Este fin de semana, si nadie lo remedia, la ladera del Monte Naranco bajo la pista finlandesa sufrirá una agresión medioambiental por causa de una de esas carreras "extremas", tan de moda ahora, bautizada bajo la insondable denominación de "Farinato Race". Respeto profundamente la libertad de todos los participantes de pagar cincuenta euros para revolcarse por el barro, cual jabatos asilvestrados, hasta que tengan que arrancárselo del torso con una radial. Todos hemos sido críos y conocemos de sobra el placer telúrico que proporciona fozar entre la chamuerga. Dicho esto, me parece impresentable que este tipo de pruebas, que ocupará nada menos que ¡catorce! hectáreas de monte y requerirán el movimiento de ¡seiscientas! toneladas de tierra, tengan que sufrirlas un espacio que debiera ser inviolable como el de los prados del Naranco.

Y no haría falta añadir más, a no ser que a los ovetenses les parezca correcto ver convertido de nuevo en un lodazal el antiguo "vertedorio" que durante mucho tiempo ocupó su lugar y que tantos esfuerzos costó rellenar para que tuviera el aspecto que tiene ahora. Los que lo sufrimos y vivimos, podemos dar fe de cómo era aquél mítico "Barrabéu" donde nos enfangábamos los chavales del barrio detrás de un balón hace cuarenta años. Pero lo verdaderamente grave de este asunto es que el consistorio municipal promocione esta prueba con casi 18.000 euros de patrocinio institucional directo (del indirecto no se sabe nada) bajo la peregrina argumentación de unos supuestos beneficios económicos para la ciudad (beneficios que, de concretarse, es fácil otear a qué bolsillos irán a parar).

El Monte Naranco es el emblema de Oviedo y por una simple cuestión de respeto y dignidad debiera ser intocable. Habría, pues, que recordarles a esos ovetenses que creen que su ciudad empieza y acaba en la calle Uría y viven de espalda a su montaña, las palabras del escritor asturiano Valentín de Andrés: "Millares de siglos antes de existir Oviedo, el Naranco ya era ovetense". Sin embargo, y como alternativa, les recuerdo a los señores y señoras "farinateros" y sus amigos consistoriales que, no muy lejos de donde van a estar este fin de semana destrozando el terreno público de nuestro monte, hay unas estupendas instalaciones privadas con piscinas y canchas de tenis que a lo mejor estarían encantadas de acoger su prueba en cualquier otra ocasión. ¿O lo que es bueno para el ganso no lo es para la gansa?