La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

DIÁLOGOS MATEÍNOS

Salir del armario

La liberación al desvelar pasiones ocultas

El compadre me ha llamado para decirme que quiere verme. Tiene algo que contarme. No me ha explicado más pero he notado algo preocupante en su tono de voz. Quedamos en la terraza de La Mallorquina. Al verle aparecer el corazón me da un vuelco. Esmoquin de raso granate, camisa de seda verde y pajarita.

-Te he visto vestido de maneras muy estrafalarias, amigo, incluso en carnaval. Pero lo de hoy lo supera todo.

-No te rías, cagüenlala.

-No me asustes más. Qué tienes que decir que necesites disfrazarte así para hacerlo.

Suspira antes de arrancarse.

-Tú sabes que a mí gústame probar de todo.

-¡Para, para, para! -le interrumpo-. Si vas a decirme que te gustan los paisanos, que sepas que respeto todo y no tienes que darme explicación ninguna. Por mucha fama que tengamos los carbayones de conservadores.

Se me queda mirando con el ceño fruncido.

-Tú serías el último ser vivo en el que me fijaría. Castrón. Pijoviedo.

-Entonces, ¿lo de probar de todo? -pregunto desconcertado.

-Cuando teníamos 14 yo era heavy metal, ¿Te acuerdas? Después me hice punki.

-Tenías la cresta más picuda de toda La Real.

-Los años pasaban, iba madurando. Me hice rockabilly, ye-ye, grounge, punki, indie. Cuando salía con aquella moza de La Argañosa caí víctima del reguetón. No me arrepiento de nada.

-Al lío, manín, que me tienes en ascuas.

-Un día, haciendo autoestop para venir del Carmín de la Pola, me pilló un camionero que pasaba por ahí. No sé lo que pasó. Aquella música que llevaba puesta me cautivó. Me volvió loco. Fue una revelación? -Veo en sus ojos un abismo que nos separa-.Ya no me puedo callar. Me gusta Camela.

-Pero qué coño -digo poniéndome de pie aterrorizado.

-Siéntate. Te he hecho quedar aquí porque sabía que eso te contendría.

Efectivamente, las mesas de alrededor nos están mirando

-¿Cómo te va a gustar Camela? Siempre has echado pestes contra ellos.

-Era mi destino.

-Pero hombre, será una canción suelta?

-Los treinta discos. Y el libro.

Estoy anonadado, sin capacidad de reacción. Continúa hablando.

-He ido a todos los conciertos en Espacio Estilo. Cuando vinieron a San Mateo hace dos años?

-Lo recuerdo. Me tuviste esperando en la Catedral a una moza que nunca apareció.

-Me la inventé. Quería ir y no sabía cómo decírtelo.

-Debí imaginarlo cuando te empeñaste en comprar un coche que tuviese musicasete. -Me rindo a la evidencia-- Dios mío, te gusta Camela?

-Tengo entradas para el concierto de esta noche.

-Espera, conmigo no cuentes.

-Cuando lo vi anunciado supe que ya no te lo podía ocultar más. Es un hito. Tienes que venir. Debes venir. ¡Camela en el Auditorio Príncipe Felipe!

Esta última frase la ha pronunciado como si dibujase esas palabras con luces de neón sobre un cielo estrellado. Entonces se pone de rodillas, me agarra la mano.

-No lo hagas, manín, por favor. Te lo suplico.

Pero él empieza a cantar:

-Cuando zarpa el amor, navega a ciegas?

Y ahora sí, toda la Calle Milicias Nacionales se nos ha quedado mirando. Estatua de Woody Allen incluida.

Compartir el artículo

stats