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Necrológica

El aliento de Mino como ejemplo

El adiós a un empresario del transporte en autocar

Hace ya mucho, el general Sáenz de Santamaría, que hoy hubiera cumplido 100 años, héroe de la Transición española, me dijo que no comprendía mi negativa a leer esquelas y evitar tristezas: "Se van todos, pero de momento te quedas y debes ser feliz de hacerlo", me decía. Ahora, sin embargo, las esquelas se han quedado muy atrás y es todo el periódico el que te anuncia indefectiblemente una nueva caída cercana. Así hogaño con Mino, que se da como fundador de autocares y periplos para esquiadores. Resulta que no creo haber montado jamás en esos autocares ni desde luego al esquí, pues al subir a un gasómetro para mediar entre la antigua Ensidesa y dos docenas de trabajadores me quedó un vértigo como enfermedad profesional, no pude volver a los telesillas, con lo que tampoco al esquí. Sin embargo, la desaparición de Mino me afecta. Casi todas las mañanas me animaba a superar, como él mismo, las secuelas del ictus con palabras sencillas que siempre llegaban hondo.

Como soy abuelo a mi viajera manera, ni autocar ni esquí, utilicé los servicios y las colaboradoras de Mino para llevar a mis nietos a París y Venecia y aún quería hacerlo a Nueva York y Sudáfrica, que resultaron médicamente imposibles para esos ictus contra los que, con el aliento de Mino y tantos amigos, sigo luchando.

Se me hace increíble que un personaje habitual desaparezca. Sin esquelas, cuya no lectura no evita muerte y pena, general Santamaría dixit.

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