El Sinatra de la Corredoria: el hostelero que la pandemia lo llevó a cumplir su sueño de "crooner"
Antonio Cuesta trabaja desde hace más de 17 años en una cafetería en El Cortijo, donde dos ERTES por la pandemia del coronavirus le llevaron a cumplir su sueño de "crooner"

Jimena Aller
Cuando Antonio Cuesta llegó al café El Carmen, en El Cortijo, hace casi 17 años, los alrededores estaban llenos de prados. Ni La Corredoria era lo que ha llegado a ser, ni el camarero había descubierto a su alter ego en Frank Sinatra, el "crooner" al que admiraba desde crío. Así que Cuesta ha asistido a una metamorfosis doble: por un lado, a la urbanística del barrio, donde además de trabajar ahora reside, y por otro lado, a la personal, porque el camarero dejó a un lado su enorme timidez para poner su voz al "Sinatra & Jobim Project", una aventura que comenzó casi por casualidad en la pandemia.
Antonio Cuesta vivió casi siempre en el centro de Oviedo, en la calle Hermanos Pidal, cerca de Buenavista, fue al colegio La Gesta, y después en Teatinos y en la calle Mendizábal, otra vez en el centro. Su vida se cruzó con La Corredoria cuando un buen día su hermano buscaba local para montar un bar y llegaron al café El Carmen, en El Cortijo, cerquita de la fuente de Cuatro Caños. "A mi cuñada, a mi madre y a mí nos gustaba mucho este local, nos parecía que tenía muchas posibilidades, pero mi hermano Juan Manuel tenía más dudas por la inversión que requería", recuerda Antonio Cuesta.
"Fue una apuesta que salió muy bien. Mi madre, que en paz descanse, se lo pidió a la Virgen del Carmen y nos ayudó", comenta Cuesta. La complicidad fue tanta que la familia mantuvo el nombre del café y varios de los símbolos. "Este bar era de gente de Cangas del Narcea y da la casualidad que mi madre era de Sanlúcar, donde también hay una gran devoción a la Virgen del Carmen. Así que dejamos el mismo nombre y algunos símbolos, que se pueden ver como el escudo de Cangas del Narcea o uno de los voladores de la Descarga", explica Antonio Cuesta.
El barrio al que llegó Antonio Cuesta para ponerse detrás de la barra era muy distinta. "El Corredoria Arena no existía, ni todos los edificios que están detrás. Pero es que no estaban tampoco los que están en la calle Daniel Moyano al fondo. Estaba medio hecha Ciudad Clarín, donde el Alimerka, pero había poco más. No estaba todavía ni el Centro de Salud. Vamos que me tocó ver nacer la nueva Corredoria", describe Cuesta. Testigo en primera persona del movimiento necesario para levantar el que hoy es el cuarto barrio más poblado de Asturias. "En el café teníamos muchísimos clientes entre los trabajadores que hacían el montaje de todos los viales y la instalación de los tubos de saneamiento del nuevo Hospital. Y ahora todavía se sigue construyendo bastante", añade, convencido de que "con el desarrollo de La Malata seguro La Corredoria acabará uniéndose a Lugones". A su juicio, "el cambio de La Corredoria ha sido impresionante y para positivo. Hay muchos niños, dan alegría".
Crecimiento
El crecimiento de La Corredoria, con tanto crío, retrotrae a Antonio Cuesta a su infancia. "Me recuerda mucho a la Buenavista de los años 70 y las riadas de chiquillos que había allí. Bueno hasta había una anécdota, de la que se habló mucho en aquella época, de que una canadiense trajo a su hijo al colegio y al abrir la puerta de la clase se desmayó al ver a noventa críos y entonces las ratios en Canadá eran de veinte alumnos".
El punto de inflexión en la trayectoria vital de Antonio Cuesta llegó a golpe de Erte, por un caso de fuerza mayor. Fue en 2020, a raíz de la pandemia del covid. "Entré dos veces en ERTE, fue muy duro, económicamente me machacó. Cinco meses sin que te ingresen un duro, de noviembre casi hasta marzo. Tiras de ahorros, pero fue muy complejo. Un día, hablando con mi hermano José Ramón, me dijo que por qué no montábamos un grupo con Vaudí Cavalcanti, al que ya conocía de hace muchos años, de ir con los hermanos Toyos, Paloma y Alberto". La propuesta no debió caer en saco roto. "Así que otro día quedé con Vaudí, fuimos a casa de Jorge Viejo, que es saxofonista de la banda Ciudad de Oviedo, empezamos a charlar, a beber, empezó a sonar la música y vimos que nuestras voces empastaban bien. Entonces arrancó el proyecto con Sam Rodríguez, que es nuestro director musical, René Ispierto y Leo Duarte. Bueno y José Ramón Cuesta, que es hermano y manager".
¿Y por qué Sinatra? Cuesta no duda ni un instante: "Frank es una inspiración", afirma con los mismos ojos que debió poner de niño cuando el día de Reyes de 1979 sus padres le regalaron un disco del "crooner" por excelencia. Una pasión que llevaba muy en secreto porque ni tan siquiera la compartió con los compañeros del colegio, con los que jugaba al fútbol en los patios del Prau Picón, calle Sacramento arriba. Y con esa misma discreción cantaba los temazos de Sinatra, "nunca más allá de la ducha, como la mayoría de españoles", confiesa el camarero que tuvo que romper con otra de sus barreras personales antes de subir al escenario. "Me ayudó mucho Marta, mi mujer, porque tenía miedo escénico, soy la persona más tímida que puedas imaginar. Pero entre ella y los compañeros del grupo, que llevan mil años en escena, me animé y no me arrepiento nada".
Festivalero
"Es un mundo muy bonito y muy distinto", asegura Cuesta que con "Sinatra & Jobim Project" ya ha actuado por toda España. "Actuamos en la sala Galileo Galilei, en el Festival de los Pirineos, en el Festival de Elche, este año estuvimos en Camargo y en Laredo, llenamos dos veces el Jovellanos, una vez el Filarmónica, también hemos hecho cosas con la banda de música de Oviedo. Estamos muy agradecidos a Radio 3, que nos sacaron en sus conciertos en Televisión Española. Y se portó muy bien con nosotros Marta Reyero, de Informativos Cuatro, y su marido, Enrique Bueres, que son personas maravillosas y se han portado de 10 con el grupo". La banda, tras el primer disco, grabado hace año y medio, tiene en mente nuevos proyectos y Cuesta está animado a seguir, "mientras la voz me aguante. Dicen que tengo un tono muy similar al de Frank Sinatra, pero eso lo dejo a juicio de quien nos escucha", afirma el camarero, que destaca sobre todo la calidad de sus compañeros: "Son tan buenos profesionales que a veces llegamos y sale todo planchado". Con esa compañía todo sacrificio parece pequeño. "Muchas veces he llegado de un bolo directamente al trabajo en ‘El Carmen’. Cantábamos por ejemplo en Madrid a las nueve de la noche, acabábamos a las once y pico, cenábamos a las doce de la noche, a las 5 de la mañana en Oviedo y a las siete en el café El Carmen. Agotador, pero muy bonito".
Cuando trascendió su saber hacer como vocalista de "Sinatra & Jobim Project", con ese toque tan particular de bossa y jazz a temas clásicos de "La Voz, la reacción de la clientela no se hizo esperar: "Hay de todo, gente que se asombra. En general las críticas son bastante positivas, aunque hay también un poco de cachondeo porque claro, cambia mucho de vestir de calle, normal, a estar con esmoquin". De momento, nunca ha actuado en La Corredoria. "Aquí me tienen muy visto", confiesa. Puesto a pensar en escenarios donde le gustaría actuar, apunta muy alto: "El Carneggie Hall o Las Vegas, pero eso es soñar demasiado".
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