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Paulino Álvarez y Emilio Pérez, dos vecinos dispuestos a bregar por la mejora de La Corredoria: "El trauma de Sogepsa está superado, ahora la guerra es el enlace de la AS-II"

"El Principado y el Ayuntamiento no salen de la guerra de informes entre ambos y los que salimos perjudicados somos los vecinos", se quejan sobre el vial

Paulino Álvarez y Emilio Pérez, delante del enlace de la AS-II, cortado y cuya apertura reivindican. | J. A. A.

Paulino Álvarez y Emilio Pérez, delante del enlace de la AS-II, cortado y cuya apertura reivindican. | J. A. A.

La Corredoria

A Paulino Álvarez y Emilio Pérez les separa casi un cuarto de siglo en edad pero les une La Corredoria. Un barrio acostumbrado a librar sus batallas frente a los políticos y sociedades mixtas de turno, unas veces con más fortuna que otras. De las patrullas ciudadanas por La Carisa, donde dieron la cara vecinos como Alfonso Pereira, la ya fallecida Dolores Fernández Losas o la actual alcaldesa de barrio Maite Orozco, entre otros muchos, a las barricadas para exigir el Centro de Salud o las demandas ante "la apisonadora" de Sogepsa para reivindicar precios más justos por fincas y prados trabajados toda la vida, mucho antes de que La Corredoria fuera el mayor yacimiento de la vivienda de Oviedo. La batalla continúa, la más reciente para exigir la reapertura del vial de la AS-II, "que sería la guinda para una zona privilegiada, con las mejores conexiones", defiende Emilio Pérez.

Paulino Álvarez cumplirá ochenta primaveras el próximo año. "Yo nací en la casa de la Media Legua, el cinco de mayo de 1946. De aquella, la comadrona era Sabina la rata, que vivía enfrente, en el barrio de La Bomba. Mi abuelo materno era de comunión todos los días y el otru, de borrachera diaria", revela a modo de confesión genealógica.

Paulino aprendió a desenvolverse en la vida desde bien guaje, con lecciones a pie de calle como cuando "iba a cobrar el letrero de la bailarina del Mónaco, la mejor sala de fiestas del norte de España, con el sobrín del bar “El Mesón”. El indicador con la bailarina iluminada estaba en ese bar de la carretera general de La Corredoria y claro la sala tenía que pagar por el anuncio. Ibamos para allá, entrábamos en el descanso y nos decían que si queríamos tomar algo. No cobrábamos nunca, pero había un ambiente allí de la virgen, unas rapazas fuera de lo normal". El Mónaco, también conocido como La Playa, "funcionó unos cuantos años, hasta los sesenta, los domingos se formaban unos atascos de la hostia, de la cantidad de gente que venía", rememora Paulino Álvarez.

Emilio Pérez es de la generación del 70. Nació en la casa que su abuelo tenía en El Conceyín, prácticamente "en medio de lo que hoy es la plaza", así que sus andanzas y juegos de crío fueron por toda esta zona. "La tenía bien patrullada, sí". El abuelo "no era oriundo de aquí, vino de La Espina cuando tenía cuarenta años, trajo los sistemas de trabajo que tenía en La Espina con las vacas y trabajó toda la vida, siempre tuvo ganado". Por eso Emilio Pérez, que ahora pone voz y discurso en el histórico salón de plenos de la Junta General del Principado para reivindicar la apertura del vial de acceso de la AS-II a la zona de la estación de La Corredoria, no vacila en poner en solfa los modos de la sociedad mixta Sogepsa cuando empezó a hacerse con los terrenos de todo el entorno, ganados con el sudor de la frente y mucho callo de duro trabajo."La gente como mi abuelo no tenía ninguna intención de especular, sino que era su parcela para vivir, para trabajar y para disfrutar. Pero llegó Sogepsa y arrasó con todo. Lo hicieron muy bien, primero dividieron a la gente, a los pequeños propietarios con el PP-8, La Corredoria Oeste y La Corredoria Este" . Planes especiales en los que se levantaron las promociones de pisos que han transformado la faz del que hoy es el cuarto barrio más poblado de Asturias, en apenas dos décadas.

"Yo conozco bien el caso de La Corredoria Oeste, que era donde vivía. En 1997 a los paisanos les pagaron a dos mil pesetas el metro cuadrado, o sea poco más de doce euros por terrenos que están a cinco minutos de la calle Uria. Eso fue un atraco a mano armada. Y esa operación se hizo en pleno superboom del ladrillo, de 1997 a 2006, cuando la gente venía en manadas a comprar pisos a La Corredoria", sostiene Emilio Pérez. "De aquí algunos sacaron un beneficio de la Virgen y a los paisanos los dejaron con una limosna, eso a los que aceptaron coger el dinero en ese momento porque el que quiso pelear en la justicia tardó en cobrar 14 años".

Paulino Álvarez se las tuvo tiesas en las oficinas de Sogepsa, en la calle Fruela de Oviedo cuando un presunto abogado de la sociedad le dijo que o firmaba pronto o que la sociedad mixta llevaba todas las de ganar porque era "una apisonadora". Paulino Álvarez no estaba dispuesto a ceder tan fácil. "Le dije: ‘si me vuelves a repetir esa palabra te meto una hostia que sales hasta el Campo San Francisco’. Fueron momentos duros, Sogepsa se defendía con dinero público. Aquí hubo vecinos que murieron sin cobrar lo que les correspondía"., asegura Paulino Álvarez.

Ambos quieren mirar al futuro. "Los traumas del pasado están superados, pero Sogepsa dejó una gran herida aquí, eso lo tengo clarísimo. Si hay una zona que se revaloriza por el progreso urbanístico y la vivienda se hace aquí, lo lógico es que se beneficien los paisanos que trabajaron esta tierra toda su vida y no los constructores", afirma Emilio Pérez, quien sostiene que "la guerra que tenemos ahora es la del enlace a la AS-II, levamos cinco años peleando. En la última campaña electoral, en un acto en Trubia, lo dijimos claramente y nadie se opuso, pero no han hecho nada", reprocha. Paulino Álvarez, apostilla: "Estábamos sin meter el voto, amigo".

El enlace, añaden en ambos es necesario, por evidente: "Además de evitar un gran rodeo a miles de vehículos, que genera gran tráfico y más emisiones, está el flujo que se avecina a la vuelta de la esquina. Aquí ya hay dos institutos, en nada toda esa juventud sacará el carné de conducir y el acceso que hay ahora quedará colapsado. Los políticos siempre toman decisiones para ayer, ni siquiera para el presente", expone Emilio Pérez, que coincide con Paulino Álvarez en el diagnóstico de las causas que han dejado a La Corredoria sin un acceso muy necesario para todos los vecinos y edificios situados alrededor de la estación ferroviaria. "El Principado y el Ayuntamiento no salen de la guerra de informes entre ambos y los que salimos perjudicados somos los vecinos", sostiene Pérez. Álvarez va directo al grano: "Con la votación favorable en la Junta se menea la nogal del enlace, que buena falta hace".

Emilio Pérez es de los convencidos de que en La Corredoria vieven muchos más vecinos de los 20.300 censados oficialmente en el padrón del Ayuntamiento de Oviedo. "Aquí somos treinta y pico mil personas ahora, hay más de diez mil sin empadronar, que prefieren seguir yendo a su médico de toda la vida en Buenavista o estar censados en su pueblo por el motivo que sea, también hay mucha población flotante", sostiene el vecino del Conceyín. "Y esta zona tiene un potencial tremendo porque se puede poner en más de cuarenta mil vecinos, en cuanto se hagan los desarrollos pendientes en La Malata. La Corredoria tiene tirón", añade Pérez. La Corredoria da para mucho más que reivindicaciones. A Paulino Álvarez le gusta recordar a gente como José Antonio Valdés de Lorenzo. "Tiene ya 96 años, hizo mucho por mantener la toponimia y los nombres de la zona", afirma Álvarez, que defiende, rotundo, la actividad de La Corredoria: "Aquí hubo de todo. Estuvo la curtidora; la fábrica de anís; Industrial Alcora, que hacía lavadoras y calentadores de infrarrojos y ERIN, de maquinaria de minería, que estaba donde la plaza Juanín de Mieres. Aquí hubo de todo".

El mercadillo de La Corredoria.

El mercadillo de La Corredoria. / .

Una asignatura pendiente, dos buenas apuestas y un éxito de público

El edificio concebido como plaza de abastos hace diez años espera para ser centro social

La Corredoria del siglo XXI ofrece realidades diversas a lo largo de una estructura urbanística donde las torres de edificios han acabado por imponerse a las casinas de una planta que todavía pueden verse en alguno de los intersticios que quedan en su trama predominantemente urbana. Todavía pueden verse algunas ovejas y algún que otro caballo pastando en las fincas situadas en una vera de la antigua carretera general que comunica a través del puente Nora con Lugones. Parcelas próximas al edificio concebido en 2015 como una plaza de abastos que se quedó en el limbo y ahora espera para ser el emplazamiento de un nuevo centro social que dé el relevo al del Cortijo, que ya se ha quedado pequeño.

 La expectativa de más población fue uno de los factores que animó a Marta Heres a abrir una óptica en un local de la plaza de Cuatro Caños. «Aposté porque era un barrio que estaba creciendo, con mucha gente joven y cercano a donde se iba a construir el nuevo HUCA», comenta Marta Heres, satisfecha con el resultado de la apuesta. En la buena marcha de la óptica ha influido «el trato cercano con nuestros clientes, paran aquí y entran a saludar, les da igual lo que haya en el escaparate. Es una manera de trabajar muy cómoda. Ofrecemos a los vecinos servicios que no encuentran en unos grandes almacenes, como pueden ser el estudio de retinas o la prueba de tensión ocular».

El secreto, desvela Marta Heres, está «en ofrecer innovación permanente». El gran peso de los niños y parejas jóvenes en la radiografía demográfica de La Corredoria también ha sido decisivo para la escuela infantil «Luga la tortuga», que regenta Jessica Feito en la calle Talleres de Carros. Una iniciativa emprendedora con doce años de trayectoria, especializada entre pequeños de cuatro meses y niños de tres años. «Hacemos frente a la competencia de las escuelas públicas con un horario más amplio, de siete de la mañana a ocho y media de la tarde y no cerramos en todo el año para responder a las necesidades de la familia», comenta Jessica Feito, que también reside en La Corredoria. «Es una zona muy tranquila», destaca. Con esta realidad demográfica tan vital, el mercadillo del Conceyín tenía todas las papeletas para convertirse «en un éxito», según coinciden vecinos, comerciantes y hosteleros locales. «El resultado del mercadillo descolocó a todos», concluye Emilio Pérez. n

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