Vallobín, el barrio de Oviedo que se prepara para poner fin a su ‘monopoly’ urbanístico 75 años después de los bloques de la Renfe
El barrio de origen ferroviario y de los que más creció tras el boom del ladrillo, ha menguado desde 2008 un millar de vecinos hasta los 11.084

Vallobín. / Mario Canteli / LNE
Vallobín está a punto de culminar su "monopoly" urbanístico justo enfrente de donde comenzó hace setenta y cinco años. El barrio nació en 1951 con la inauguración de los bloques de viviendas de Renfe y en la actualidad están en obras los que serán sus últimos edificios, en la única parcela que faltaba por rematar en los antiguos talleres ferroviarios, frente por frente de aquellos primeros inmuebles. La llegada de nuevos vecinos amortiguará, al menos en parte, el millar de habitantes perdido desde el boom del ladrillo hasta la actualidad en una zona que debe su topónimo a que, siglos atrás, debió ser escenario de monterías para cazar lobos. Un barrio con un hospital, el Monte Naranco; con toda una referencia internacional, como elInstituto Oftalmológico Fernández-Vega, y que se ha convertido en el "cuartel" donde el Real Oviedo vela armas y punto de partida de las rúas de la afición oviedista Alejandro Casona arriba.
Mucho antes de que hubiera caserías en la zona, la referencia documental de "Ballobín" se remonta tres siglos atrás. Aparece en el Catastro de 1752, ordenado por el Marqués de la Ensenada, en el término ovetense de Lavapiés, según recoge Tolivar Faes en su libro "Nombres y cosas de las calles de Oviedo", donde explica el topónimo con la hipótesis de su pasado como un valle de lobos, donde había incluso pozos para su caza "en monterías perfectamente documentadas", cerca de lo que hoy es la calle Padre Aller.
Cuando Renfe puso sus ojos en Vallobín era pura periferia de Oviedo, una gran extensión de prados que, antes del nacimiento residencial fue, junto a La Argañosa, Los Solises y la estratégica Loma del Canto, zona de frente en la Guerra Civil. Una década después del conflicto, la compañía ferroviaria apostó por esta zona del oeste ovetense para levantar una promoción de 128 viviendas, que acabarían siendo 134, destinadas a sus trabajadores, en unos terrenos cercanos al depósito de máquinas locomotoras de Material y Tracción: los bloques de la Renfe.
Alquileres a menos de un euro
El proyecto original, del año 1945, correspondió al arquitecto madrileño Alfonso Fungairiño, exponente del racionalismo, el mismo que ideó la estación del Ferrocarril del Norte de Madrid, en Príncipe Pío, y la Facultad de Medicina de Valencia. Levantar esa primera promoción en Vallobín costó 8,3 millones de pesetas y Renfe destinó los pisos, de entre 65 y 85 metros cuadrados, a sus trabajadores por alquileres entre las 138 y las 180 pesetas mensuales, según detallan Domingo Cuéllar y Aurora Martínez-Corral en un artículo sobre los bloques de la Renfe. Los pisos en las últimas promociones en venta en esa zona alcanzan ahora precios por encima de los trescientos mil y los cuatrocientos mil euros.
De la misma época, octubre de 1947, data la inauguración del Sanatorio Antituberculoso "Monte Naranco", en los terrenos y finca que ocupa el Hospital Monte Naranco. Medio siglo después, parte de la zona arbolada con abundantes eucaliptos en el entorno del viejo sanatorio fue segregada para acoger el Instituto Oftalmológico Fernández-Vega, inaugurado en 1997 y ser hoy en día una de las principales clínicas del mundo en su especialidad.
El incipiente desarrollo inmobiliario de Vallobín llevó al Ayuntamiento a poner nombres en la década de los sesenta a calles rodeadas de verde. No fue casualidad que la apertura de un barrio con raíces ferroviarias comenzase en noviembre de 1963 con la calle Francisco Cambó, el político catalanista y conservador que siendo ministro de Fomento y Hacienda había decidido la electrificación de la rampa de Pajares en los años veinte. La transformación cogió ritmo. En 1969, Vallobín estaba separado de La Argañosa por el muro que protegía el paso del ferrocarril procedente de Trubia, pero la unión de ambos barrios a través de Alejandro Casona soterrando en trinchera la vía del tren, acabó cambiando para siempre la faz de esta zona.
A mediados de los setenta, el Ayuntamiento afrontó la urbanización de las primeras aceras en varias calles del barrio, como Víctor Hevia, Mariscal Solís, Escultor Laviada o Maximiliano Arboleya, llenas de críos que se disputaban los portones de hueverías y almacenes, una vez concluido su horario comercial, para convertirlos en improvisadas porterías de fútbol. De aquella, el vecindario salió una tarde noche con velas en sus manos para reivindicar las primeras farolas que "jubilasen" aquellos maderos con una bombilla que mal iluminaban la periferia ovetense.
Aquella chiquillada, los últimos niños y las últimas niñas del "baby boom", vieron mutar las praderías de su Arcadia feliz de juegos, llenas de tendales comunales, en solares dominados por enormes grúas para los edificios de siete y más alturas en construcción en los 80. Fue también el escenario de una generación perdida por la droga, que se cebó con Vallobín al igual que con otros barrios de familias trabajadoras. A tanto llegó el hartazgo y la desesperación, que el 27 de octubre de 1990 más de mil vecinos de todas las edades tomaron la calle Vázquez de Mella para gritar "Vallobín contra la droga" y "Vallobín lo queremos limpio", muy cerca del "Barín", señalado como uno de los principales focos de venta de heroína para el trapicheo, erradicado poco después. Una realidad en la que también jugó un papel muy relevante el Centro Parroquial de San Pedro de los Arcos y su comunidad juvenil, referencia y oferta alternativa para los adolescentes del barrio frente a la droga. Un centro parroquial que sería luego el primer hogar de la nueva parroquia de San Melchor de Quirós hasta que se construyó el nuevo templo, en septiembre de 1998, en la plaza que conecta Vallobín y La Florida.
Estreno con Joaquín Sabina
La urbanización de la cubierta de la trinchera ferroviaria de la calle Marcelino Suárez y la apertura de aceras y cuatro carriles cosió el barrio al resto del casco urbano, una conexión que ganó en extensión con la Losa de Renfe, el proyecto estrella del largo mandato en la alcaldía de Gabino de Lorenzo, inaugurado en mayo de 1999. Una actuación que acercó definitivamente Vallobín a Ciudad Naranco y al centro sin que sus vecinos tuvieran que jugarse el físico para cruzar la playa de vías de la estación de Uría. La calidad residencial mejoró con parques como el Pura Tomás, inaugurado en 1991, en el mandato de Antonio Masip, tras una cesión negociada con los herederos del constructor Julián Rodríguez a cambio de derechos edificatorios, de una parcela de más de 21 hectáreas, donde había existido un castro prerromano. Mucho más modesto en extensión pero imbricado entre los nuevos desarrollos que conectan el barrio con La Florida, es el parque Ángel González, estrenado en 2008, con la presencia de varios amigos del poeta, entre ellos el cantautor Joaquín Sabina.
Vallobín fue uno de los barrios que más creció en habitantes durante el boom del ladrillo hasta, superar los doce mil vecinos, pero desde 2008 ha perdido un millar. La última actualización del censo asigna al antaño barrio ferroviario un total de 11.084 vecinos con una pirámide demográfica envejecida.
Uno de cada tres habitantes está jubilado, una proporción que casi dobla a los 1.618 menores de 19 años. La tendencia lleva camino de consolidarse porque el grupo más numeroso, con 882 personas, es el de la horquilla con edades comprendidas entre los 60 y 64 años. Con un parque de viviendas que en su mayor parte pasa de los cuarenta años de antigüedad, Vallobín es el tercer barrio de la ciudad con más inmigrantes, 1.748 personas, sólo por detrás de Teatinos y La Argañosa, procedentes de 59 países. La comunidad más numerosa es la colombiana (284 vecinos), por delante de la rumana (225 vecinos), la venezolana (181 vecinos) y la marroquí (115 vecinos), según consta en el padrón del Ayuntamiento de Oviedo. n
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