Eduardo Fernández pone en hora a Teatinos desde hace 57 años: la historia de uno de los negocios con más pedigrí del barrio ovetense
"Aquí no hay relevo generacional; hay escuelas y aprendices, pero se está perdiendo esta manera de trabajar", cuenta el relojero, que empezó en el gremio junto a su padre y ahora continúa con su mujer

Eduardo Fernández, en plena faena en el mostrador de su relojería. / Mario Canteli
Cincuenta y siete años dan tiempo para vender muchos relojes y de todo tipo, desde los más clásicos de bolsillo a los más habituales de pulsera y los presentes en todas las casas de pared, en cualquiera de sus distintos formatos. Es el oficio de Eduardo Fernández, como antes lo fue de su padre, con quien compartió mucho tiempo en una joyería relojería que, como reza la placa de la entrada, lleva dando servicio a los miles de vecinos de Teatinos desde 1968, cuando abrió sus puertas en un arranque emprendedor.
"Mi padre, que fue quien dio nombre a la joyería, empezó desde chiquillo de aprendiz, en el taller de la joyería Migoya frente a la Universidad, y luego ya se colocó por su cuenta, primero en un taller junto a la iglesia de San Juan y luego ya se instaló aquí en el barrio, en un local junto a este", relata el segundo Eduardo Fernández de una familia que ha puesto en hora a los vecinos durante más de medio siglo, una tarea que continúa pese a los cambios vividos en un sector que lo tiene cada día más difícil.
"Él era joyero y yo relojero, entre mi padre y yo complementábamos dos ramas del negocio, en el que hay más especialidades como, por ejemplo, la de engastador o la de gemólogo", comenta Eduardo Fernández. La joyería va camino de los sesenta años de atención y permanencia en Teatinos. "Probablemente seamos de los negocios más antiguos en el barrio, aunque quizá el que más tiempo lleva de todos sea la carnicería de Justo Colunga, que siempre ha estado en el mismo local, mientras que nosotros permutamos porque el original era mucho más pequeño", reconoce Eduardo Fernández, que además de llevar su vida trabajando en la zona, es otro de los vecinos de siempre en este barrio del noreste de Oviedo: "Toda mi vida ha estado entre la Colonia Ceano, donde sigo teniendo mi domicilio, y la joyería en Bermúdez de Castro". Sin ir más lejos, el banquete de boda de sus padres fue en el Jumbal, un restaurante de referencia durante décadas para todo Oviedo, situado en las inmediaciones de la Avenida del Mar.

Eduardo Fernández padre, en los años setenta, en su negocio. / LNE
Tiempos distintos
Un arraigo que da para muchas anécdotas como la de que su madre, Cuca Velasco, "cuidó a Quini de pequeño". La infancia del mítico delantero, nacido en Teatinos, es muy recordada por muchos de los vecinos del barrio. Esta doble vinculación residencial y laboral, es uno de los motivos que explica la identificación de la joyería-relojería de los Fernández con Teatinos. "Claro, hemos atendido a todo el barrio, somos de aquí de toda la vida e intentas hacerte un nombre con una seriedad que ahora entre los jóvenes quizá se tenga menos en cuenta porque los hábitos de compra han cambiado mucho. Luego siempre te llega alguno a ver cómo le puedes solucionar el problema. Está claro que la venta por internet nos ha hecho mucho daño, no puedes ir contra los tiempos; pero cuando viene un cliente de siempre le sigues llamando por el nombre de su familia. Ese trato cercano y que te cuenten las cosas, se nota", describe Eduardo Fernández, que sabe bien lo que es superar retos complicados, como fueron, primero la implantación del centro comercial y, más recientemente, la pandemia.
"Cuando abrió el centro comercial y nos ofrecieron instalarnos, las condiciones que nos ponían eran bastante leoninas y preferimos no ir allí", revela Eduardo Fernández. Otro momento crítico llegó con la pandemia. "Había muchas dudas de lo que pasaría cuando hubo que cerrar y para nosotros fue traumático porque en esos primeros días mi padre falleció de un infarto", comenta.
Gremio con futuro complicado
El gremio de las joyerías y relojerías tiene el futuro complicado. "El otro día me decía un viajante que para su próximo viaje tendrá siete establecimientos menos, que ya se han dado de baja por jubilación o por otras razones; las empresas fabricantes cada vez se remiten más a sus propios servicios técnicos", apunta Eduardo Fernández. "Aquí no hay relevo generacional. Hay escuelas y aprendices, pero se está perdiendo esta manera de trabajar. Las casas no te sirven repuestos, está la cosa más apretada", comenta el relojero que, a sus sesenta años de edad, es consciente de que la cuenta atrás de su actividad profesional ya está en marcha: "Ahí estamos, mi mujer necesita unos años más". Los relojes de Bermúdez de Castro y su entorno todavía tienen cuerda.
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