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PARAÍSO CAPITAL

Un cálido septiembre

El cartel mateíno con el mosaico de Antonio Suárez como argumento, una buena excusa para recuperarlo del abandono

El Paseo de los Álamos es para mí como un amuleto de la suerte: la imagen que tengo de mi ciudad, esa idea perfecta tan fácil de contar, mi fetiche. Cuando el otro día estaba tratando de despertarme frente a la web de LA NUEVA ESPAÑA con un café y aún sin gafas, tuve que parpadear un par de veces antes de asimilar la imagen que estaba viendo. El cartel de las fiestas mateínas este año recrea una captura parcial del mosaico de Antonio Suárez, mi paisaje urbano favorito. Un idea genial del artista ovetense Pablo de Lillo.

La realidad actual de esta obra capital es bien triste. Su estado de conservación es pésimo. Taladrado durante años, obligado a soportar unas estructuras pesadísimas y un tránsito excesivo de personas sin ningún cuidado, no conserva ninguna cuadrícula intacta. Ni siquiera tiene una placa que recuerde a su creador, nada que explique su trascendencia a los que llegan a visitarnos. Una herencia lamentable para el actual Ayuntamiento tras décadas de maltrato, pero que no pueden obviar como su vigente responsabilidad.

Con su cartel para San Mateo, Pablo de Lillo demuestra la audacia de un artista plástico que sigue arriesgando. Pone en valor el mosaico de Suárez, lo destaca como signo de identidad emocional de los ovetenses, lo reivindica como patrimonio irrenunciable. Su diseño ha causado sensación en las redes sociales, siendo recibido por los carbayones con un entusiasmo que jamás había visto con ninguno de los que le precedieron. Es entendido como denuncia de su abandono. Ha encendido un clamor que pide su restauración urgente antes de que el daño sea irreversible. Para que luego digan que nuestra sociedad está aletargada, que duerme la siesta, que el arte ya no levanta pasiones. Alrededor de este jubiloso despertar, nuevas noticias han empezado a revolotear en la sección de local de nuestro diario hasta hacerlo parecer una revista de arte y ensayo: El éxito del ciclo de música independiente La Fábrica del Vesu; la programación de corte familiar que se ha presentado bajo la marca Festival Cafca; la temporada de ópera a punto de inaugurarse; concierto de Ainhoa Arteta con la OSPA en el Auditorio; la reapertura simultánea de todas las galerías de arte privadas programada para hoy jueves (incluyendo por cierto el berlinés espacio creativo y expositivo de nuestro héroe de hoy, el valiente de Lillo); el Link Fest, que traerá a la Fábrica de La Vega un encuentro de experiencias de perfil tecnológico e insólito; Pauline en la Playa, Fee Reega... Y algunos breves más.

En la sombra de esta red de pequeños y medianos eventos reconocemos, en mayor o menos grado de intervención, un agente común: La Fundación Municipal de la Cultura. En esta ocasión es de ley aparcar el escepticismo y reconocer que, por una vez, alguien está haciendo las cosas con interés. Este año San Mateo llega muy menguado por razones víricas. Poco sabemos de cómo va a resultar las fiestas, sólo el nombre de un batiburrillo de artistas un poco desordenado. Es seguro que este año no van a tener ese fuego que las caracteriza. Pero da la impresión de que, de otra manera, vamos a vivir un septiembre cálido en un lugar donde cada vez pasan más cosas.

Lo de arreglar el mosaico de Suárez, aún no. Lo están estudiando, parece que al fin lo han apuntado en la lista de espera. Mientras tanto nos tendremos que conformar con ver su restauración virtual en ese ya memorable cartel mateíno de 2020.

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