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Epígrafe

Rincones olvidados del Naranco

El pasado minero de la popular Cuesta ovetense

No resulta novedoso decir que el Naranco, siempre “la Cuesta” para mi madre, es el monte por antonomasia de Oviedo, y tan pegada a la mano está de la ciudad, como distantes están las administraciones, local y autonómica, pese a que a la Cuesta se le sacó jugo sin cesar: aprovechamientos industriales (calizas, áridos, arcillas, gravas), forestales, ganaderos, cinegéticos... Y así se ha puesto de manifiesto desde hace mucho tiempo.

“El Naranco defiende a la ciudad... le da un regular caudal de aguas... suministra ricos materiales de construcción... da hierro...”, escribió Ricardo Becerro de Bengoa en 1884.

Recursos naturales y otras particularidades histórico-culturales de las que, además del señor Bengoa, pusieron de manifiesto Fermín Canella, Adaro, Junquera, Roso de Luna, Uría Ríu, Joaquín Manzanares, Martínez Cachero, Vicente José González, J. L. García López del Vallado y otros, en escritos que recogen y acopian casi todo lo que sabemos de la Cuesta. Y que no por conocido desmerece volver a recordar.

El conocido como Prau Nuño.

Uno de los temas entonces tratados fue la explotación de las minas de hierro, llevada a cabo por la Sociedad Anónima Fábrica de Mieres, en los parajes de Fuentenueva, Piquete y Gamoneo del Llugarín (parroquia de San Vicente de Villaperi), así como en la capa Naranco, situada en la vertiente suroccidental del Picu’l Paisano, concretamente en la vaguada Entre los Regueros, donde manan la fuente de los Pastores y la Fuentina.

Los recursos mineros del Llugarín comenzaron a beneficiarse en 1879 y al año siguiente, el 1 de febrero de 1880, la citada empresa inauguró un ferrocarril minero desde Gamoneo (270 metros de altitud) hasta La Matorra (255 metros), lugar de la parroquia de San Pedro de los Arcos, en una línea que se prolongaba “mediante un plano inclinado de 128 metros de largo hasta un cargadero sobre la vía” de la estación de la Compañía de los Ferrocarriles del Norte, en Oviedo (236 metros). Y, una vez en los vagones de la red ferroviaria nacional, el mineral iba directamente a Fábrica de Mieres, a través de la línea Gijón-Lena que había sido inaugurada en 1874.

La vía férrea minera tenía una longitud de 7,500 kilómetros y un ancho de 0,60 metros. A partir de Fitoria discurría paralela a la antigua conducción de agua para el abastecimiento de Oviedo, ya en uso en el año 1599. Trazado que acertadamente se acondicionó y que, desde 1993, se utiliza como pista finlandesa.

Después de veintidós años, Fábrica de Mieres abandonó las minas de hierro del Llugarín, que había venido explotando de 1902 a 1916, y comenzó a beneficiar la capa Naranco, ya mencionada.

Rincones olvidados del Naranco

A tales efectos, la sociedad minera construyó un plano inclinado, bajo la dirección de Fulgencio González Parajón, con una longitud de 0,652 kilómetros que subía, “todo tieso”, desde Valdeflor (270 metros), por la linde del Prau Nuño, hasta el machón del cabrestante, situado en la cota 500, por encima y al nordeste de las casas de Peña Fuelle.

Desde el machón se abrió otro plano horizontal con una longitud de 0,720 kilómetros, en el que se instalaron los carriles para las vagonetas, hasta la tolva del tajo (43º, 23’, 38” N – 5º, 52’, 25” O; cota 500) de la capa Naranco.

Con el inexorable paso del tiempo, tanto el plano inclinado, que recuerdo haber subido a la Cuesta en los años sesenta del pasado siglo, como el plano horizontal quedaron completamente cubiertos por el matorral, inaccesible y prácticamente irrecuperable aquél.

Ahora, merced a la eficacia y el desinteresado trabajo que Víctor Monte viene desarrollando en favor de la Cuesta desde hace más de veinte años (prolijo sería enumerar sus muchas y eficaces acciones), los ovetenses podrán disfrutar de una novedosa ruta: la que posibilita un paseo por el mencionado plano horizontal.

Un inédito recorrido con innumerables vistas sobre la vetusta ciudad y magníficas panorámicas de los parajes que la circundan: del levante al mediodía, desde los Picos de Europa y Cordillera Cantábrica hasta las otras montañas del occidente astur. ¿Verdad, Darío?

En efecto, durante el mes de agosto de 2020, Víctor Monte, con ayuda de las solidarias manos de Abel, ha desbrozando árgomas, brezos, piornos, zarzas..., removido piedras, acarreado despojos y nivelado el piso montano, hasta dejar expedito el plano horizontal antedicho.

Una vez más, el infatigable Víctor Monte ha vuelto a recuperar otro de esos rincones “encerrados en el acogedor seno de nuestra tan tristemente desatendida madre, la Cuesta ovetense”, como dijo el inolvidable Joaquín Manzanares Rodríguez-Mir y yo suscribo.

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