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Tino Pertierra

Pecados capitales

Tino Pertierra

El día que Kirk Douglas subió al ring del Campoamor

Un repaso a los cines de la ciudad en los que se estrenaron algunas de las películas más emblemáticas del fallecido actor

Kirk Douglas subió al ring en Oviedo en 1955. No lo hizo como un patético Mickey Rourke a mediados de los 90 sino en la carne inmortal del cine. Su hoyuelo estaba lejos aún de ser el más famoso de la Historia del Cine en reñida competición con Cary Grant, pero su ímpetu ante la cámara ya empezaba a llamar la atención. Los cinéfilos mas viejos del lugar tal vez conserven la entrada que les permitió acceder al teatro Campoamor a ver "El ídolo de barro", una amarga historia de boxeo que la publicidad de la época vendía como "una auténtica obra maestra de cine mundial". Fue el sábado 21 de mayo de 1955 y estaba autorizada a mayores. Porque había mucho puñetazo en aquella película que le daría a Douglas su primera nominación al "Oscar". Antes sí que sabían llamar la atención de los espectadores para pasar un par de horas metidos en las salas oscuras. "¡La gran película campeona del año! ¡Fascinadora! ¡Insuperable! ¡Bárbara! ¡Violenta! ¡Humana!" Como para resistirse y no cruzar las puertas del Campoamor a disfrutar de "la belleza seductora de Marilyn Maxwell y la virilidad de Kirk Douglas".

"En el amor y en la lucha, él era el campeón". Un campeón que tardó seis años en estrenarse en España. Cosas que pasaban. A Douglas le tocó morir de forma rotunda ese mismo 1955 cambiando de pantalla: se fue al cine Aramo para representar la ácida mirada de Billy Wilder al periodismo sensacionalista en "El gran carnaval" (1951). Al fallecido actor le gustó el ambientillo cinéfilo ovetense porque ese mismo año dio una buena muestra de su versatilidad en "Cautivos del mal" (1952), ese jugosísimo melodrama de Vincente Minelli en el que Douglas encarnaba a un descarnado productor de cine tan enérgico e imaginativo como tramposo y falto de escrúpulos. Esplendoroso blanco y negro en el cine Santa Cruz.

Revolcón nostálgico: "20.000 leguas de viaje submarino", la maravillosa adaptación que en 1954 hizo Richard Fleischer de la novela de Julio Verne, llegó en 1956 al Cinema Roxi. El tinte que lució Douglas en "El loco del pelo rojo" invadió a borbotones el cine Ayala en 1967. Difícil explicar por qué la película sobre Vincent Van Gogh de Vincent(e) Minelli, de 1956, tardó tanto en llegar a los lienzos españoles. Menos tiempo le costó a un western de enorme y merecida popularidad: "Duelo de titanes" (1957), de John Sturges. Al año siguiente ya la proyectaba el cine Principado, un espacio ideal para el tiroteo más famoso de la historia, con un Douglas encarnando a un enfermo y escéptico pistolero al servicio de la ley y con el pañuelo en una mano y el Colt 45 en la otra.

El Aramo tuvo el privilegio de haber sido el cine que acogió uno de los estrenos más deslumbrantes que un niño o un adulto pueden vivir: "Los vikingos" (1958), de Richard Fleischer, desembarcó el mismo año con su explosión de color y su avalancha de aventuras en estado puro, con una de las muertes en pantalla de Douglas más memorable: dejándose matar por su enemigo Tony Curtis en un sacrificio fraternal de bellísima solemnidad.

Mucho más calmada fue la llegada de exquisito melodrama "Un extraño en mi vida" (1960) allá por 1964. También en el Aramo. Douglas y Kim Novak cargando de electricidad la pantalla a las órdenes de Richard Quine, enamorado hasta las cachas de la actriz: y cómo se notaba en cada plano. "El último tren de Gun Hill" (1959), de John Sturges, fue otro western muy popular que abrió fuego en 1961 en el cine Principado. Otro año muy fecundo en la relación de Kirk con Oviedo: "Espartaco" (1960) se rebeló en el Ayala. El Campoamor volvió a acoger un estreno en 1962, esta vez "Los valientes andan solos", una de las películas más queridas por Douglas, y una de las más tristes. El melodrama de Minelli "Dos semanas en otra ciudad" llegó al Real Cinema en 1963 y la incisiva narración de un golpe de estado en Estados Unidos "Siete días de mayo" se paseó en 1965 por el Aramo, cuando los cines, como las estrellas, eran grandes y proyectaban magia a borbotones.

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