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Gonzalo García-Conde

Paraísco capital

Gonzalo García-Conde

El pincho como cultura

La modesta tradición que nació en busca de algo rápido y barato que comer

Todos los viajeros audaces coinciden en que para conocer un lugar a fondo hay que atreverse a probar su gastronomía. La memoria del gusto te puede transportan a lugares increíbles, a países exóticos, incluso al pasado. Es cultura. La forma más barata de viajar.

Los sabores de nuestra tierra definen aquello que somos. Asturias es mar, montaña, lluvia, verde, ganado y trabajo duro. Todo eso se puede adivinar en nuestra cocina.

Sin embargo, no todas las tradiciones gastronómicas tienen que ser milenarias. Y no tienen por qué ser algo extraordinario o exquisito, a veces lo más sencillo es lo que se aprecia más.

Aunque es un manjar muy modesto, en Vetusta estamos orgullosos de nuestros pinchos. No son en absoluto los que puedes encontrar en ciudades como San Sebastián: delicias minúsculas e imaginativas a precios desorbitados donde la calidad del producto es la gran protagonista. El pincho de Oviedo es un básico.

Hasta donde yo sé, nacieron como oferta de taberna para desayunos o media mañana. Pero alcanzaron rango de leyenda en la zona del Rosal, años ochenta. Epicentro de nuestra movida particular, allí se reunía la modernidad en garitos como el Cuentu, el Misa o el Casablanca. Entre copas vespertinas, hombreras exageradas y música pop, la juventud empezó a buscar algo que comer rápido y barato. En el mismo Bar Rosal encontraron respuesta a sus demandas.

Allí se sentaron las bases de lo que pronto sería común en toda la ciudad. Tortilla, pollo, lomo con ensalada, carne guisada, bonito con mayonesa y sándwich vegetal conformaron un sexteto mágico que, con pocas variaciones, conquistaron nuestra rutina.

Todos tenemos nuestros favoritos. Mi recuerdo de pan es de cuando cerraba las madrugadas en Los Campos Elíseos. Para redondear los excesos nocturnos escogía el mítico “Probe”, especialidad de jamón y un huevo frito, cuya yema y grasilla debían resbalar por mi barbilla para convertirse en una experiencia completa.

También creo llegado el momento de romper una lanza en favor del famoso pincho de La Maniega (uno de aquellos clásicos del Rosal) al que tantas veces culpamos ante nuestros padres del extraño mareo que sentíamos al volver de fiesta. Mentíamos, eran buenos y estaban recién hechos. Lo que nos había sentado mal debía ser otra cosa.

El cierre brutal de comercio y hostelería por este virus está haciendo temblar a nuestra economía. Algunos bares de pinchos se han acogido al epígrafe de la ley que reconoce pedidos de comida para llevar o servir a domicilio como servicio esencial. Este asunto parece no haber hecho gracias al gobierno del Principado. Al parecer lo redactaron pensando en cadenas de hamburgueserías, pizzas, sushi o kebabs.

Entonces Oviedo ha salido en defensa de su minúscula tradición. Al grito de #soisesenciales los ha reclamado como imprescindibles en nuestro día a día. Porque, ay, ese pinchín atopadizu y accesible para el que cualquier momento es bueno...

Ese no nos lo pueden quitar. Es cultura.

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