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Bros se funde con el Campoamor y vuelve a triunfar en Oviedo con el recital "Pasión Lírica"

El tenor ofreció arias y romanzas de ópera y zarzuela en las que brilló Mario Álvarez Blanco al piano

Un momento del recital de José Bros. | LUISMA MURIAS

Un momento del recital de José Bros. | LUISMA MURIAS

Pablo Siana

Pablo Siana

Oviedo

Cada visita del tenor barcelonés Josep Bros (1965) a Oviedo supone un reencuentro con alguien "de casa" tras participar en más de 18 títulos de ópera, zarzuela y varios recitales, todos con buenos recuerdos, por lo que esta "Pasión Lírica" en compañía del pianista Mario Álvarez era como un resumen a una larga trayectoria muy unida a "La Viena Española" que le ha visto crecer desde sus inicios.

El repertorio ahondaba con sus mejores arias en roles como su siempre aclamado Nemorino ("L’elisir"), Des Grieux ("Manon Lescaut"), Federico ("L’Arlesiana"), el capitán Corrado ("Il Corsaro") o Don Rodrigo ("El Cid"), sin olvidarnos de Enrique ("El último romántico"), el coronel Javier ("Luisa Fernanda") y el Leandro ("La tabernera del puerto").

Mas en un recital no puede faltar Tosti para abrirlo con dos de sus bellísimas canciones: "Vorrei morire" y "L’ultima canzone", íntimas y sentidas, o ese maravilloso "Maig" de Toldrà catalán en la parte española de la segunda.

Las páginas elegidas por el tenor catalán son una pequeña gran muestra del enorme trabajo con cada una de ellas en una longeva carrera, aún más exigentes por separado, y con el excelente acompañamiento de un pianista plenamente de casa, que se luciría en solitario para los siempre necesarios descansos vocales como en el "Intermedio" de "Manon Lescaut" muy sentido, o el conocido aunque algo insípido Fandango de "Doña Francisquita", reducciones orquestales siempre difíciles de trasladar a las teclas para reflejar la tímbrica original.

Con la vocalización siempre clara y precisa, en la segunda parte Bros transitó por las lenguas de Voltaire, la vernácula de Espriu y nuestro Cervantes, más pasional si cabe con esas romanzas de la "escuela Kraus" que tan bien ha interiorizado el catalán, con sus luces y sombras como contaría micrófono en mano. Todo antes de Sorozabal, tras quien vendrían regalos y confesiones: un mes de matrimonio y el regalo de cumpleaños a una esposa, presente en el patio de butacas y dedicataria de la bella "Canto porque estoy alegre" (García Abril), declaración emocionada y sentida como la siguiente "Mattinata" (Leoncavallo) hoy vespertina cual ramo lírico de enamorados y bisar aún más entregado "No puede ser" para su querido público y amistades puestas en pie. n

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