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Oviedo, a pie de calle: Vallobín (V)

"Los Enigmáticos" de Oviedo desvelan (por fin) el misterio de la piscina de la azotea de Mantova

Un grupo de cinco jóvenes, cuatro de ellos de Vallobín, pasó de ensayar en un hórreo del barrio a debutar en el Filarmónica en marzo de 1966

José Antonio Sánchez Gandoy.

José Antonio Sánchez Gandoy. / Irma Collín

Cuando Vallobín "no era un barrio guay del Paraguay" cinco chavales se las arreglaron a mediados de los años sesenta para, sin tener mucha idea de música, montar el grupo "Los Enigmáticos", en un hórreo en el Prau Pascón como peculiar lugar de ensayos. Uno de aquellos chavales era José Antonio Sánchez Gandoy, que a sus 75 años todavía se anima, de vez en cuando, a ensayar con una banda que ha cambiado de componentes y escenarios, pero mantiene la chispa. "Vivo en el centro de Oviedo, pero me gusta mucho acercarme y pasear por Vallobín, y no soy el único", confiesa el guitarra, que puso punteos a los primeros escarceos musicales del grupo nacido en Vallobín.

"De aquella había un grupo, una banda en cada barrio. Era la época de los guateques", cuenta Gandoy, que nombra uno por uno a sus cuatro compañeros de aquella formación original: "Estábamos Andrés de Paz y Paco Gómez, que eran primos; Santi el Trubia, el vocalista, Bosco Merino y yo", comenta Gandoy, que tenía antecedentes familiares en el mundo de la música, pero con intereses bien distintos. "Mi padre tocaba el piano y el acordeón;era, digamos, rígido y quería que estudiara música, pero a mí el solfeo no me gustaba ni pa dios". El interés musical del joven, vecino de la calle Mariscal Solís, se decantaba por otro tipo de instrumentos: "Yo estudiaba mal, pero mi padre me dijo que si aprobaba, me compraba una guitarra… y aprobé".

¿Cómo surgió la aventura de "Los Enigmáticos"? "Un día apareció Andrés de Paz con una guitarra, empezó a tocar no sé qué y nos quedamos todos un poco pillados. Y lo que me dejó flipado fue cuando escuché en un tocadiscos de aquellos de birria, con altavoz en la tapa, a Elvis Presley, a los Beatles, y los Shadows". El caso fue que aquellos cinco chavales, cuatro de ellos de Vallobín, consiguieron local, a cambio de un trato de lo más curioso, para sus primeros ensayos, en el hórreo de una casería del Prau Pascón, un poco más allá de los bloques de pisos de Mariscal Solís, enfrente de los talleres de la Renfe: "El paisano dijo que nos dejaba el hórreo si lo teníamos limpio y curioso todo", recuerda Gandoy. Dicho y hecho.

¿Y el nombre? Pues también tuvo mucho que ver, por un lado, Andrés de Paz, que luego se dedicó al mundo de la publicidad, y la moda de los nombres de las bandas de aquella época por otro. "Andrés apareció con una interrogación de plástico pegada en su guitarra de madera, antes de que tuviéramos las eléctricas. Cuando preguntamos que era aquello, alguien dijo: "Es un enigma". Y ya "nos quedamos con ‘Los Enigmáticos’. Era un nombre que sonaba muy bien, porque otros grupos de Oviedo se llamaban ‘Los Siderales’, ‘Los Fugaces’ y ‘Los Espectros’", argumenta.

Por esa época, con quince años, Gandoy empezó a trabajar y "aunque no se ganaba un pijo" pudo "juntar" para su primera guitarra eléctrica. "Todos en el grupo trabajábamos, ninguno estudiaba y también nuestro seguidor incondicional, Armando Mallada ‘Mandi’, que luego ha tenido una vida relacionada con la música y vive en San Francisco, y de aquella repartía en bicicleta pasteles de Camilo de Blas", detalla.

Una foto antigua de "Los Enigmáticos".

Una foto antigua de "Los Enigmáticos". / LNE

El estreno del grupo, la presentación en sociedad, estaba más cerca, y fue por todo lo alto. "Debutamos en ‘Rumbo a la Gloria’, en el Teatro Filarmónica, en un programa de radio que se emitía en directo para toda Asturias. Nos presentó Menchu Álvarez del Valle, la abuela de la reina Letizia, y José María Marcilla, de Radio Nacional, un hombre educadísimo. Había gente muy buena y nosotros éramos unos críos. Estábamos un poco acojonados y Menchu hasta nos tuvo que tranquilizar un poco; una cosa era tocar en tu barrio, pero cuando sales al Filarmónica con lleno total era muy distinto, imponía. Miramos por un agujerín, antes de salir, y era la hostia", relata el guitarra de "Los Enigmáticos", que no olvida el bautismo en las tablas del teatro ovetense "aquel domingo, el 13 de marzo de 1966".

Con la perspectiva que da el retrovisor del tiempo, Gandoy reconoce que "fuímos unos privilegiados porque nosotros, sin tocar un pijo tocábamos para cientos de personas en fiestas, teatros, y los grupos de ahora, con una calidad brutal, tocan como mucho para treinta o cuarenta personas en pubs". El integrante de "Los Enigmáticos", que luego se ha dedicado el judo, arte marcial del que tiene un gimnasio en Gijón, denuncia que "las instituciones no apoyan la música en directo, como tampoco lo hacen con el deporte, cuando música y deporte son esenciales para el desarrollo de los jóvenes". Gandoy, maestro cinturón rojo blanco 8º dan destaca, por ejemplo, la trayectoria de la judoka Noa Fernández Díaz, "única medallista de Asturias en los últimos años en los campeonatos de España".

El apoyo a edades tempranas en el deporte y en la música, subraya Gandoy, es básico para que aflore el talento. "A nosotros la música nos dio mucha vidilla, nos apartó de muchas cosas, y eso que mi generación no vivió la época dura de la droga en Vallobín, las muertes llegaron bastante después, pero en mi época los modernitos ya empezaban con los porros", cuenta el guitarra de "Los Enigmáticos", al que tampoco le gustaba el alcohol. "Los contratos se dividían entre los que eran con barra libre o sin ella, yo siempre pedía un Fruco de tomate", añade José Antonio Sánchez Gandoy, que luego tocó en otro grupo, los "Five" con "un crack que salió de Vallobín, Paco García, uno de los mejores baterías de España;tocó de todo, con Juan Carlos Calderón, en la Orquesta de Radio Televisión de Española, grabó discos con Joaquín Sabina, tocó con Rocío Jurado, hizo la gira americana con Rocío Dúrcal, después ya se hizo músico de estudio. Es un fenómeno, siempre habla de Vallobín".

Gandoy acaba su paseo imaginario por el Vallobín de los setenta desvelando un auténtico enigma. Su grupo fue contratado para tocar en Mantova, una empresa familiar ovetense pionera del sector español de la confección, instalada al final de Vázquez de Mella con una plantilla formada en su mayor parte por mujeres y que luego acabaría cerrando en 1992 tras 37 años de actividad. "En el barrio se decía que había una piscina en la azotea, pero muchos trabajadores lo negaban, nunca habían estado en ella. Nosotros tocamos allí", afirma el batería.

–¿Y había piscina arriba?

–Sí, en Mantova había piscina.

Adiós al enigma. n

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