Cronistas miembros de la RAECO, en el congreso de Burgos, acudimos al monasterio de Silos para recorrer el claustro, guiados por su abad, Lorenzo Maté Sadornil, y, a las siete, en el templo de San Sebastián, a la liturgia de las horas, a vísperas, donde unos veinte benedictinos, en monocorde gregoriano, piden a Dios por todo dios; como decíamos en los juegos de la infancia, "alzo la malla por mí y por todos mis compañeros". Estos monjes son nuestra conciencia, seamos o no creyentes; su vida espiritual dedican a orar y meditar. "El ardiente sol se retira ya; ilumina Tú nuestros corazones", cantan, dejan un espacio en blanco y vuelven, encendidos: "Derriba del trono a los poderosos...". Y vuelta a enmudecer, como en Oviedo las Pelayas. El canto de vísperas se las trae, y el silencio. "Derriba del trono a los poderosos...". Las matan callando y cantando.
La mar de Oviedo