La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Los espacios muertos de la ciudad

El tirón cultural de Oviedo y sus recintos olvidados

Aún recuerdo el viejo debate sobre el origen de Oviedo que nos trasladaba a los ecos de una ciudad imperial, abierta, enclasada en toda una red de creación de cultura, una ciudad que aglutinaba la cultura europea en el camino alfonsiano, como nos hablaba ya hace muchos años Gustavo Bueno. Hablamos de una urbe que pronto deja de ser un espacio-aldea y se vertebra como una ciudad universal, de ebullición cultural, de palacios y monasterios, de arte que rezumaba grandezas.

Enmarcado en ese recuerdo de grandezas, paseando por las calles y barrios de Oviedo, no dejas de sorprenderte en cada rincón, callejuela o plazuela. La cultura te salpica bajo todas sus formas, estatuas, murallas, iglesias, monumentos, piedras y restos. Por no hablar de la riqueza que supone el Prerrománico, la Catedral y el Camino de Santiago, el Campoamor y las grandes temporadas de ópera, zarzuela, piano,… Pero lo que más te llama la atención es el vacío que te dejan muchos espacios que hablan de un nuevo perfil cultural para una ciudad que se quiere universal, y permanecen en el olvido, por no hablar de abandono: la fábrica de la Vega, la Plaza de Toros de Buenavista, la vieja fábrica de Loza de San Claudio, la Fábrica del Gas, sin olvidarnos del viejo hospital, del Mercao de la Corredoria..., cuántos espacios que siguen esperando a alguien que los llene de contenido, grandes marcos que abren infinitas posibilidades para un vasto proyecto de una ciudad diferente, que se pronuncie con lenguajes que se hagan atractivos para los ciudadanos y para todos los turistas que buscan la excelencia. Pero esto exige un gran proyecto marco, más allá de negociaciones puntuales, en el que todos los grupos políticos y ciudadanos optemos por un modelo de ciudad. Diseñar un gran proyecto que llene de contenido a cada uno de estos grandes espacios. Escapar con valentía de los proyectos urbanísticos, para optar sin titubeos por espacios que ofrezcan a todos los ciudadanos, sin distinción, un espacio para encontrarse de forma cotidiana y normalizada con la cultura con mayúsculas. Galerías públicas, escenarios abiertos, centros de interpretación, escuelas o talleres de todas las modalidades artísticas.

Por otro lado, una ciudad vertebrada en un montón de barrios a los que apenas llega una nota, una melodía, un poema o un grupo de teatro, una pincelada de color o el mínimo chasquido de un grafiti. La condición de toda urbe que se precie es que ha de ser habitable, no solo habitada, ha de pensarse en función de los ciudadanos y dejar de ser un simple espacio donde acumular existencias. Oviedo, con las posibilidades que ofrece, y bajo un proyecto ambicioso, debería ser una ciudad abierta y participada para todos los ciudadanos. Hablo ahora de un ejemplo que me llama la atención, como son los centros sociales, que en la mayoría de los casos no pasan de ser reducidos espacios de encuentro, de parchís, baile y café, cuando tendrían que ser centros integrados, verdaderos hervideros de encuentro, cultura, saber, convivencia, creación, crecimiento; lugares de conexión, no solo administrativa, sino vasos comunicantes de la cultura que se escribe con pequeños nombres, como espacios de creación artística, de representación, de orquestas y melodías, y de la cultura con mayúsculas, las bibliotecas, el aprendizaje cooperativo, las enseñanzas básicas artístico-culturales, verdaderos espacios de acompañamiento y enriquecimiento para todos. Espacios en red con otras instituciones, asociaciones, parroquias, locales vecinales, que nos permitieran encontrarnos para hablar esos lenguajes que acercan y no enfrentan, para hacer de la cultura, del arte, de la creación en todas sus formas, el lenguaje que nos aglutina como ciudad.

Compartir el artículo

stats