La historia del ingeniero que estuvo detrás de grandes obras asturianas: de la plaza del Paraguas de Oviedo al mercado de Pola de Siero
El riojano Ildefonso Sánchez del Río dejó su sello en la región en infraestructuras tan conocidas como el Palacio de los Deportes de la capital o la autovía "Príncipe de Asturias", embrión de la actual "Y"

El legado de Sánchez del Río en Asturias
Miguel Ángel García-Pola
"Todas las obras que he llevado a cabo, fruto de mi trabajo y de amor a mi carrera, las he sentido como verdadero hijo de Oviedo". Con estas palabras agradecía Ildefonso Sánchez del Río, riojano de nacimiento (Haro, 1898), el nombramiento de hijo adoptivo que la corporación ovetense le otorgaba en 1979, un año antes de su fallecimiento.
Ingeniero de Canales, Caminos y Puertos, titulado en 1922, Sánchez del Río inicia su actividad en Asturias este mismo año como ingeniero del puerto de San Esteban de Pravia.
Entre 1924 y 1940 desempeña el cargo de ingeniero municipal del Ayuntamiento de Oviedo, realizando importantes obras para la corporación, algunas ya desaparecidas como el palomar "el tornillo" situado en el Campo San Francisco o la tribuna del Carlos Tartiere (1932), una labor que simultaneará con otros encargos públicos y privados dentro y fuera del municipio.
Finalizada esta etapa se traslada a Madrid para ejercer liberalmente la profesión, elaborando numerosos proyectos en diferentes lugares de España aunque poco tiempo después retoma su actividad en el sector público, con el nombramiento en 1945 de Director General de Carreteras, cargo que desempeña durante seis años.
Además de los proyectos que realiza en solitario, Sánchez del Río colabora con muchos arquitectos asturianos, entre otros, Francisco Casariego, Joaquín Vaquero, Julio Galán y los hermanos Somolinos.
Su actividad no abarcará exclusivamente el ámbito edificatorio, en 1927 proyecta la autovía "Príncipe de Asturias" que comunicaría Oviedo y Gijón, un embrión de la actual autopista "Y". El proyecto, según Sánchez del Río, no llegaría a materializarse por motivos económicos.
Realiza también trabajos de urbanismo, como el Ensanche de la zona Noroeste de Oviedo (1928), en colaboración con el arquitecto Francisco Casariego, o el proyecto de Ensanche de Pola de Siero (1932).
Paralelamente a su labor de proyectista, participará en el sector empresarial, como cofundador de la constructora Dragados y Construcciones (1940) y constituyendo la Sociedad Río-Cerámica de Alcalá (1942) para fabricar sus propias patentes relacionadas con los forjados cerámicos, posibilitando soluciones constructivas que disminuían considerablemente el peso propio e incrementaban el aislamiento térmico y acústico.
Discípulo del ingeniero José Eugenio Ribera, uno de los introductores en España de la técnica del hormigón armado que consideraba a su alumno "el Freyssinet español", su obra estará vinculada desde un principio al empleo de este material del que Sánchez del Río valoraba su "admirable docilidad constructiva".
Las posibilidades que ofrecía el hormigón armado, material con el que se identificará plenamente, y su acusado espíritu analítico, le servirán para anular algo que consideraba un estorbo a la hora de proyectar, "la fuerza de la costumbre".
Así, en el Mercado de Pola de Siero (1929-1930), para aprovechar al máximo la superficie del solar, cubre el gran espacio triangular disponible con bóvedas nervadas de hormigón armado y para evitar apoyos intermedios —que consideraba verdaderos obstáculos heredados del pasado— utiliza dos cilindros parabólicos interseccionados que forman un "gran rincón de claustro". Interiormente, las superficies abovedadas sin resaltes, debido a la disposición peraltada de los nervios, sólo se verán interrumpidas por el arco funicular coincidente con la intersección de los dos cilindros.
La forma triangular del solar que en principio parecería poco adecuada, se convierte en el principal estímulo proyectual propiciando una obra excepcional que manifiesta un claro distanciamiento con respecto a los tipos de mercado que se utilizaban tradicionalmente.

Cuarto depósito de aguas de Oviedo. | Familiares de Sánchez del Río. Depósito: Biblioteca de la Fundación Juanelo Turriano
Lo mismo puede decirse de la ingeniosa disposición adoptada en el IV depósito de aguas de Oviedo (1928) con una capacidad de 10.000 m3. Desde un principio Sánchez del Río descartará las estructuras convencionales de planta rectangular, que habitualmente se empleaban, "por considerarlas menos racionales, menos constructivas y menos bellas", planteando para el recinto del agua una forma tórica, cuyo cilindro central resistente —utilizado para albergar la cámara de llaves— contrarresta el empuje de los nervios radiales que de él arrancan y que en su otro extremo se apoyan en pesados contrafuertes de mampostería.
La solidez de la obra, construida mayoritariamente con hormigón armado, aguantaría el impacto de numerosos proyectiles lanzados durante la Guerra Civil, perforando su envolvente pero sin poner en riesgo la estabilidad del edificio.
Años más tarde, sirviéndose de algunas de sus obras, entre las que se encontraba el IV Depósito de aguas, exponía su propio método de trabajo: "todo proyectista, desde el momento en que se sienta delante del tablero, busca una forma, porque sabe perfectamente que de su acierto depende el éxito de la obra".
Ello explica la claridad formal que subyace en sus estructuras, más dependientes de la razón constructiva que inspira la solución adoptada que de laboriosos cálculos.
A pesar del carácter utilitario que tienen todas sus obras, Sánchez del Río dedica especial atención al emplazamiento del edificio, capaz incluso de condicionar su propia forma. En el IV Depósito de aguas la preocupación de Sánchez del Río por el entorno está presente desde el inicio: "el lugar y la gran visibilidad que había de tener el nuevo depósito, debido a su situación espléndida, fueron tal vez las primeras causas que hicieron pensar en la necesidad de estudiar un proyecto que armonizase con todo aquel ambiente singularmente bello y altivo, desafiante de los grandes macizos montañosos: la cordillera Cantábrica y los montes del Aramo al sur y del Naranco al norte". Esta voluntad de integrar los edificios en el entorno está también presente en otros depósitos de trazado circular construidos en otros concejos asturianos, como el de Siero, el de Trubia o los ubicados en Mieres, uno en Villapendi y el otro, semicircular, en La Rebollada.
En estos edificios como en el Mercado de Pola de Siero, la cubierta es el elemento predominante del proyecto y en ella se concentra toda la expresividad de la obra, una característica presente en la mayoría de sus trabajos. Podría hablarse de una "arquitectura de cubiertas" que actúa como una gran envolvente en la que apenas hay cabida para las fachadas. Un caso extremo de esta arquitectura lo constituyen sus célebres paraguas de hormigón, "símbolos de la cubierta" según Sánchez del Río.
El primero de ellos se construirá en Oviedo en 1922. Hincado en el centro de una plaza del Oviedo antiguo, este gran paraguas de 12 metros de diámetro —"¡El paraguas mayor del mundo!", como se jactaba humorísticamente su autor— se utilizaría como mercado destinado a la venta de leche. Su estructura se conformaría con un fuste y un conjunto de "varillas" de hormigón armado y una "tela" (material de cobertura) compuesta de bovedillas de uralita.
A éste le seguirán otros paraguas de menor dimensión vinculados a fuentes y lavaderos en otros lugares del concejo.

El Palacio de los Deportes de Oviedo. | Fotografía de Álex Fernández-Llamazares
Esta serie culmina con los diseñados para el Mercado de Ganados de Pola de Siero, el último proyecto que realizaría (1971). En este caso se trata de un conjunto de cuatro paraguas, tres de ellos adyacentes, de planta cuadrada (20 metros de lado) con la cubierta invertida para impedir que el agua discurra entre ellos y otro de planta octogonal (40 metros de diámetro), también invertido. Este último, el único que se mantiene en pie, ha sido recientemente rehabilitado.
Si abríamos este texto con una alusión al nombramiento de Sánchez del Río como hijo adoptivo Oviedo, lo cerraremos con su obra más querida, según refería en una entrevista concedida a La Nueva España con motivo de esta distinción: el Palacio de Deportes de Oviedo (1961-1975).
Una obra que contaría con la colaboración de los arquitectos municipales Florencio Muñiz Uribe, Fernando Cavanilles y Joaquín Suárez.
El proyecto supondría un gran reto para el ingeniero, cuya realización colmaría su anhelo de construir una gran estructura abovedada mediante una técnica que venía desarrollando desde los años cincuenta basada en la utilización de bóvedas onduladas realizadas con cerámica armada.
Sánchez del Río había experimentado con anterioridad soluciones abovedadas que irían desde el uso exclusivo de hormigón armado, a la incorporación de bovedillas, inicialmente de cemento y posteriormente cerámicas. La utilización de estas últimas aminoraba considerablemente el peso propio de la estructura, reducía los problemas de pandeo y aumentaba las condiciones de aislamiento de la cubierta. Las numerosas bóvedas construidas con estas técnicas, ubicadas mayoritariamente en Asturias, apenas superarían los 30 metros de luz.
Sin embargo desde el inicio de los cincuenta, desarrollaría un innovador sistema basado en piezas prefabricadas realizadas con bovedillas cerámicas y nervios de hormigón que denominaría "dovelas-onda". Estas piezas se ensamblaban formando unos "arcos-onda" que yuxtapuestos conformaban la superficie abovedada.
El sistema, que aprovecha las ventajas estructurales propiciadas por las superficies de doble curvatura que venían realizándose en hormigón armado, estaba ideado para alcanzar luces de 200 metros.
Antes de proyectar el Palacio de Deportes, Sánchez del Río tendría la oportunidad de ensayar este sistema utilizando un modelo reducido —a escala 1/10—, que correspondería precisamente a un "hangar de 100 metros de luz" cuya dimensión posibilitaría "su utilización para salones de exposiciones, palacios de deportes, etcétera".
Sin alcanzar esta dimensión, la solución se materializará exitosamente en varias construcciones dentro y fuera de España, como la nave edificada para la empresa de su propiedad Río-Cerámica, aunque en ningún caso se superarían los 35 metros de luz sin la incorporación de tirantes.
Como en la mayoría de sus obras la cubierta del Palacio de Deportes de Oviedo será también el elemento característico del proyecto. Su configuración adopta la forma de una bóveda de cañón cilíndrica constituida por diez láminas onduladas de directriz parabólica, con apoyos articulados, realizadas con "dovelas onda" construidas in situ e izadas mediante una grúa.
Ocho láminas se sitúan en la zona central cubriendo el recinto deportivo y las tribunas y las otras cuatro, de menor dimensión, se reparten simétricamente en los laterales, posibilitando la entrada de luz al interior del recinto. Un grandioso espacio cuya estructura, de aparente ligereza y extrema sencillez, invita a focalizar la atención de los espectadores en la acción que transcurre en la cancha deportiva.
Unas marquesinas situadas en los laterales del edifico, adaptadas a la configuración de las láminas onduladas, modulan la escala del edificio para acomodarlo a la trama urbana, posibilitando mediante unos pilares huecos que las sustentan, la evacuación de las aguas pluviales que discurren por la cubierta.
Con sus casi 100 metros de luz, la máxima dimensión alcanzada por una bóveda ondulada realizada en España, está espléndida obra de Sánchez del Río —recientemente rehabilitada y que ha cumplido 50 años desde su inauguración— representa sin duda un brillante colofón de una prolífica y exitosa trayectoria profesional, vinculada mayoritariamente a Asturias.
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