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CON VISTAS AL NARANCO

Oviedo desde el Eo

Un recorrido sentimental ante el paisaje a la espera del regreso a la ciudad tras el descanso estival

Mientras llega vacuna covid y también se esperan recambios para vehículo eléctrico -¡cuánto recuerdo a Adriano Mones en la Feria de Muestras!- los coterráneos privilegiados siguen, seguimos, la metafórica carga de pilas veraniegas sustituyendo, en mi caso, al San Francisco y la faz sureña del Naranco por la ribera del Eo.

Desmontadas por Cancio Donlebún, con encomiable rigor, las falsedades de la hermosa leyenda de La Searila, cerca hay otras cuatro enigmáticas diamantinas: El Cisne del Risón, medio cetáceo, medio pato deprimido de Andersen; El Ardilla, gánster de El Esquilo, superviviente a la refriega chicagüense de San Valentín; el Albañil-pescador que dejó nombre astur en la escocesa muralla de Adriano.

Y, por fin, el Polizón de la Linera, fornido al remo, que, inmutable a los elementos, salvó el naufragio de la "Invencible", con cuyo astillero de orcas antes se había compenetrado, atravesando a braza la Mancha, predecesor en siglos a José Vitos, de Turón, recordman del Canal.. Cunqueiro, sus fabulosos artículos rescatados por el parragués Miguel Somovilla, era de la obispalía de Mondoñedo, en paso de la Santa Compaña hacia Eo y Santiniebla cernudiana

¿Esa Macha es etimología musulmana, tierra sin agua, de El Quijote o significa manga para ajustado, o musculado, brazo de mar francés? ¿Llegaron los árabes, tal los romanos, más allá del Loira y el Poitiers del frenazo Carlos Martel? Merlin sí que fue breogano, bretón y británico, a la par que mindoniense, mirandés, lucense y celta.

Para mí, en cualquier caso, está claro que estoy, la evidencia abrasa, ante la Ría del Eo, la de Gamallo, Pérez de Castro y Claudín Pérez Prieto, frontera estigia del Paraíso Natural, pero insensatos de la otra orilla, incluso por excepción alguno inteligente, llaman, falaz seguridad, Ría de Ribadeo.

Y hasta forzaron un título nobiliario, respetable en su decadencia, imposible y redundante, Maqués de la Ría de Ribadeo, tal audaces, no menos deleznables, motan de Uviéu a Oviedo, mi querida ciudad de nacimiento.

Justo enfrente, a media altura, una aldea lucense se denomina Ove. Pepe Tolivar, encontró quien consideraba ahí el origen de Oviedo.

El hidrónimo Ove indoeuropeo, que niegan los plúmbeos sostenedores de la deformación fonética ovetensista, está sorprendentemente seguido por doña Esther Koplovitch, empresaria de limpiezas, foriata pese al padrinazgo del inolvidable Ramón Areces, que, al no haber estado nunca en la ciudad, podía mejor haberse quedado callada y ágrafa.

Por más que lo intentan a brochazo limpio jamás eliminarán nuestro patronímico y su historia milenaria.

Hay ciudades, o ayuntamientos, desaparecidos por alteración de lindes administrativos, también por nuevas lenguas, tal el caso de París, que era Lutecia. ¿Por qué no pacificar nuestro topónimo y dejar Oviedo?

En fín, recargo pila archiuso para próximo convencional coche eléctrico, silente, limpio, popular, incorruptible en mi utópico mundo ovetense/eoto...

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