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2020, un año de diez meses

Las fantasías de un Oviedo mejor entre las cuatro paredes de HUCA

Tras una larga temporada, vuelvo a expresar mi pensamiento desde el teclado del ordenador, ya iba siendo hora. No sé si he sido el único, alguno más habrá, al que el primer año de la década de los veinte le ha sustraído un par de meses; a pesar de ser bisiesto no lo compenso con los, más o menos, setenta días que me ha negado de existencia. Tras secuestrarme con alevosía el día dos de enero, me mantuvo a la sombra, entre cuatro paredes, hasta la semana pasada. No sean mal pensados, cuando digo que a la sombra no me refiero a Villabona, hablo del ejemplar complejo hospitalario del HUCA, en donde todo su personal, de arriba abajo, te trata lo mismo que si fueras un familiar suyo. ¡Gracias por sus desvelos!

Lo importante es que, a la postre, no me fue mal del todo. Sí, efectivamente, tuve bastantes trastornos febriles que me hicieron perder la consciencia; lo mejor de todo es que siempre fueron sueños amables, agradables, de los que despertaba con una sonrisa porque, al fin, veía materializadas fantasías que persigo hace años y, por lo que se observa, remotas de conseguir.

Ustedes se preguntarán a qué quimeras me refiero. Muy sencillo. La primera que aparecía, sobremanera cuando permanecía ligeramente adormilado, era un Campo de San Francisco en el que todas las fuentes tenían agua; el kiosco de la música estaba rehabilitado y en él ofrecían conciertos la banda municipal y otros conjuntos, mientras numerosas personas bailaban a sus ritmos, todo ello en un Bombé rejuvenecido en el que ya no se encontraban ni el antiestético y fuera de lugar edificio del Pavo Real, ni el inmundo cachivache instalado a la vera de la fuente de las Ranas, en el que se vendían chucherías y lleva años y años cerrado, sin un centímetro cuadrado huérfano de molestos grafitis, y muchos más beneficios. Cuánto me alegraba que, sobre la marcha, llamaba por teléfono a los "Franciscanos", asociación creada en defensa de nuestro querido Campo, a la que pertenezco y, entiendo, que todos los ovetenses debían de hacer otro tanto para presionar en la salvación de uno de nuestros bienes más preciados. Lo triste era retornar a la dura realidad. Solo era un sueño. A los responsables de su mantenimiento, lo único que se les ocurrió, para despistarnos, fue restaurar el aguaducho. ¡Qué pena!

En ocasiones soñaba que el proyecto de Bulevar de Santullano me permitía pasear por una zona ajardinada, sin tráfico y con el templo prerrománico protegido. Jamás pensé que las "ocurrencias" se adueñasen de las cabezas (en teoría pensantes), para proponer desviar el tráfico por el interior de la nave en la que se fabricaban los cañones, diseñada por Sánchez del Río en 1940. La fábrica de La Vega es un conjunto único e indivisible al que, a toda costa, debemos preservar de barrabasadas, aberraciones y desvíos mentales. A veces creo que, para evitar estas estupideces, con varios pasos de peatones, suficientes árboles, jardineras por doquier y limitación de velocidad a 20 km h sería suficiente para solucionar el problema.

El Antiguo también se asociaba con mis estados febriles. El solar de los Cuatro Cantones me traía a mal traer. ¿Qué cuántos años lleva en ese estado miserable? Todos y más. Una de las zonas más bellas de Vetusta: Catedral, Palacio de Velarde, Cimadevilla, Puerta de la Limosna, Arqueológico, Pelayas? Tanta belleza junta se complementaba con la visión de un hermoso parque en el martillo de Santa Ana, espacio verde imprescindible en un entorno tan escaso de ellos. Al abrir los ojos se evaporaba el ensueño, todo continuaba tan impresentable como siempre. Por cierto, a los ovetenses nos gustaría conocer el plan diseñado entre iglesia y consistorio. ¿O acaso es secreto inmobiliario?

Otra quimera que cada día acechaba mi mente era el antiguo concejo de Ribera de Abajo: Priorio. Si bien la ensoñación me lo mostraba pujante, la realidad era otra. Canteras y futuras plantas asfálticas, por las resoluciones que están tomando Tribunal Superior de Justicia y gobierno municipal, siempre en contra del concepto de sostenibilidad y la salud de sus vecinos, amenazan su porvenir. Aunque no piensen que en Oviedo nos veremos libres de la polución cancerígena que desde la planta asfáltica nos traerá el viento Gallego, también la padeceremos.

Mientras tanto nos entretienen con fuegos de artificio, algo así como los 100km de carril bici o los bancos LGTB de La Escandalera, sin solucionar los temas mencionados más arriba y urgentes. No me olvido del Paseo de los Álamos ¿a un sector de población le gustaría más si dijera Paseo de José Antonio? Saben una cosa, nunca hubiese creído que el ¡Cerco a Oviedo! fuese una realidad. Por desgracia, eso parece.

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