-Echo de menos los chiringuitos, -me dice mi compadre, que arrastra cierta melancolía-. Al principio lo asumí con resignación. Después me enfurecí con el virus. Pero ahora la ira ha dejado paso a esta tristeza que no consigo levantar.
Sé que no hay consuelo para él. Que lo razonable no compensa los deseos frustrados.
-Si no hubo "Semana negra", ni Piraguas, ni Xiringüelu, era algo que se veía venir, -le respondo sin convicción.
-¿Pero por qué, Dios mío? ¿Por qué nos privas del sencillo placer de tomar un bocata de chorizo criollo en la plaza de Riego? -clama, con un puño amenazante al cielo.
-Tienes que pensar que hay cosas peores en esta vida.
-¡Peores que aquellos chorizos, no! -Y entonces, su mirada se pierde en la nostalgia-. Recuerdo el peor bocata que me comí jamás. Fue cuando el Pinón Folixa tenía aquel escenario encima. Estaban actuando los "Stormy Mondays" y se subió Slash, el de "Guns N'Roses", a tocar con ellos.
-Yo vi a Slash en el Tartiere con Michael Jackson, pensábamos que era un imitador.
-Yo pensaba que me iba a comer un criollo de verdad viendo a un Slash de mentira y resultó ser justo al revés.
Caminamos en silencio, taciturnos.
-Qué malos eran esos chorizos. Hechos de cualquier manera en una plancha totalmente antihigiénica.
-Muy malos, muy malos.
-Toda la noche repitiendo, que no había manera de arrimarse a una moza sin que saliese corriendo.
-Por eso nunca ligué en San Mateo.
-Pero como prestaban.
-Prestaban por la vida, manín.
Un nudo en la garganta. Los ojos humedecidos. Unas ganas locas de abrazarnos. Juntamos los codos, un segundo, dos, tres. Almas gemelas frente al destino.