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EL OTERO

La Vega: una histórica injusticia

Las irregularidades en la expulsión de las monjas de su cenobio a medidados del siglo XIX

Cuenta el Padre Risco en su obra "España Sagrada" de 1793: "Habiendo fallecido en año de 1150 Don García, Rey de Navarra, su mujer la Reyna Doña Urraca, hija del Emperador Don Alonso, se restituyó a la corte de León y palacio de su padre. Y deseando éste que su hija se mantuviese hasta la muerte con la dignidad y grandeza correspondiente y con el título de Reyna que había tenido desde el año de 1144, en que se llevaron sus bodas con el Rey de Navarra, determinó hacerla Señora y Reyna de Asturias. El mismo Emperador llevó para este fin a su hija a Oviedo, donde se declaró el honor con que pretendía condecorar a Doña Urraca. Hízose esto en el año de 1153. Hallándose pues el Emperador en Oviedo, se dio la carta de fundación a un Monasterio dedicado a la Virgen María y llamado por el sitio en el que se fundó, Santa María de la Vega. Fue su fundadora Doña Gontrodo, hija del Conde Don Pedro Díaz y Doña María Ordóñez, y madre de la Reyna Doña Urraca. Había por ese tiempo en Francia un célebre Monasterio de religiosas que se decía de Fuente Ebraldo, donde vivían las monjas con rigurosa clausura y mucha virtud. Movida pues Doña Gontrodo de la religiosidad y fama de este Monasterio, determinó que el de Oviedo que ella fundaba fuese también unido al de Fuente Ebraldo. Hizo la fundación juntamente con su hija Doña Urraca (?) Dotó también ricamente a su Monasterio, concediéndole muchas heredades, de las cuales unas le fueron donadas por el Emperador Don Alonso, y otras la habían tocado por sus parientes que eran de linaje ilustrísimo en Asturias".

Risco no cuenta la génesis. Tiempo después se escribió el principio del fin. El 31 de julio de 1854, a las seis de la mañana, las monjas salían de su monasterio con destino al de San Pelayo. La causa era que la Junta de Gobierno de Asturias y el Ayuntamiento las habían conminado a abandonarlo con el fin, supuestamente, de crear en sus dependencias un hospital ante un brote de cólera que despertaba gran preocupación en Asturias desde el inicio de 1854. La indefensa comunidad de La Vega se muestra incapaz de impedir "tan arbitraria e ilegal decisión". Manteniendo íntegra su dignidad, la abadesa rechaza la oferta del Alcalde que les facilita el desalojo en carruajes: "Debo advertir a V.S. que no necesitamos de otro aparato que el de la presencia de V.S. a la hora competente, sin necesidad de carruaje alguno teniendo entendido que ninguna monja montará en él". Esa misma noche, "la comunidad por evitar algún atropellamiento que se susurraba y lan-zando gritos al cielo se resolvió a dejar su inolvidable morada". Así cuenta este triste episodio Andrés Martínez Vega, buen conocedor de toda la historia relativa a este monasterio ovetense y que recoge en el libro "El Monasterio de la Vega de Oviedo" y en la publicación "El ocaso del Monasterio de la Vega de Oviedo a través de la actividad epistolar de su última abadesa", trabajos necesarios que ya cité en otra ocasión y que plantean muchas preguntas. Un día después de ese injustificado traslado, el 1 de agosto, la Junta Provincial de Gobierno, ya desocupado el monasterio, se pone de acuerdo con el director de la fábrica de armas "para que se haga la distribución de la parte que ocupar".

Desde entonces, las monjas de Santa María de la Vega se integraron en el Monasterio de San Pelayo hasta el fallecimiento de Manuela Mier Castañón, única heredera por tanto de todos los bienes de la comunidad de La Vega, quien ingresa ca-nónicamente en San Pelayo el 24 de octubre de 1891 y fallece como tal el 2 de junio de 1898 por lo que la comunidad de San Pelayo pasa a ser la beneficiaria de los bienes de la comunidad extinta. 860 años de vida conventual en la ciudad quedan atrás. Historia irrecuperable víctima de oscuros intereses. Y un vergonzante capítulo ovetense sin resolver adecuadamente. Y digo sin resolver porque, después de hablar con juristas e historiadores llego a una conclusión compartida: no existe ningún documento de expropiación, venta, cesión o permuta que pueda justificar la actual propiedad de la Vega.

Por tanto, ahora que cada día se habla de los terrenos de la Fábrica de Armas, de tasaciones o de negociaciones con Defensa, me pregunto: ¿no hay nadie que defienda la tesis de que las monjas benedictinas de San Pelayo son las legítimas propietarias de parte, al menos, de los terrenos en liza?

Las Pelayas, así lo han dicho en alguna ocasión, no tienen ningún interés espurio ni crematístico sobre estos terrenos y estarían dispuestas a cederlos a la ciudad. Por tanto, quizá no estaría de más que la abogacía consistorial o algún experto en derecho dedicase un poco de atención a revisar la historia. Quizá, además de reparar una evidente injusticia, podríamos abrir una nueva vía para desenredar la madeja de la Vega.

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