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Ópera este viernes a las 19.30 horas en el Campoamor

Giorgia Guerra, directora de escena: "‘Roméo et Juliette’ tiene un final feliz, porque deja un mensaje de esperanza"

Regresa a la temporada lírica ovetense, en la que se estrenó en 2023 con "Ernani", con una versión de la obra de Gounod respetuosa con la tradición y con "una escenografía atemporal". "Menos es más en esta ópera", en su opinión

Giorgia Guerra, en el teatro Campoamor.  | IRMA COLLÍN

Giorgia Guerra, en el teatro Campoamor. | IRMA COLLÍN

Elena Fernández-Pello

Elena Fernández-Pello

Oviedo

Giorgia Guerra nació en Roma, completó su formación en filosofía y literatura con un máster en dirección de escena en la Academia Nacional de Arte Dramático Silvio d’Amico y debutó en la ópera en Tirana, con "Scanderbeg" de Antonio Vivaldi. Ha dirigido, en los grandes foros líricos "Don Pasquale", "Tosca", "Werther", "I puritani", "Ernani"… Con esta última llegó a Oviedo en 2023. Ahora regresa, con "Roméo et Juliette", una coproducción con ABAO, la ópera de Bilbao, estrenada en el Arriaga en 2023, que en 2024 se presentó en el San Carlo de Nápoles y que este viernes a las 19.30 horas llega al escenario del Campoamor. Habrá más funciones, el 12, 15 y 18 de octubre, y un "Viernes de ópera", con segundo reparto, el día 17. "Trabajo muy bien en este teatro", asegura Guerra, "con el coro Intermezzo se trabaja muy bien, estamos todos tranquilos y relajados y la energía fluye".

¿Cómo ha planteado este "Roméo et Juliette?

Me gusta mantener la tradición y tengo la suerte de tener una figurinista que conoce el corte histórico de los trajes. El público se va a encontrar un Romeo y una Julieta con trajes de época, en contraste con una escenografía atemporal, una caja escénica, de madera, que me da la oportunidad de enfocar el movimiento de los cantantes y del coro, que en esta ópera tiene un papel importante. Pueden resultar extravagante las proyecciones, pero estamos en el siglo XXI, y las usamos de manera narrativa.

¿El argumento avanza con ellas?

No son proyecciones didascálicas, más bien dan forma a los sentimientos. Juego mucho con los contrastes, esa es la llave de lectura de la ópera, con mucho dúo, mucha masa, mucho pueblo, con el contraste entre el amor y el odio.

Hay referencias escénicas muy importantes en esta ópera: el balcón, el sepulcro…

Recurrimos a un monolito central, muy grande. Representa el peso de la familia. Cuando los jóvenes se enamoran, lo mueven a su gusto. Se transforma en el balcón; en la iglesia donde van a casarse, desaparece y vuelve al final, hay una tumba y está el monolito.

¿Cómo es el afrontamiento interpretativo?

Hemos trabajado mucho la esencia y eso se va a notar en los movimientos del coro, la actitud de los cantantes... Menos es más en esta ópera, para bajar los inputs y la velocidad de conexión que tenemos en nuestras vidas. La última parte tiene un aire reposado; la parte del duelo es muy dinámica, pero corporalmente. A mí, personalmente, que me gusta mucho verla, me relaja.

¿Fuera exuberancias, barroquismos…?

Hay operas que necesitan eso, lo pide el libreto o la música. En el curso de mi carrera en la dirección artística veo que tiendo a hacer menos, me gusta trabajar con los cuerpos, con los cantantes y menos con la utillería y la escenografía. Voy más al teatro entendido como vibración. Es una evolución personal. Antes en la obertura, que está pensada para entrar en la obra, yo ponía cosas, ahora no. Antes, durante la obertura de las óperas, se dejaba de comer, ahora hay que dejar de pensar.

¿Es la entrada a un espacio ajeno a la realidad?

Yo creo que es más entrar en un espacio que te hace vibrar. Vivimos inmersos en una realidad que nos hace olvidar la importancia de cosas sencillas como un beso o una caricia. La obra de arte te da la capacidad de sentir estos sentimientos, ir más profundo, de pararse y abrirse. No es evasión. La ópera me hace estar ahí. En vivo tiene la capacidad de captar todos los sentidos, hacerte vibrar en el presente y agrandar tu conciencia.

Los protagonistas, Ismael Jordi y Genésis Moreno, contaban que sus personajes son jóvenes y chispeantes, pero interpretarlos requiere cierta veteranía.

Esta es la opera con más dúos, tiene cuatro duetos y cada uno es una fase para llegar a la madurez: en el primero son dos chiquillos; luego está el del balcón, cuando eligen mostrarse como lo que son y no por el nombre que tienen; otro que es muy físico y la escena final, muy maduros, porque eligen morir juntos. "Roméo et Juliette" tiene un final feliz: la ópera deja un mensaje de esperanza. Ellos mueren porque quieren estar juntos y si la muerte es la forma de conseguirlo, no se preocupan y lo hacen. Cuando termina esta obra todos lloramos, porque están muertos, pero están juntos, no sabemos dónde, todo depende de nuestras creencias. Es un drama con final trágico, pero cuando Shakespeare termina su relato las familias Capuleto y Montesco ya no se odian.

¿Trata de amor, pero no solo de amor romántico?

Hay una escena muy fuerte, cuando Romeo elige el no conflicto con Teobaldo: es la fuerza del amor como empatía, como respeto, en el sentido más totalizante, no el amor de pareja. Hay una escena del coro, una página importantísima, donde lloran la muerte de Mercucio, los Montesco, y de la Teobaldo, los Capuleto, las dos familias se reconocen en el enemigo, porque tiene el mismo dolor, eso es empatía. Es actual, muy actual.

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