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Estreno absoluto en el CIMCO: "Intermezzo Intermediario", arte frente al sistema

El pianista y compositor valenciano Josu de Solaun y la compañía del asturiano Jorge Moreno Pieiga ofrecen un prodigioso tríptico humano en su presentación en el ciclo interdisciplinar del Auditorio de Oviedo

El escenario de la sala de cámara del Auditorio de Oviedo, durante el concierto «Intermezzo Intermediario». | FERNANDO RODRÍGUEZ

El escenario de la sala de cámara del Auditorio de Oviedo, durante el concierto «Intermezzo Intermediario». | FERNANDO RODRÍGUEZ

Pablo Siana

Pablo Siana

Oviedo

Dentro del ciclo interdisciplinar CIMCO, el pianista y compositor valenciano Josu de Solaun presentó ayer, junto a patriaChica, el estreno absoluto de "Intermezzo Intermediario", una propuesta escénica que funde palabra y música, dramaturgia y pensamiento, con dirección de Jorge Moreno Pieiga.

El espectáculo comienza con una provocación: "El arte ha muerto", repite constantemente Yolanda Gómez Escudero sobre loa avisos por megafonía antes de que se apague la luz y el público quede suspendido entre el asombro y la perplejidad, con hojas de pentagramas vacíos sobre el escenario. Desde lo alto desciende De Solaun, narrado por Yolanda cual guión, mientras Pieiga, aparece con bata de bedel, colocando un reloj sobre el piano: gesto simbólico que detiene el tiempo y abre el espacio a la reflexión.

"Intermezzo Intermediario" se despliega como un tríptico humano donde cada personaje encarna una parte del conflicto entre creación y sistema. Don Claudio (De Solaun), un profesor bloqueado por sentir demasiado el arte; Emiliano (Pieiga), el "profesional gris" obligado a apagarlo y antiguo profesor de canto reconvertido en conserje que canta "Volver" y "vuela" con la emoción que se destruye desde un piano casi de Shostakovich, y Sofía Linares (Gómez Escudero), soñadora, rebelde, en cabeza de esta revolución que aún cree en el poder unificador de la poesía, descripción y actuación.

La música de De Solaun –intensa, herida, subyugante– atraviesa los silencios y actúa como cuarto personaje, en un diálogo constante con la palabra. Es un piano que sangra, que interpela, que incomoda. Un intermezzo que no es pausa, sino detonante: una reflexión sobre la "dictadura de los intermediarios" y el lugar del arte en una sociedad que consume sin escuchar.

"No estamos contra el sistema, estamos fuera de él", proclaman desde el escenario, mientras una nota larga –sostenida hasta la extenuación– apaga las luces, como un telón que se cierra sobre la conciencia. Oviedo fue testigo de un estreno audaz y veraz, emocionante y necesario: una sacudida artística que, sin duda, dará que hablar, como las octavillas repartidas y al aire con el Manifiesto de "Los Melósicos", un guiño al blog "Melosías" de este artista valenciano, verdadero renacentista de nuestro tiempo.

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