El "Cuarteto Quiroga", todo un clásico

La formación de cuerda, en compañía de la OSPA, convence en el auditorio Príncipe Felipe con su concierto dedicado a Haydn, Mozart y Beethoven

La OSPA, con el «Cuarteto Quiroga» en el centro, durante su concierto de anoche. | JER OSPINA

La OSPA, con el «Cuarteto Quiroga» en el centro, durante su concierto de anoche. | JER OSPINA

Jonathan Mallada Álvarez

Jonathan Mallada Álvarez

Oviedo

No defraudó la décimo tercera entrega de abono de la temporada de conciertos que organiza la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA) con la colaboración del diario LA NUEVA ESPAÑA. En esta ocasión, la antepenúltima cita del curso entrañaba la vuelta del prestigioso "Cuarteto Quiroga" –formado por Aitor Hevia y Cibrán Sierra (violines), Josep Puchades (viola) y Helena Poggio (violonchelo)– colaborador artístico y habitual en las programaciones de la orquesta asturiana. Los cuatro músicos comandaron con mucho acierto cada una de las secciones y afrontaron con gran seguridad el atractivo programa.

Bajo el título "Vuelta a los clásicos", se había diseñado un programa compuesto por tres sinfonías de los máximos exponentes del clasicismo musical: Haydn, Mozart y Beethoven.

La velada musical comenzó mediante la "Sinfonía número 1 en mi bemol mayor" de Mozart, una obra compuesta por el genio Salzburgués cuando apenas contaba nueve años donde el Cuarteto Quiroga, y una plantilla reducida de músicos de la OSPA, ofrecieron unas notables prestaciones, con una cuerda rotunda y compacta muy maleable para ajustarse al carácter de cada uno de los tres movimientos.

Cerraba la primera mitad la "Sinfonía número 49 en fa menor" de Haydn, más conocida como "La Pasión" al evocar la Pasión y muerte de Cristo, hecho que se percibió en el dramatismo imperante en los cuatro movimientos. La formación se movió como un solo músico –sin la necesidad de director– y logró unos balances muy acertados merced a la incontestable sonoridad de la cuerda: brillante en los violines y profunda en los violonchelos y contrabajos.

Tras la pausa, la segunda parte estaba dedicada a la interpretación de la "Sinfonía número 8 en fa mayor", op. 93 de Beethoven. Aunque no se trata de una de sus páginas sinfónicas más relevantes, la ejecución de los músicos, con una plantilla más amplia, resultó vibrante y atractiva, con unas maderas sobresalientes y unos metales bien timbrados que se unieron a la espléndida cuerda para regalar una esmerada interpretación.

El público, más numeroso que en citas pasadas pero lejos de lo que cabría esperar en un concierto de semejante nivel, agradeció con aplausos el trabajo de los músicos durante la hora y media de recital.

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