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La tijera

No olvidemos Movember

El simbólico bigote que lucha contra el cáncer de próstata

Desde hace unos años, la barba se ha impuesto en nuestra sociedad y ya no es solo cosa de hipsters. Sin embargo, llegado este mes, cada vez son más los hombres que nos sorprenden con algo nuevo: el bigote. Son quienes se suman al denominado movimiento Movember, un evento anual que se celebra en noviembre y por el que los varones dejan crecer su bigote para concienciar sobre la importancia de prevenir el cáncer de próstata, el segundo más frecuente entre los españoles, y de testículos.

El origen de Movember se remonta al año 2003 en Australia, cuando un grupo de jóvenes de Melbourne tuvo la idea de dejar crecer sus bigotes para apoyar a un amigo con cáncer de próstata. Meses después, a través de la Fundación Movember, comenzaron a recolectar fondos para destinarlos a la lucha contra esa enfermedad. Famosos son, por ejemplo, los imperdibles con el dibujo de un mostacho que lucimos en las solapas de las americanas quienes nos hemos unido a esta causa que camina sigilosamente hacia las dos décadas de vida.

El bigote, considerado desde siempre símbolo de hombría y virilidad, con el paso del tiempo ha ido imponiéndose y desapareciendo sucesivamente, como cualquier otra moda. Desde Stalin hasta Súper Mario, son muchos los personajes que decidieron decorar esa parte del rostro entre la nariz y la boca con unos cuantos pelillos que sobresalían. Emiliano Zapata, Salvador Dalí, Charlie Chaplin, Freddie Mercury, Adolf Hitler, Mark Spitz... Es cierto que desde hace años no tenemos a nadie que arrastre a la sociedad a imitar ese estilismo, algo que recojo en el libro “Cómo triunfar en la era de la imagen. Claves psicoestéticas para el siglo XXI” en un capítulo que lleva por título “Bigote busca valiente”. Y eso que formas ha habido para todos los gustos. El bigote poblado, casi cayendo por encima de la boca, concede al rostro un aire patriarcal; uno muy recortado, sin llegar a la nariz ha sido conceptuado como signo del hombre elegante y conquistador.

Sea como sea el estilo del bigote, más que crear intenciones, las intensifica. El hecho de dejarlo crecer no deja de ser una manera ostentosa de singularizar aspectos de la cara sin que ello camufle ningún gesto que reste potencia expresiva aunque conceda ornato, como sucede con la mayor parte de las barbas, tal y como matiza el maestro Pascual Iranzo en su libro “Un ser que se peina”.

Hoy, obligados como estamos a utilizar una mascarilla que nos cubre la mitad del rostro cada vez que salimos a la calle, no podemos ver esos mostachos que denotan una buena causa. Ojalá sirva la situación del momento para que cada vez más hombres, sin miedo a que les vean sus bigotes, se sumen a esta singular iniciativa. De lo contrario, siempre tendremos la opción de ponernos el imperdible. ¡No olvidemos Movember!

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