destacamento al lado de Astorga. "Éramos 34 y yo era el cocinero". A sus compañeros los conquistó con el paladar.

El jefe de cocina que de pequeño no comía bien

El cocinero, durante su etapa en el servicio militar en Astorga. / LNE

De retorno en Oviedo, volvió a Del Arco. Después pasó a De Labra. "En la cocina podía estar las 24 horas del día; no me cansa nada, pero tenía un problema y es que no tenía tiempo para mi familia". Casi no vio crecer a su hijo mayor, que en la actualidad hace interpretación en Madrid. El segundo estudia Recursos Humanos y su fortaleza ha sido un ejemplo para toda la familia. Nació con una cardiopatía y los médicos les daban muy pocas esperanzas. "Nos dijeron que tenía un 25% de posibilidades de salir delante". Fueron tres operaciones a vida o muerte y, de pronto, a Menéndez le viene a la cabeza una anécdota. "Mi hijo estaba en medio de una operación y una enfermera nos dijo que fuéramos a comer. Se nos había olvidado. Bajaron a la cafetería y una señora empezó a decirme que me había colado. En otras ocasiones, le habría montado un pollo, esa jornada pasé". Pasar días y días en el hospital junto al trabajo en la cocina hizo que Menéndez tuviese serios problemas de salud. "Me operé dos veces de una hernia discal. La primera salió mal, aguanté hasta volver a operarme y decidí que no podía seguir así". La salud está por delante del trabajo.

En este momento del reportaje, Menéndez hace un parón. Su móvil acaba de recibir un mensaje. Son las notas de su hijo pequeño que estudia el bachillerato de Bellas Artes. Las analiza concentrado. Mira una a una y hace una evaluación final. "Son muy buenas".

El jefe de cocina que de pequeño no comía bien

Menéndez con sus hijos, en la cocina de casa. / LNE

Una llamada divina

Cuenta Menéndez que hace ocho años recibió una llamada divina. Era de la Cocina Económica para ver si le interesaba formar parte de la plantilla. "Hasta el momento, no tenía ningún contacto con la entidad. Sólo un amigo voluntario y fue sor Esperanza quien le enseñó las instalaciones de la calle San Vicente. Quedé enamorado del sitio". El tipo de cocina que le tocaba hacer era muy diferente. De platos de vanguardia a la tradicional receta de las lentejas. Algunos no entendieron esa decisión, pero Menéndez ganó en calidad de vida. "Aquí tenemos la suerte de estar reinventándonos todo el día". Empiezan la semana con un menú que puede cambiar a diario. Todo depende de las donaciones que tengan y su fecha de caducidad. La premisa es que ningún alimento se desperdicia; todo se usa. "Hacemos cocina de aprovechamiento y nos salen platos muy buenos".

En la actualidad dirige a un equipo de once personas que cada día lo dan todo. "Con este grupo daría las mejores bodas". Su jornada comienza mucho antes; a las ocho de la mañana ya está en el corazón de Oviedo y sale de trabajar después de las comidas. "Ahora voy al gimnasio con mi mujer". Algunas noches vuelve a la calle San Vicente para ver a los voluntarios.

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