Opinión
"Las ranas", la nueva serie del periodista de LA NUEVA ESPAÑA Yago González sobre las personas y las cosas de Oviedo: Octubre

Octubre
La fuente de las Ranas, en el Campo San Francisco, es el lugar al que me llevaban a comer la merienda cuando era un bebé. Esto a ustedes no les importa nada, lo sé, pero así sabrán el motivo del encabezamiento de esta serie de artículos que hoy comienza en mi estimada sección de Oviedo. Las ranas, además, son un animal que en general cae simpático: redondeado, elástico, de ojos saltones y lengua certera. Estos textos quieren ser también un poco anfibios: algo autobiográficos, algo costumbristas, algo saltarines, quizá algo venenosos o verdes... Un chorrillo de palabras refrescantes sobre las personas y las cosas de Oviedo, como el chorrillo de agua que escupen las ranas de la fuente.
Ya que este chorro inaugural se produce en los primeros días de octubre, me apetece hablar de este mes. Octubre es el primer "round" del otoño, un mes de transición, de cambios, de esas cosas que siempre cuestan. El curso ha alcanzado velocidad de crucero, al verano ya no lo vemos ni con prismáticos retrovisores y los justicieros nocturnos que custodian las esencias de San Mateo (Batmans armados con un telefonuco) ya no saldrán a fotografiar rincones vacíos del Antiguo hasta las fiestas del próximo año. Toca pisar hojas, y Oviedo no es mala ciudad para pisar hojas. A mí me gusta cuando las de los álamos, amarillentas, se pegan al pavimento del Campo tras la lluvia.
Un amigo mío llama a esta época "el túnel", un periodo de varios meses de frío y oscuridad del que no saldremos ya hasta mayo. Un Negrón existencial que invita al recogimiento, a la introspección. Quizá emerjamos del túnel con otro trabajo, otra pareja, otras tristezas y otras alegrías. O tal vez no, puede que el túnel sirva precisamente para curtirnos en lo cotidiano, para aprender a saborear el brillo de los días iguales pero diferentes. "Hay algo ritual en la rutina", escribe la poeta madrileña María Martínez Bautista.
Nos ponemos más ropa, más mantas. Armadura térmica. Esto a veces conlleva dilemas logísticos, como cuando alguna noche de fin de semana entramos en un bar atestado. ¿La copa en una mano y el abrigo en la otra durante toda la juerga, o nos la jugamos y apelotonamos el abrigo encima de la máquina de tabaco o un taburete? ¿Recuperaremos el abrigo sepultado bajo una montaña de abrigos de quienes han actuado como nosotros? Son preguntas muy de octubre.
A finales de mes engulliremos el Desarme y, tras dormir la siesta clariniana, el día 24 acogeremos los premios "Princesa" y seremos noticia en toda España gracias a Serena Williams, Byung-Chul Han, Mario Draghi y Eduardo Mendoza (y Leonor, que está aprendiendo a pilotar cazas). Pero justo en la madrugada del día siguiente llegará la gran igualación otoñal: a todos —monárquicos y republicanos, carlistas e isabelinos, chiringuiteros y oteanistas— nos birlarán una hora de sol, nos darán el palo lumínico. Y todos juntos entraremos en el túnel, a brillar en la oscuridad.
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